Caja Negra: veinte años de una editorial que busca nuevos caminos para interpretar el presente
Una de las editoriales jóvenes del país, Caja Negra, celebra su 20° aniversario con ...
Una de las editoriales jóvenes del país, Caja Negra, celebra su 20° aniversario con los lectores en Deseo Club (avenida Chorroarín 1040), a partir de las 17, con invitados especiales como la directora de cine Lucrecia Martel, que acaba de publicar Un destino común. Intervenciones públicas y conversaciones, y el periodista y ensayista inglés Simon Reynolds, autor de Retromanía, Futuromanía y Postpunk, que llegó al país acompañado de su hijo, Kieran Press-Reynolds (colaborador de la revista Pitchfork). Si bien las entradas gratuitas se agotaron en tiempo récord, siempre cabe la posibilidad de colarse en el festejo.
Desde el comienzo, Caja Negra se caracterizó por editar libros que parecían llegados de un futuro más o menos próximo, parafraseando el nombre de una de las colecciones, con ensayos de pensadores como Yuk Hui, Hito Steyerl, Éric Sadin, Sarah Ahmed, Boris Groys, Laura Tripaldi y Jorge Carrión. También tiene una colección de ficción, ciencia ficción y fantasía ultramoderna, con novelas de McKenzie Wark, Juan Mattio, Michel Nieva, B. R. Yeager y Michel López Trujillo, entre otros. Las otras dos colecciones son Numancia y Synesthesia; en esta última se encuentran los libros de Jonas Mekas, Daniel Melero, John Cage, Dani Zelko y Un destino común, sobre el que Martel hablará este sábado a las 17 con la editora y periodista Malena Rey.
La editorial es, en principio, obra de dos lectores y fruto de una revuelta social. “Dos personas que no son profesionales ni de la edición ni de la academia -dice a LA NACION Ezequiel Fanego, codirector del sello con Diego Esteras-. Es el resultado de la necesidad de constituir un espacio, un contexto para vincular todas las lecturas que nos estimulaban en aquel entonces. La editorial es, en cierta forma, hija de la crisis de 2001: la fractura del Estado y del mercado en la Argentina, nuestra formación en espacios de intervención política autónomos y horizontales, propiciaron que arraigara la convicción de que teníamos que crear nuestros propios espacios, nuestras propias zonas autónomas, instituciones propias que podamos conducir con nuestras reglas”.
Fanego reconoce que, en ese momento, no sabían nada de la industria editorial. “Ni de producción, ni de comercialización de libros, ni de comunicación, ni de diseño, ni de derechos -enumera-. Fue clave el tiempo de aprendizaje y elaboración colectiva que nos tomamos: hablamos con editores, libreros, prenseros, diseñadores. Construir una editorial sin tener una sólida formación profesional en el sector nos permitió ir encontrando y formulando nuestra propia manera de hacer las cosas”.
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“Diría que el primer objetivo de Caja Negra fue investigar tradiciones heterodoxas de pensamiento del siglo XIX y siglo XX, capítulos minoritarios del pasado que nos inspiran modos de vida alternativos, como los decadentistas, los beatniks, los postpunks, las culturas gay o afro que encontraron en la música disco su espacio de liberación”, observa Esteras.
Esa meta fue cambiando. “Un punto interesante de maduración se dio en 2014, cuando nació la colección de pensamiento contemporáneo Futuros Próximos -agrega-. Sentíamos que el mundo había cambiado mucho y vertiginosamente, que nuestro universo editorial estaba todavía muy vinculado a coordenadas del siglo XX y que era necesario renovar los recursos críticos con los que pretendíamos interpretar el presente. Desde ahí la editorial se transformó definitivamente en un artefacto cultural ‘contemporáneo’”.
En Caja Negra, tres editores (Esteras, Fanego y Rey) y un equipo de producción trabajan en el lanzamiento de unas veinte novedades por año. Cuentan además con un curador (Patricio Orellana), un equipo de comunicación, otro de diseño y una distribuidora propia. “Tener el control de todo el proceso comercial es una de las cosas más fundamentales para nuestra editorial -dice Fanego-. El control de la distribución es un desafío para cualquier editorial independiente, y nosotros lo pudimos hacer a través de un modelo asociativo: con la editorial Cactus manejamos desde 2012 toda nuestra distribución en la Argentina”. Al igual que otras editoriales locales, Caja Negra dio el salto a España.
Rumbos contemporáneos“Buscábamos un nombre que fuera, más que un concepto, una imagen pregnante y polisémica”, señala Esteras sobre el nombre del sello.
“Caja Negra nos resultó misterioso y cargado de posibles significados, además de que estéticamente sentíamos que nos representaba -explica-. No pensamos en un sentido en particular; de hecho, con los años se nos fueron presentando distintos significados: al principio estaba muy presente la noción de la caja negra de los aviones, y entonces podría asociarse eso a la escritura como el registro posterior a un desastre; luego, con la publicación de Vilém Flusser conocimos otra acepción, vinculada a la tecnología moderna, al hecho de que funciona como una caja negra de la cual la mayoría de nosotros desconocemos su funcionamiento interno. César Aira hablaba también del arte contemporáneo como una caja negra… y hoy podríamos pensar en los algoritmos o la inteligencia artificial como grandes ejemplos de esas cajas negras”.
Entre los libros más vendidos de la editorial, se destacan Volverse público, del filósofo alemán Boris Groys, y Realismo capitalista, del pensador británico Mark Fisher. “Al de Groys lo publicamos en 2014 -dice Fanego-. Despertó muy pronto el interés de una gran cantidad de lectores y nos sirvió para confirmar que era necesario buscar nuevos conceptos y nuevas escrituras para interpretar las modificaciones del presente. Y el de Fisher, que salió en 2016, logró capturar con eficacia el sentido de una época: la erosión de la idea futuro, el bloqueo de las imaginación de mundos alternativos, la imposibilidad de pensar en mundos por fuera de las coordenadas del neoliberalismo”.
Otros best sellers son La promesa de la felicidad, de Sara Ahmed; La era del individuo tirano, de Éric Sadin; Amor y dinero, sexo y muerte, de McKenzie Wark; Postpunk, de Reynolds, y Black Music, de Leroi Jones.
“Los libros aparecen de muchísimas formas -cuenta Fanego-. En un primer momento eran el resultado de nuestras propias investigaciones, impulsadas por la lectura y la atención permanente a la producción de las editoriales del exterior que más nos interesaban. Luego, empezamos a asistir a la Feria del Libro de Fráncfort y pudimos consolidar nuestra relación con esas editoriales y las agencias que representan a autores y sellos del exterior. Hoy, nos gusta pensar en Caja Negra como una inteligencia colectiva integrada por colaboradores de todo tipo: autores, traductores, prologuistas, lectores, con los que sostenemos un intercambio permanente y fluido. De ese intercambio y del hecho de estar siempre atentos a cuáles son los problemas de la cultura contemporánea que merecen ser pensados, proviene la mayoría de nuestros libros”.
“Son nuestros propios libros los que muchas veces nos señalan el camino de los libros futuros -sintetiza Esteras-. Es algo que le da una coherencia importante a nuestro catálogo. Además, en los últimos años estamos más atentos que nunca a la producción de literatura en español, tanto para nuestra serie de ensayo como para la de ficción y la colección de música, cine y artes visuales. Si bien históricamente fuimos fundamentalmente una editorial de traducciones, ahora llegó el momento de vincularnos más sistemáticamente con la producción de nuestros contextos y entornos”.
Cada vez más, la editorial apuesta por obras de autores jóvenes. Próximamente, publicarán La teoría del bosque oscuro de internet, de Bogna Konior, donde reflexiona sobre otros modos de “habitar internet”, anticipan. “Y vamos a seguir desarrollando nuestra aún nueva colección de ficción, porque creemos que cuanto más abstracto, evanescente y extraño se pone todo nuestro entorno, el recurso a la ficción es necesario para acceder a toda la rarificación de la vida”, concluyen. La novedad en esa vía será La nación de los sueños diurnos, nueva novela de Juan Mattio.