Abandonó Florida para mudarse a Nueva York y revela las ocho cosas que más la sorprendieron
Kristine Villarroel decidió dejar atrás la estabilidad climática de Florida ...
Kristine Villarroel decidió dejar atrás la estabilidad climática de Florida para instalarse en Nueva York, una ciudad donde las estaciones marcan el ritmo de la vida diaria. El cambio le permitió enfrentar, por primera vez, un otoño real. Desde que se mudó, la joven descubrió ocho aspectos que modificaron su percepción sobre el paso del tiempo, la rutina, la comida y la relación con el exterior.
Nueva York en otoño: el frío real que sorprendió a una joven que llegó desde FloridaLa primera sorpresa llegó apenas comenzado el otoño en Nueva York. Villarroel explicó que las películas le habían dado la idea de una estación leve, con un abrigo liviano y una bufanda “con estilo”.
Sin embargo, la realidad la obligó a preparar capas de ropa antes de que terminara octubre. Recordó que, con temperaturas mínimas promedio de 51 grados Fahrenheit (10,5 ºC), empezó a usar remeras térmicas, calzas, un abrigo grueso, bufanda y guantes para salir cada día, detalló en Business Insider.
La joven admitió que cualquier registro por debajo de los 45 grados (7,2 ºC) le resulta comparable a una tormenta de nieve. “No estoy segura de qué tan lista estoy para el invierno real”, señaló al describir cómo su cuerpo reaccionó al frío neoyorquino.
Cómo el otoño en Nueva York cambia la percepción del tiempoOtro elemento que la impactó fue la evidencia visible del paso del tiempo. En Florida las temperaturas casi no varían y los árboles permanecen verdes todo el año. En Nueva York, en cambio, notó cómo las hojas cambiaban de color día tras día. Esa transformación permanente la llevó a reflexionar sobre el calendario y sobre el fin del verano.
La joven comentó que vivió su primer otoño como un recordatorio constante de que “el invierno se acerca”. Incluso comenzó a aprovechar cada salida porque sospechaba que ciertas actividades no volverían a repetirse en los siguientes meses.
Caminatas en Nueva York: lo mejor y lo peor del otoñoA pesar de las temperaturas más bajas, Villarroel destacó que el otoño se convirtió en un momento ideal para disfrutar del aire libre. Aprovechó para recorrer barrios cercanos a su departamento y visitó espacios verdes como Prospect Park, en Brooklyn.
La joven se mostró contenta con la posibilidad de salir a caminar sin transpirar y sin depender del aire acondicionado, algo habitual en Florida.
Descubrió también que las caminatas cotidianas se volvieron más pintorescas gracias a los colores del otoño, un contraste con sus experiencias previas en el calor húmedo del Estado del Sol.
Pero esa misma estación trajo una contracara: las lluvias combinadas con la caída de hojas. Durante una tormenta especialmente intensa, vio cómo su barrio quedó totalmente anegado, con autos que flotaban en las calles. Según explicó, las hojas que cubren los desagües vuelven ciertos sectores de la ciudad particularmente vulnerables a las inundaciones.
De acuerdo a un informe de CBS News, Nueva York atravesó sus “peores cuatro tormentas de lluvia en los últimos cuatro años”, lo que sugiere una mayor frecuencia de episodios similares.
Días más cortos en Nueva York: así cambió su rutina tras mudarse desde FloridaLa reducción drástica de horas de luz marcó otra diferencia profunda. Antes, incluso del final del horario de verano, notó que el sol se ocultaba cada vez más temprano. Al venir de lugares donde siempre vivió con amaneceres a las 6 hs (hora local) y atardeceres a las 18 hs, la oscuridad de las 16.30 hs la sorprendió.
Ese cambio alteró su rutina. Villarroel contó que comenzó a levantarse más temprano para aprovechar lo que quedaba del día. Dijo que ahora contempla el amanecer casi todos los días para compensar la ausencia de luz solar por la tarde.
Además, la joven incorporó nuevos hábitos vinculados a la comida. Declaró que las sopas, los tés y los alimentos calientes pasaron a ocupar un lugar central en su dieta. Incluso aseguró que, en las últimas semanas, cenó sopa de lentejas rojas casi todas las noches y que reemplazó sus desayunos fríos por opciones como caldo, avena y té.
Finalmente, Villarroel reconoció que el otoño neoyorquino no se extiende tanto como imaginaba. El proceso de adaptación, desde aprender a vestirse hasta identificar el ritmo de las hojas, ocurrió rápido.
Cuando empezó a disfrutarlo por completo, la estación ya se desvanecía. Por eso, ahora entiende por qué muchas personas planifican actividades de otoño con meses de anticipación, desde visitar granjas de calabazas hasta realizar excursiones para observar el follaje.