Cómo acompañar a los chicos en una crianza atravesada por las pantallas
Lucía Fainboim es especialista en ciudadanía y crianza digital. Autora de Cuidar las infancias en la era digital y cofundadora de ...
Lucía Fainboim es especialista en ciudadanía y crianza digital. Autora de Cuidar las infancias en la era digital y cofundadora de @bienestardigitalok, desde donde genera proyectos innovadores que buscan construir vínculos más saludables con las tecnologías. Hace más de 15 años que trabaja en torno al cuidado de los niños y los adolescentes en Internet, las pantallas y ahora la inteligencia artificial; problemáticas que se ponen en el centro de esta nueva entrega del ciclo Conversaciones.
- ¿Qué es el bienestar digital?
- Tiene que ver un poco con el vínculo saludable, del que cada vez se habla más, con los dispositivos digitales; y que, en realidad, mucho del objetivo digital que hoy agregamos a muchas cosas, se lo vamos a ir quitando, porque hoy el bienestar incluye lo digital. Cuando hablamos de crianza digital, es lo mismo. La crianza incluye lo digital, pero todavía necesitamos hacer ese hincapié –dentro de nuestro bienestar, dentro de nuestra salud mental, dentro de nuestra felicidad cotidiana– en cómo encontrar un equilibrio para que las plataformas no nos domen, sino que nosotros podamos guiar el uso de esas plataformas, y que sintamos que le estamos poniendo nuestra impronta y no que nos llevan puestas.
- ¿Pensar en el bienestar se hace más urgente que nunca en este momento de máxima ebullición digital?
- Creo que hay dos aspectos. Uno, que es lo que más trabajo con los niños y los adolescentes, está muy asociado a que empiezan a aparecer efectos claros de la hiperconexión, y lo vemos desde la clínica, con los especialistas en pediatría, psicomotricidad, psicólogos, docentes. La crisis de salud mental adolescente que tenemos hoy, entre otras cosas, está muy vinculada a la hiperconexión. Entonces, con los más chicos y adolescentes, lo que nos empieza a explotar en la cara son los efectos de un uso poco guiado. Creo que en el mundo adulto, lo que nos pasa, y quizás hay que marcar un punto de inflexión en la pandemia, es que también estamos saturados; y un poco lo que nos pesa es la contracara del bienestar, que es el malestar. Sentimos malestar, sentimos que hay algo que está siendo excesivo, pero que, al mismo tiempo, nos cuesta mucho poner un límite, y esa contradicción la vemos en todas las conversaciones.
- ¿Cuánto hay de mito y de verdad en que los chicos son nativos digitales?
- Con lo que más queremos romper, quizás, es con la idea de “que ellos hayan nacido en esta época digital, no implica que nacen con habilidades digitales per se”. Que un chico esté mucho con un celular no implica que sepa usar bien ese celular. Y ahí lo que más nos importa es que este mito o este prejuicio de que estos chicos saben mucho –por tener tanto acceso a la tecnología–, nos corre del rol de guía, que es lo que queremos, tanto desde la docencia como desde las familias. Estos chicos no nacen ni sabiendo usarlo operacionalmente como querríamos ni con ese uso reflexivo que también hay que estimularlo mucho.
- ¿Con qué te estás encontrando cuando hablás con niños y adolescentes sobre su uso? ¿Cómo están reconociendo este momento?
- Para mí es uno de los hallazgos del año: estamos hablando con chicos desde tercer grado y lo que más sale es la autopercepción del uso problemático. Tengo chicos de 10 años que me dicen: “Yo ya me desinstalé TikTok para usarlo menos”. En la secundaria, cuando uno indaga esta pregunta que antes era más para el mundo adulto de “¿Quién querría usar menos el celu?”, los chicos levantan la mano con preocupación. Indagamos y tienen muchas estrategias de bienestar digital, están preocupados por su uso y tienen una mirada muy crítica respecto del uso que también le damos los adultos. Son dos polos que me parecen interesantes: están preocupados, están hastiados y también se cansan de este señalamiento adulto respecto de que ellos están pasados de rosca con lo digital cuando, en realidad, el mundo adulto no está dando un buen ejemplo.
- ¿Qué dicen de sus padres? ¿Qué ven los chicos?
- Las citas son tremendas, desde “Tengo que zarandear a mi mamá para que deje de ver Instagram” o “Mi papá no me mira a los ojos, está todo el día escroleando”. Nosotros seguimos el trayecto cronológico y podemos pensar que, hasta el quinto grado, todavía te dicen: “Usan mucho el celular porque están trabajando”. Cuando entran en la pubertad, ya nos miran críticamente. Si uno tiene que resumir, están muy solos. Tienen muy poco tiempo compartido de calidad donde hay una mirada, alguien que les hable, que los mire, y eso también impacta en su desarrollo.
- ¿Hay una competencia desleal entre las infinitas posibilidades que ofrecen las pantallas y el mundo analógico de la vida real?
- Esto es, quizás, lo que más nos importa hoy. Y estas preocupaciones que nos invaden no tienen que ver con la tecnología digital en general, porque hay usos espectaculares. Lo que nos preocupa son estas plataformas que generan una competencia desigual y desleal con experiencias desafiantes. Cuando queremos que un niño juegue con juguetes y se la pasa pidiendo pantallas; cuando queremos que un niño programe y se la pasa escroleando; cuando queremos que un adolescente haga deportes, tenga un hobby y lo tira mucho más la pantalla, lo que estamos viendo es la consecuencia de una de las grandes estrategias que tienen algunas plataformas para aumentar el tiempo de permanencia, que es la hiperestimulación.
Entonces, cuando uno se acostumbra desde muy corta edad a esa hiperestimulación, las situaciones de la vida cotidiana después no le parecen intensas y no llegan a satisfacerse. Ese acostumbramiento hace que, cuando los chicos empiezan de edad muy temprana a hiperconectarse con estas plataformas de alta estimulación, les cueste más vivir experiencias que son necesarias, pero no tan estimulantes.
- ¿Cómo hacemos para acompañar o controlar el uso de las pantallas sin reprimir su curiosidad?
- Es difícil. No es una tarea fácil, pero creo que está bueno ubicar la tecnología dentro de los hitos de crecimiento de un niño. En algún momento, un niño está listo para tener las llaves de su casa. En algún momento está listo para prender la hornalla; en algún momento está listo para sacar las rueditas de la bici. Bueno, en algún momento vemos que está listo para ese siguiente paso. Lo que queremos evitar es que sea antes de tiempo. Quizás, hoy el foco principal está puesto en retrasar un poquito algunos usos que, durante mucho tiempo, naturalizamos que sean tempranos. Especialmente, el primer celular y las primeras redes sociales. También, nuestro rol en acompañar y fomentar usos un poco más desafiantes.
Lo que nos preocupa es eso del costo-oportunidad, lo que no hacen cuando están tanto tiempo conectados. No hay que tener miedo al límite. El límite, obviamente, cierra algunas puertas, pero abre otras, incluso digitales. Queremos que estén en Internet, pero que ese uso sea enriquecedor. Después, cuando ya están con su celu, con sus redes sociales, lo que no podemos es dejar de problematizar esos usos. Hablemos mucho de este celu, de estas redes sociales, de cómo funcionan, de cómo impactan; que estén en el centro de la escena también desde la conversación.
- ¿Qué rol tiene que tener el padre, la madre o quien acompaña al niño para que no sea él el que tenga que decidir si entra o no a ese mundo?
- Cuando hablamos de esta soledad, que es como lo que más nos preocupa, tanto en la primera infancia, la niñez como la adolescencia, tiene que ver con que el mundo adulto está poco empoderado, justamente, en ser adulto también en Internet. Es un territorio desafiante. Pero así como no lo dejo solo en la calle, en el club ni en el shopping, hay ciertas edades en los que no pueden estar solos en Internet. ¿Cómo le puedo pedir que se cuide ante desafíos para los cuales todavía no tiene las herramientas para cuidarse? Entonces, esta idea que te decía de pensarlo dentro de sus hitos de crecimiento, tiene que ver con eso. Quizás les estamos pidiendo más de lo que pueden, y eso es un corrimiento en nuestras tareas de cuidado.
Como adulto, la idea es decir “¿Qué aporto yo acá?”, algo que no tiene que ver con conocimiento técnico, sino con esta mirada desde el sentido común. Y, sobre todo, también romper con esta pretensión de autorregulación, porque a veces les estamos exigiendo mucho.
- También hablás mucho de la importancia del consumo compartido de pantallas, pero ahí tienen que estar los padres con tiempo, y eso es lo que siempre decimos que nos falta.
- Sí, y ahí vas a algo, que es lo que más nos ‘pica’ cuando hablamos de este tema, que mucho de lo que nos preocupa del uso excesivo de pantallas tiene que ver con la comodidad adulta. El adulto da tecnología por comodidad. Y lo digo siendo una mamá que lo hizo, y muchos lo hacemos, porque estamos trabajando como nunca, niveles de productividad por las nubes. Es cierto que esas pantallas las damos por comodidad y por eso, después, nos cuesta tanto sacarlas. Pero esta idea del consumo compartido tiene que ver con que en la primera infancia, sobre todo cuando presentamos las pantallas, generamos sin darnos cuenta una regla implícita: cuando aparece la pantalla, yo me retiro como adulto. Hay que romper esa inercia, acompañar ese crecimiento, pero ir dándoles pequeñas señales de que no siempre que aparece la pantalla es señal de que yo me retiro.
- ¿Qué significa esta falta de ‘proyecto de vida’ que se forja en la niñez de cara a la adolescencia?
- Nos preocupan temas aislados como la salud mental adolescente, los niños con poco juego, y mucho tiene que ver con la falta de un proyecto de vida. ¿Qué significa esta falta de proyecto de vida? “No sé qué me gusta, no sé qué no me gusta, no sé en qué me destaco, no sé cuáles son mis fortalezas, no sé qué quiero ser, qué soy…” y tiene que ver con esta distracción constante. Cuando el adolescente se encierra en el cuarto, hoy por hoy, ya no está pensándose o pensando al mundo y al sistema, está distrayéndose. Cuando un niño no juega con juguetes, sino que está abstracto en una tablet, tampoco se está construyendo su subjetividad como queremos que se construya. Y mucha de la crisis que nos preocupa en la adolescencia tiene que ver con esta falta de conocimiento, de interioridad, y también algo que venimos viendo y trabajando con el mundo adulto que es “Ojo con el futuro que les estamos construyendo, hipotéticamente, los adultos” porque hay una sensación generalizada de que el futuro no va a ser mejor que el pasado. Estamos viviendo un quiebre histórico y se lo transmitimos a los adolescentes, y hay muchos adolescentes impactados por esto. Un cambio interesante es, desde el mundo adulto, empezar a fomentar la construcción de una utopía que los incluya. “¿Qué podés hacer vos desde tu lugar para que el futuro sea más lindo?”. Que les den ganas de ir hacia ese futuro.
- ¿Cómo cerramos esta brecha generacional con los chicos?
- La escucha empática tiene que ver con entender que, hoy, Internet es un territorio, para nosotros también. Tenemos que hacernos cargo de que lo usamos un montón, pero para los chicos, las experiencias que viven ahí –las vinculares, las sociales, las que tienen que ver con acceder información– son súper importantes y lo último que queremos es menospreciarlas.
Al mundo adulto siempre le cuesta entender el mundo adolescente, pero hoy se ensancha un poco por lo digital y hay que hacer un esfuerzo, sobre todo a no bajarle el precio a lo que a ellos les pasa en Internet y no compararlo constantemente con lo que fue nuestra vida. Entonces, hay que entender que ellos están atravesados esta época digital, no menospreciar lo que les pasa y hablar de esto cotidianamente, sin pretender que nuestro rol sea de expertos, sino de poner una mirada de cuidado, de guía, de escucha empática.
- Hay un abandono del juego, del juego manual donde aprendo, me frustro, me aburro, creo mundos. ¿Qué significa esta pérdida del juego en manos de las pantallas?
- Es lo que más nos preocupa en la infancia. Me canso de escuchar a docentes de jardín, de inicial, directivos, docentes de primaria, psicólogos que dicen “Los chicos no están jugando”. Creo que, como mundo adulto, no podemos dar esa batalla tan rápido por perdida o naturalizada. Los chicos tienen que jugar. Es constitutivo de su subjetividad, de su construcción psíquica. El juego es simbólico; juegos con juguetes, es con un otro, es con un adulto. A jugar se aprende y a jugar se practica. Hoy estamos viendo a chicos a los que no se les ocurren ideas para jugar y jardines que tienen que invitar a las familias a que aprendan a jugar. Es importante que las familias comprendan que, en esta rutina un poco loca y también de la agenda cargada de los propios chicos, como decía Piaget, la principal ocupación de un niño en su infancia es jugar. Démosle tiempo en su rutina al juego, o sea, que no estén todos los días cargados de actividades o con la pantalla. Entendamos que es muy importante, que hay que potenciarlo, que a veces hay que ser ese puente.
- Este año se sumó con fuerza la inteligencia artificial. Se empieza a meter en los celulares, se empieza a meter con los chicos, y muchos adolescentes encuentran ahí alguien con quién conversar. ¿Ya se ve esta temática?
- Es uno de esos ejemplos de la intensidad y el crecimiento exponencial de la tecnología que, a veces, no nos damos cuenta; pero hace un año, los chicos no usaban prácticamente o no conocían chatGPT, y recién vengo de una escuela con 300 adolescentes y todos levantaron la mano asegurando que lo usan. En un año penetró totalmente. Lo usan para estudiar y lo usan mucho como pseudoterapeuta, lo cual es preocupante. De nuevo, nos habla de esta soledad, de que no tienen claro con quién hablar.
- ¿Qué rasgo de tu personalidad te enorgullece?
- Creo que la curiosidad. A veces, soy medio hincha porque me pongo obsesiva cuando quiero saber más de algo. Pero creo que mantener la llama de la curiosidad, no solo en mi carrera, es algo que te potencia, que te mueve mucho para seguir adelante e innovar. Estar siempre con la chispa de la curiosidad.
- ¿Qué te da bronca?
- Soy poco del enojo, no tengo tanto ese fuego del enojo, pero sí me sale cuando veo pequeñas injusticias de la vida cotidiana, sobre todo las que no tienen sanción.
- ¿Con quién te gustaría tener una última charla y por qué?
- Me gustaría mucho que reviva Freud y que pueda ayudarnos a pensar la sociedad contemporánea. Qué está pasando con la neurosis, con la subjetividad, con el inconsciente… Revivir un poco el malestar en la cultura, pero ¿qué está pasando hoy? Creo que sumaría mucho para entender el caos de ahora.