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Cómo pasó Trump de apostar por un acuerdo con Irán a considerar atacarlo

WASHINGTON.- Hacia fines del mes pasado, las agencias de espionaje norteamericanas que monitorean las actividades militares de Israel y las discusiones internas de la dirigencia política de ese pa...

Cómo pasó Trump de apostar por un acuerdo con Irán a considerar atacarlo

WASHINGTON.- Hacia fines del mes pasado, las agencias de espionaje norteamericanas que monitorean las actividades militares de Israel y las discusiones internas de la dirigencia política de ese pa...

WASHINGTON.- Hacia fines del mes pasado, las agencias de espionaje norteamericanas que monitorean las actividades militares de Israel y las discusiones internas de la dirigencia política de ese país llegaron a una impactante conclusión: que el primer ministro Benjamin Netanyahu estaba planeando un ataque inminente al programa nuclear de Irán, con o sin la participación de Estados Unidos.

Netanyahu venía advirtiendo hace más de una década que era necesario un ataque abrumador antes de que Irán alcanzara el punto de poder construir rápidamente un arma nuclear. Sin embargo, siempre se contuvo porque los sucesivos presidentes norteamericanos, temiendo las consecuencias de otra conflagración en Medio Oriente , le avisaron que Estados Unidos no participaría en ese ataque.

Pero esta vez los espías norteamericanos aseguraban que Netanyahu preparaba no solo un ataque que se limitaría a las instalaciones nucleares, sino uno mucho más amplio que podría poner en peligro al propio régimen iraní. Además, el primer ministro israelí estaba dispuesto a actuar por su cuenta.

Esa información de inteligencia dejó al presidente Donald Trump ante una decisión difícil. Se había comprometido con los esfuerzos diplomáticos para convencer a Irán de que renunciara a sus ambiciones nucleares, y en abril ya había frenado a Netanyahu cuando intentó convencerlo de que era el momento de atacar Irán.

Durante una tensa llamada telefónica a fines de mayo, Trump volvió a advertirle al mandatario israelí que un ataque unilateral haría cortocircuito con la vía diplomática. En las últimas semanas, sin embargo, para los funcionarios de Trump era cada vez más evidente que esta vez quizá no podrían detener a Netanyahu, según entrevistas con actores clave en esas deliberaciones. Al mismo tiempo, a Trump lo impacientaba cada vez más la lentitud de Irán en las negociaciones y empezaba a pensar que las conversaciones no llegarían a nada.

Alternativas

Contrariamente a las afirmaciones de Israel, los altos funcionarios de Trump no tenían ninguna nueva información de inteligencia que mostrara que los iraníes estaban a punto de construir una bomba nuclear, lo que habría justificado un ataque preventivo. Pero al advertir que esta vez no podrían disuadir a Netanyahu y que ya no manejaban los acontecimientos, los asesores de Trump evaluaron las alternativas.

En un extremo del espectro estaba la opción de cruzarse de brazos y decidir los próximos pasos cuando se hiciera evidente el grado de debilitamiento de Irán a causa del ataque. En el otro extremo, estaba la opción de sumarse al ataque militar de Israel, tal vez incluso hasta forzar un cambio de régimen en Irán.

Trump optó por una vía intermedia, ofreciéndole a Israel un apoyo aún no revelado de los servicios de inteligencia norteamericanos para llevar a cabo su ataque, para luego aumentar la presión sobre Teherán para que haga concesiones inmediatas en la mesa de negociaciones o siga enfrentando un embate militar continuo.

A seis días del inicio del ataque de Israel, la postura de Trump sigue fluctuando. Inicialmente su gobierno se distanció de los ataques, y fue aumentando su apoyo público a Israel a medida que se hizo evidente el éxito inicial de su operativo militar.

Ahora Trump está evaluando seriamente enviar aviones norteamericanos para ayudar a reabastecer los aviones de combate israelíes e intentar destruir el complejo nuclear subterráneo iraní de Fordo con bombas de 13.600 kilos, una decisión que marcaría un cambio drástico respecto de su posición de hace apenas dos meses, cuando se oponía a cualquier acción militar mientras siguiera existiendo la chance de una solución diplomática.

Desconfianza

La historia de los hechos que condujeron al ataque israelí es la historia de dos líderes, Trump y Netanyahu, que comparten un objetivo común —impedir que Irán fabrique una bomba nuclear— pero que desconfían de los motivos del otro. Hablan a menudo en público sobre sus fuertes vínculos políticos y personales, pero desde hace tiempo la relación está marcada por la desconfianza mutua.

Las entrevistas a dos decenas de funcionarios en Estados Unidos, Israel y la región del Golfo Pérsico muestran cómo Trump dudó durante meses sobre cómo y si debía contener los impulsos de Netanyahu. Era la primera crisis de política exterior de su segundo mandato, y fue una situación que Trump enfrentó con un círculo de asesores relativamente inexpertos y elegidos a dedo por su lealtad.

Mientras regresaba a Washington tras retirarse anticipadamente de la cumbre del G7 en Canadá, la madrugada del martes, Trump cuestionó un punto de las declaraciones públicas de Tulsi Gabbard, su directora de inteligencia nacional, según la cual la comunidad de inteligencia no creía que Irán estuviera construyendo aceleradamente armas nucleares, por más que estuviera enriqueciendo uranio que en última instancia podría utilizarse para un arsenal nuclear.

“No me importa lo que dijo”, declaró Trump a los periodistas en referencia a Gabbard. “Creo que estuvieron muy cerca de tenerlas”.

Para Netanyahu, los últimos meses pusieron fin a años de intentar convencer a Estados Unidos de que respaldara, o al menos tolerara, su anhelado deseo de asestarle un golpe devastador al programa nuclear iraní. Parece haber calculado acertadamente que Trump terminaría por ceder, aunque fuese a regañadientes.

Al ser consultado sobre el tema, un vocero de la Casa Blanca mencionó las declaraciones públicas de Trump sobre no permitir que Irán obtenga un arma nuclear.

“Creo que tendremos que ayudarlo”

A última hora del 8 de junio, cuando Trump se reunió con sus principales asesores en la residencia presidencial de Camp David para analizar la acelerada evolución de los acontecimientos, el director de la CIA, John Ratcliffe, hizo una evaluación contundente.

Ratcliffe dijo que era muy probable que Israel pronto atacara a Irán, con o sin Estados Unidos, según dos personas al tanto de esa reunión que hablaron bajo condición de anonimato.

Los asesores de Trump se venían preparando para este momento: a fines de mayo habían recibido información de inteligencia preocupante que indicaba que Israel llevaría a cabo un ataque a gran escala, independientemente de los esfuerzos diplomáticos de Trump con Teherán.

En base a dicha información, el vicepresidente J.D. Vance y Marco Rubio, en su función conjunta como secretario de Estado y asesor de seguridad nacional, le propusieron al presidente diversas opciones que le permitieran tomar decisiones rápidas, en caso necesario, sobre el alcance de una intervención de Estados Unidos en un eventual conflicto.

Al día siguiente de la reunión de Camp David, el 9 de junio, Trump habló por teléfono con Netanyahu. El líder israelí fue inequívoco: la misión estaba en marcha.

Según tres personas al tanto de esa llamada, Netanyahu expuso sus intenciones y dejó en claro que Israel tenía fuerzas sobre el terreno en Irán. Trump quedó impresionado por el ingenio de la planificación militar israelí. No se comprometió a nada, pero tras finalizar la llamada, les dijo a sus asesores: “Creo que tendremos que ayudarlo”.

Pero el presidente seguía indeciso sobre cómo proceder y exprimió a sus asesores durante toda la semana. Habría querido manejar la situación con Irán en sus propios términos, no en los de Netanyahu, y tenía confianza en su habilidad negociadora, pero había llegado a la conclusión de que los iraníes lo estaban engañando.

A diferencia de algunos miembros del ala anti-intervencionista de su partido, Trump nunca creyó que Estados Unidos pudiera convivir con un Irán con capacidad militar nuclear y lograr contenerlo. De hecho, compartía la opinión de Netanyahu de que Irán era una amenaza existencial para Israel, y les dijo a sus asesores que el primer ministro israelí haría lo que tuviera que hacer para proteger a su país.

La vía diplomática

Netanyahu visitó a Trump en el Salón Oval el 4 de febrero, donde le mostró imágenes de las diversas instalaciones nucleares de Irán.

La inteligencia israelí mostraba que Irán estaba realizando esfuerzos cada vez más toscos y acelerados para obtener un arma nuclear, y cuanto más débiles se volvía el régimen de Teherán, más se acercaban a la bomba. En cuanto al enriquecimiento de uranio, según los israelíes, Irán estaba a días de alcanzar el nivel necesario, pero para completar el arma necesitaba otros componentes.

Los israelíes le presentaron a Trump un argumento adicional: para que la diplomacia tenga éxito y las negociaciones tengan un peso real, hay que prepararse para un ataque. En privado, les preocupaba que Trump aceptara un acuerdo inadecuado con Irán, similar al negociado por el presidente Barack Obama en 2015.

Tras su elección en noviembre, Trump nombró a un amigo cercano, Steve Witkoff, como su enviado para Medio Oriente y le encargó la tarea de intentar alcanzar un acuerdo con Irán. Trump, elegido con una plataforma que prometía evitar enredos militares en el extranjero, parecía entusiasmado con la idea de llegar a una solución diplomática.

Desde el comienzo de su segundo mandato, los iraníes tantearon el terreno para abrir una vía diplomática. Entonces Trump tomó una decisión drástica: principios de marzo le envió una carta al líder supremo de Irán, el ayatollah Ali Khamenei, cuyo mensaje principal era el siguiente: “No quiero la guerra. No quiero borrarlos del mapa. Quiero un acuerdo”, dice una persona que escuchó personalmente a Trump leer esa carta.

En abril, el equipo de Trump inició una serie de negociaciones en Omán, con la parte estadounidense liderada por Witkoff. A finales de mayo, el equipo de Trump le había entregado una propuesta por escrito a los iraníes, donde les exigía que detuvieran definitivamente todo enriquecimiento de uranio y proponía la creación de un consorcio regional para producir energía nuclear del que potencialmente participarían Irán, Estados Unidos y otros países del Golfo, como Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos.

Opciones militares

Por más que seguía queriendo alcanzar una solución diplomática, Trump se había convencido de algo que le habían dicho los israelíes: que tener opciones militares viables le permitiría negociar con Irán desde una mejor posición.

El Pentágono tenía varias opciones para destruir las instalaciones nucleares de Irán, pero en enero, tras asumir la presidencia, Trump autorizó al Comando Central de Estados Unidos a coordinarse con los israelíes para seguir ajustando esas opciones.

Para mediados de febrero, el general Michael Erik Kurilla, jefe del Comando Central del Ejército, había elaborado tres opciones en coordinación con los israelíes.

La primera era la opción de mínima: Estados Unidos colaboraría con la misión de Israel en el reabastecimiento de combustible y con apoyo de inteligencia. La segunda, ataques conjuntos entre Israel y Estados Unidos. La tercera, la opción de máxima, era una campaña militar liderada por Estados Unidos con Israel como apoyo, con bombarderos B-1 y B-2, portaaviones y misiles de crucero lanzados desde submarinos norteamericanos. También había una cuarta opción que fue rápidamente descartada y que incluía, además de ataques estadounidenses a gran escala, la incursión de un comando israelí con apoyo aéreo de helicópteros Osprey norteamericanos y otras opciones aéreas.

Pero mientras Witkoff negociaba con Teherán con la mediación de Omán, los israelíes empezaron a impacientarse. En su breve visita de abril a la Casa Blanca, entre otras cosas Netanyahu le pidió a Trump que les suministrara la bomba antibúnkeres Massive Ordnance Penetrator GBU-57 para destruir el complejo nuclear subterráneo de Fordo.

En ese momento Trump decidió darle una oportunidad a la diplomacia y no accedió, y en los días posteriores a la reunión, su equipo ejerció máxima presión para impedir que los israelíes lanzaran ataques preventivos contra Irán. El mensaje del equipo de Trump fue contundente: no pueden actuar por su cuenta.

Sin embargo, Israel siguió adelante son sus planes, en parte por la preocupación de que Irán estuviera acumulando misiles balísticos que podrían usarse para ataques de represalia. Ese fue el telón de fondo de la tensa llamada telefónica de finales de mayo, donde Trump le expresó su profundo descontento a Netanyahu.

Cuando se acercaba junio, Witkoff les informó a sus colegas que Estados Unidos e Irán estaban a punto de llegar a un acuerdo. Pero el 4 de junio, Khamenei rechazó la propuesta. Trump comenzaba a sentir que los iraníes no se tomaban la negociación en serio: su paciencia se estaba agotando.

Un cambio rápido de postura

Públicamente, Trump seguía insistiendo en la importancia de darle una oportunidad a la diplomacia, pero el miércoles pasado no había indicios de ningún avance negociado, y para entonces, el círculo íntimo de Trump sabía que el ataque comenzaría al día siguiente.

El jueves por la noche, mientras se desarrollaba la primera oleada de ataques y aún mantenía abiertas sus opciones, Trump se reunió con su equipo de seguridad nacional en la Sala de Crisis de la Casa Blanca. Ese mismo día les había comunicado a sus asesores y aliados que seguía queriendo llegar a un acuerdo con Irán.

La primera declaración oficial de la Casa Blanca tras los ataques no provino de Trump, sino de Marco Rubio, quien se ocupó de diferenciar a Estados Unidos de la campaña israelí y no mencionó el apoyo que ya le estaba brindando la inteligencia norteamericana.

Pero a medida que avanzaba la noche y los israelíes lanzaban una espectacular serie de ataques de precisión contra líderes militares y sitios estratégicos iraníes, Trump comenzó a cambiar públicamente su postura.

Al despertar el viernes por la mañana, su canal de televisión favorito, Fox News, transmitía imágenes ininterrumpidas de lo que presentaba como el genio militar de Israel. A partir de ahí, Trump no pudo resistir la tentación de atribuirse parte del mérito.

Traducción de Jaime Arrambide

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/estados-unidos/como-paso-trump-de-apostar-por-un-acuerdo-con-iran-a-considerar-atacarlo-nid18062025/

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