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Cristina y el teorema de la tolerancia a la corrupción

La tolerancia a la corrupción es directamente proporcional al acuerdo con las ideas y con los logros del corrupto. La hipótesis de este teorema es fácilmente comprobable en la Argentina. ...

Cristina y el teorema de la tolerancia a la corrupción

La tolerancia a la corrupción es directamente proporcional al acuerdo con las ideas y con los logros del corrupto. La hipótesis de este teorema es fácilmente comprobable en la Argentina. ...

La tolerancia a la corrupción es directamente proporcional al acuerdo con las ideas y con los logros del corrupto.

La hipótesis de este teorema es fácilmente comprobable en la Argentina. Esta semana hubo otra prueba incontrastable con la confirmación de la condena a Cristina Kirchner.

La supervivencia política de Cristina se fundó en la extendida tolerancia a la deshonestidad de una parte significativa del electorado

Detrás de la vergüenza que supone para un país haber elegido repetidamente a una dirigente que terminó condenada e inhabilitada para ejercer cargos públicos se oculta algo más inquietante: el empecinamiento de las mayorías que ganan elecciones de poner al final de la lista de requisitos la condición moral de los candidatos.

La supervivencia política de Cristina se fundó en la extendida tolerancia a la deshonestidad de una parte significativa del electorado. Aún hoy, la mujer más votada de la historia argentina (dos veces presidenta, una vez vicepresidenta y varias veces legisladora) es respaldada por cerca de un tercio de los argentinos que votan. Contra toda evidencia, ven en ella a una perseguida política antes que una delincuente.

La negación persistente fue alimentada por el kirchnerismo con una variada serie de argumentos para disimular las evidencias de corrupción

La confirmación de la condena coincide con una evidente declinación de su jefatura, discutida hasta por el principal dirigente del kirchnerismo después de ella misma, Axel Kicillof. Ya no se sabe si el gobernador quiere seguir siendo definido de esa forma.

En un contexto más general, la aparición de dos fuerzas que la derrotaron, el macrismo y la más reciente irrupción libertaria, destiñó hasta borrar gran parte del relato sobre el que Cristina edificó su jefatura con un peronismo subordinado a sus arrebatos.

La negación persistente fue alimentada por el kirchnerismo con una variada serie de argumentos para disimular las evidencias de corrupción.

Todas esas excusas convertidas en bajadas de línea asumidas por la militancia incluyeron como denominador común la victimización de Néstor y Cristina y de su plana mayor. Cuando no eran los periodistas que investigaban, los enemigos eran dirigentes opositores que denunciaban o el poder capitalista mundial, que se había confabulado en contra del kirchnerismo.

Después llegó la hora de apuntar contra los fiscales y los jueces que habilitaron las denuncias y formalizaron las investigaciones. Y por fin tratar de tumbar a la Corte Suprema, cuando sus miembros dieron muestras de desoír las presiones que Cristina supo ejercer con incendiadas llamadas telefónicas a varios de sus miembros, y de una cierta consistencia jurídica en sus fallos.

El lawfare, combinación satánica que une a periodistas, jueces y políticos en contra de los gobiernos populistas, adquirió entonces categoría de teoría política, ejecutada en varios países de la región al mismo tiempo.

Nada mejor que una falacia convertida en verdad revelada para seguidores asolados por el riesgo de abrir los ojos y ver a sus líderes políticos en toda la desnudez de sus ruindades.

Al final, frente a una realidad llena de evidencias, todo se reduce a un acto de fe que también puede ser descripto como una hipócrita negación para no reconocer que se apoya a dirigentes que encabezaron equipos de ladrones de fondos públicos.

La jefatura de Cristina es un dato que quedará en suspenso una vez que transcurran estas horas de duelo. Seguirá al mando desde su lugar de detención solo si nadie se atreve a enfrentarla

Hasta el martes, cuando su condena quedó firme por una acordada de la Corte, Cristina había agotado todo el repertorio. Salió de las redes para volver a los actos públicos con la intención de incitar a los militantes a salir a la calle. Meter miedo con la supuesta conmoción social que provocaría su condena fue reflejo de una autopercepción agigantada del poder de daño que le quedó al peronismo kirchnerista.

La expresidenta presidiaria sacó del peronismo, que siempre despreció, la memoria mítica del rescate de Juan Domingo Perón, el 17 de octubre de 1945. Las manifestaciones inmediatamente posteriores a la decisión de la Corte no fueron precisamente numerosas. Los gremios que amagaron con un paro solo sacaron un comunicado. Nadie cruzó el Riachuelo en bote ni se mojó los pies en las fuentes de la Plaza de Mayo, al menos por ahora.

La jefatura de Cristina es un dato que quedará en suspenso una vez que transcurran estas horas de duelo. Seguirá al mando desde su lugar de detención solo si nadie se atreve a enfrentarla, empezando por Axel Kicillof, al que el temor de ser considerado un ingrato puso en el papel de presentar las condolencias sin todavía mostrar que irá por las llaves del negocio.

Mucho más allá de la detención, al fin una cuestión de tiempo mientras no se sumen nuevas condenas por los casos Hotesur y Cuadernos, la Corte acaba de despejar una cuestión que ni el peronismo ni sus adversarios habían podido resolver: Cristina ya no será candidata y, en el mejor de los casos y si logra mantener algo del poder que tenía, serán sus delegados los que intenten actuar en su nombre.

De nuevo la historia del peronismo aparece para recordar que ningún delegado del líder terminó bien.

Javier Milei la había elegido como rival a vencer, en tanto ella concentra el populismo de izquierda que quiere derrotar. Ahora el Presidente deberá concentrarse en Kicillof y difícilmente pueda especular con la pelea que agrietaba al kirchnerismo entre la expresidenta y el gobernador.

Como a Cristina, y como antes a su admirado Carlos Menem, los votos lo protegerán de los remezones de casos como el de la moneda virtual $Libra.

El teorema de la tolerancia también aplica a las formas violentas de relacionamiento y la exhibición por el mundo de una nueva versión argentina de fanatismo.

La prepotencia a la que recurrió Cristina durante sus dos mandatos en incontables cadenas nacionales fue celebrada largamente por sus militantes. Pasa otro tanto con los fanáticos de Milei, que braman en las redes sociales cada vez que su jefe insulta a algún economista o maltrata sin pruebas a un periodista.

Todo puede ser más parecido de lo que parece a cierto pasado reciente, en momentos en los que se celebran cambios que todavía están por consumarse. Por eso es legítimo preguntarse: la caja, ¿está en orden?

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/ideas/cristina-y-el-teorema-de-la-tolerancia-a-la-corrupcion-nid13062025/

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