Cuando la yerba mate llegó a Europa y un padre jesuita tuvo que defenderla contra los falsos rumores
Mañana se celebrará el Día Nacional del Mate, fecha instituida hace una década por la ley 27.117 del Congreso Nacional, en conmemoración del nacimiento de Andrés Guacurarí Artigas, reconocie...
Mañana se celebrará el Día Nacional del Mate, fecha instituida hace una década por la ley 27.117 del Congreso Nacional, en conmemoración del nacimiento de Andrés Guacurarí Artigas, reconociendo el valor histórico, cultural y económico de la yerba mate como infusión nacional y símbolo de la identidad argentina.
Fue el sacerdote jesuita José Sánchez Labrador, “un estudioso más empeñoso y escritor más que prolífico” al decir del R.P. Guillermo Furlong. Sánchez Labrador fue quien en su obra Paraguay Natural de 1772, apuntó: “no es yerba como suena, sino la hoja de unos hermosos árboles, la cual se tuesta y muele con prolijidad…. Los indios guaranís, que, cuando entraron los españoles conquistadores en sus tierras, eran los que usaban en bebida la infusión de las hojas, llaman al árbol Cat, nombre compuesto de la voz Caá, hierba y la letra Y, árbol…”
Según el religioso, se corrió la especie en Europa que el uso de la yerba “inducía en los rostros el desmayo de los colores, y los teñía de palidez”. Según él, era porque empezaba a tomar vuelo, en desmedro del té oriental, a lo que agregaba “la mayor parte del reino del Perú, de Chile, del Tucumán, y todas estas provincias, mucha gente de España, y Portugal, acostumbran esta bebida, y con todo conservan los rostros floridos, y de bella tez, así que la tacha, de que rea la Hierba , es mera impostura”. Después de explicar las causas de la palidez agregó: “nada de esto tiene que ver con el Mate; antes bien éste limpia la vías, mueve moderadamente el sudor, tomado en agua caliente; avivando los espíritus, quita el cansancio, y excita las ganas de comer; sobre todo hace expeler por la orina cuanto podía impedir la debida digestión, como lo enseña la cotidiana experiencia”.
Como vemos, Sánchez Labrador se informó y seguramente con alguno de sus compañeros de religión, alguno médico que lo acompañaba en Italia después de la expulsión cuando escribió estas líneas. Sostiene que con agua caliente tiene sus partidarios, pero que “los indios guaranís pocas vecen beben su Hierba en infusión de agua caliente, sino en agua fría” lo que era imitado por los españoles que “experimentan los buenos efectos dichos con su bebida fría”. Aunque agrega “es mejor en gente blanca tomar el mate con agua caliente, mezclando la suficiente azúcar, y unas gotas de agrio de limón o naranja, porque la infusión en agua fría, refresca demasiado el estómago, y sólo puede pasar alguna vez en tiempo de grandes calores, o después de haberse asoleado en los caminos, dando lugar a que sude un poco el cuerpo. En estos casos con agua fría se experimenta favorable”.
Como vemos el padre Sánchez Labrador fue un gran defensor en España de la yerba mate, ante los defensores del té oriental, del café de Turquía y del chocolate americano.
En el arteAbundan las referencias en los viajeros sobre la bebida tan difundida en la actualidad. No faltan tampoco en el arte. Carlos H. Pellegrini en su acuarela “Enamorando”, presenta al paisano guitarra en mano, cantándole a la china que sostiene un mate y también en “Payada en el rancho”; Morel en “La familia del gaucho”, León Palliére en “El asado” presenta a dos gauchos mateando y en “La Posta”, y Prilidiano Pueyrredon en “Un alto en el camino”, “San Isidro” y “La Era” presenta personajes degustando la infusión, y hasta la lavandera que vuelve del río, lleva una pequeña pava, seguramente para el mate.
Más cerca en el tiempo, el pintor costumbrista José Gerompini, dejó en el lienzo una escena de las damas patricias reunidas en junio de 1812 en la casa de Escalada para comprar las armas y armar el brazo de los valientes, y una de ellas está con el mate en la mano; obra que se encuentra en el Museo Histórico Nacional.
Quizás más emblemática, es la que el francés Raymond Monvoisin nos dejó de un “Soldado de la guardia de Rosas” que ilustra esta nota durante su breve estadía en Buenos Aires desde setiembre de 1842, y que Martiniano Leguizamón consideró como “el mejor documento sobre el gaucho de esa época memorable, no solo por el ambiente de la pampa, el colorido del cielo y la valentía y propiedad de la airosa figura, pintada con mano maestra, sino también por la fiel reproducción de la indumentaria gauchesca” donde, agregamos nosotros, el personaje tiene un mate en su mano.