Cuestión de género: una reflexión con humor sobre el modo de comprender las identidades
Cuestión de género, de Jade-Rose Parker. Versión: Pablo Kompel y Ricardo Hornos. Elenco: Moria Casán, Jorge Marrale, Paula Kohan y Ariel Pérez de María. Dirección: Nelson Valente. Duración:...
Cuestión de género, de Jade-Rose Parker. Versión: Pablo Kompel y Ricardo Hornos. Elenco: Moria Casán, Jorge Marrale, Paula Kohan y Ariel Pérez de María. Dirección: Nelson Valente. Duración: 80 minutos. Sala: Teatro Metropolitan. Funciones: de miércoles a domingos. Nuestra opinión: buena.
Cuestión de género no es un espectáculo que admita una lectura crítica lineal ni en una única capa, ya que son muchos y muy diversos los elementos que lo constituyen como espectáculo.
Por un lado está el texto dramático, escrito por Jade-Rose Parker, pero que aquí llega con una versión adaptada a lo local, con muchísimos guiños -típico de la escena comercial vernácula- a nuestra propia farándula (frases del estilo del “si querés llorar, llorá”, o “te perjudicás vos” o la célebre “shock” de Susana Giménez aparecen desparramadas por el texto con el objetivo de hacerle un guiño a la platea, la que claramente lo celebra).
Pero más allá de esos localismos, el texto pone en escena críticamente a la política, a través de un candidato a intendente hipócritamente progresista (Jorge Marrale) que se enfrenta a un contrincante (Ariel Pérez de María), que representa a “la ancha avenida del medio”.
Ambos políticos desnudan una concepción en la cual su trabajo consiste meramente en obtener votos, a como dé lugar. Esta línea tan naif como satírica sobre la política y la democracia se verá complementada con comentarios hilarantes sobre el teatro (oficio de la hija de la pareja protagónica en la ficción, interpretada por Paula Kohan) y una mirada en algunos momentos aguda, en otros desprejuiciada y banal, sobre la política de géneros y el modo de comprender las identidades.
Aquí surge una de las primeras capas de relevancia de este estreno, ya que pone sobre el escenario del Metropolitan una visión de la sociedad y las identidades que ya creíamos conquistadas y que vuelve a ser puesto en duda en los discursos más poderosos del planeta. Desde allí no sorprende que la decisión de casting haya sido que sea Moria Casán quien represente a Jade, esta mujer que enfrenta una situación compleja de salud y que, a causa de eso, deberá revelar un secreto que oculta desde hace más de 30 años. Desde esa perspectiva, el sentido que Casán le aporta a su personaje excede, y por mucho, las cuestiones artísticas.
Desde allí la gran pregunta que se desprende es en torno a las decisiones de puesta en escena tomadas por Nelson Valente, un director de una prolífica carrera y un especialista en la representación de vínculos familiares. Sabe como pocos combinar el drama con el humor, lo que conecta a su teatro con una zona muy atractiva de la comedia a veces satírica, a veces paródica, y la mayoría de las veces grotesca.
En este proyecto singular, a diferencia de lo que ocurre en su teatro, pareciera no haber encontrado el modo de amalgamar cada una de las poéticas actorales con las que cuenta. Casán lleva adelante su personaje con permanentes guiños cómplices a la platea, con tentaciones varias que la llevan a buscar la letra y encontrar nuevamente el tono. Nada que sorprenda ni moleste a un público acostumbrado a Casán, una de las artistas locales que tiene habilitado casi todo sobre el escenario, porque desde esa libertad ha construido a su personaje público. La referencia inicial de ella bajando una escalera como si fuera la tradicional revista porteña es potente, aunque con el correr de los minutos se va desdibujando.
Jorge Marrale, en cambio, busca darle cierta carnadura a su personaje, corriéndolo de la pura máscara, aunque por momentos recurre a un tono y un modo de hablar muy lejos de todo naturalismo. Y la otra pareja, hija y yerno, brillantemente interpretadas por Kohan y Pérez de María, se ubican en una zona mucho más emocional de la interpretación. Y es que en buena medida la obra así lo requiere por su propio recorrido dramático: la noción de identidad -tan cara a los argentinos- surge por diferentes vías en esta familia y hacia el final reconoce todas las tensiones que puede haber en torno suyo, con la búsqueda de los orígenes “verdaderos” de una persona y la necesidad de liberarse de esa misma historia de otra.
