“¿Dulce o truco?“. Cómo creció el festejo de Halloween en las aulas y las calles de la Argentina
Cada 31 de octubre el ritual se repite: disfraces, telarañas, calabazas, esqueletos y una pregunta que ya cruzó generaciones: “¿dulce o truco?“. Lo que empezó como una ...
Cada 31 de octubre el ritual se repite: disfraces, telarañas, calabazas, esqueletos y una pregunta que ya cruzó generaciones: “¿dulce o truco?“. Lo que empezó como una celebración pagana del fin de las cosechas en los pueblos celtas se transformó en una de las fechas más globales del calendario. Halloween —también llamada Noche de Brujas— hoy moviliza a millones de personas en todo el mundo y, cada año, gana más espacio en la Argentina: en los colegios, en los barrios y hasta en los museos. La tradición que mezcla miedo y juego ya no es ajena; se volvió parte de la cultura urbana y escolar.
En distintos colegios de la provincia de Buenos Aires y de la ciudad, la jornada de Halloween se vivió entre actividades recreativas, disfraces y reflexiones sobre los orígenes de la festividad. En el Instituto Santa Rita de Tigre, por ejemplo, los pasillos se transformaron: las puertas se cubrieron con huellas ensangrentadas, telarañas, muñecos que parecían salir desde adentro y frases que pedían auxilio, mientras otras mostraban murales con luces de colores y letras del abecedario al estilo de la serie Stranger Things. La escuela organizó una jornada participativa en la que la creatividad fue tan protagonista como el aprendizaje.
En el marco de sus actividades escolares, la institución llevó adelante una propuesta denominada “Actividad Escolar de Halloween: Tradición, aprendizaje y participación colectiva”. Incluyó decoración de puertas, dinámicas grupales y propuestas participativas que fomentaron la creatividad y el trabajo en equipo entre los estudiantes. Antes de la instancia lúdica, se realizó un conversatorio con especialistas en el que se abordaron el origen y la evolución de la festividad, haciendo foco en la valoración de los ciclos naturales, lo ancestral y las transformaciones culturales que dieron lugar a la celebración tal como se conoce hoy. La propuesta buscó articular lo recreativo con lo académico, promoviendo una mirada crítica sobre el impacto social contemporáneo de Halloween y propiciando espacios de reflexión colectiva, actividades lúdicas y aprendizaje significativo.
“La actividad es una propuesta de cada año en la que participan los tres niveles, cada uno de ellos respetando los intereses e inquietudes de las edades. Desde nivel inicial y primario, donde se fomenta lo lúdico y la presencia de la fantasía como parte del desarrollo cognitivo, además se pone de manifiesto el juego de roles y la dramatización. Desde el nivel secundario, la propuesta toma un carácter de mayor rigurosidad académica ya que es encarada desde el área de inglés y articulada con un especialista en el área con quien se realizó un conversatorio donde se planteó un recorrido histórico desde el origen ancestral de la celebración en los países nórdicos, su transformación cultural durante la Edad Media, la interdiscursividad entre las festividades anglosajonas y las latinoamericanas, y el impacto social actual y comercial", explicó a LA NACIÓN Rocío Gatica, vicedirectora del nivel secundario.
“La decoración de puertas fomentó la creatividad y la reflexión como parte de la selección de la temática y el trabajo en equipo, además del abordaje de textos en inglés porque entendemos que el idioma está íntimamente ligado a las creaciones culturales y les permite conocer las creencias, los miedos y las esperanzas de una sociedad. La idea es que nuestros alumnos conozcan las tradiciones de las culturas de Occidente, también como parte de la cultura inglesa que es el idioma que enseñamos. Es una manera de conocer las distintas cosmovisiones, sus interpretaciones y de abrir el abanico cultural de nuestros estudiantes”, concluyó Gatica.
En el Complejo Educativo Nenelandya Rubén Darío, de Villa Ballester, la consigna también unió juego y conocimiento. La escuela —de orientación laica— celebró Halloween como una oportunidad de aprendizaje intercultural dentro del Proyecto Institucional de Inglés. “En este marco, la celebración de Halloween se desarrolló como una actividad cultural, lúdica y educativa, en la que los estudiantes tuvieron la oportunidad de aprender, compartir y divertirse, sin ningún tipo de connotación religiosa. Como institución laica, concebimos esta fecha como una instancia de aprendizaje cultural dentro del proceso de enseñanza del idioma inglés, promoviendo el respeto por la diversidad y la curiosidad por las tradiciones de los pueblos angloparlantes”, explicaron desde la institución a este medio.
El origenHistóricamente, recordaron, Halloween proviene de la expresión All Hallows’ Eve, que significa “víspera de Todos los Santos”. Sus orígenes se remontaron a la antigua celebración celta del Samhain, una festividad que marcaba el final de las cosechas y el inicio del invierno. Con el paso del tiempo y la influencia de distintas culturas, esta tradición se transformó en lo que hoy se conoce como Halloween, una fiesta popular en países de habla inglesa.
“Desde el área de inglés, no celebramos Halloween desde un sentido religioso o esotérico, sino como una oportunidad para acercar a los estudiantes a la cultura y las costumbres de los países donde se habla el idioma, desarrollando la competencia comunicativa a través de experiencias significativas. Por medio de juegos, canciones, dramatizaciones, historias y actividades creativas, los niños y jóvenes usaron el inglés en contextos reales, ampliando su vocabulario y su comprensión cultural, mientras disfrutaron del aprendizaje. De esta manera, Halloween en nuestra escuela se convirtió en un momento de encuentro, aprendizaje y diversión, donde la lengua y la cultura se entrelazaron para fortalecer el sentido de comunidad y el placer por aprender”, destacaron.
En las aulas se pudieron ver decoraciones con calabazas, murciélagos, telarañas y mensajes en inglés como “Hello” y “Goodbye”. En los cursos superiores, los alumnos trabajaron con dramatizaciones y relatos en inglés, mientras que los más chicos participaron de juegos, canciones y actividades creativas que combinaron aprendizaje y diversión.
En el Colegio San Nicolás, en Los Polvorines, los grados inferiores también salieron de la rutina: las brujas, los esqueletos y los disfraces de terror tomaron las aulas, en una jornada en la que el miedo se volvió una excusa para aprender jugando. Allí, como en otras escuelas de la zona, Halloween se consolidó como una oportunidad de encuentro, creatividad y aprendizaje compartido.
Del aula a la calleLa ciudad de Buenos Aires también se sumó al espíritu de Halloween con una agenda cada vez más amplia. En Villa Crespo, el Mercat organiza su tradicional celebración libre y gratuita, con concurso de disfraces, cosplayers, maquillaje artístico, shows en vivo y premios. En Puerto Madero, el Circo Ánima despliega el espectáculo Mundo Halloween, que mezcla acrobacias, efectos visuales y tecnología para crear una experiencia inmersiva entre luces, sombras y música.
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El Museo Argentino de Ciencias Naturales, por su parte, reabre de noche para su clásica Noche de Brujas, con recorridos temáticos y sorpresas pensadas para todas las edades. En el Centro Cultural Konex, el ciclo Laberinto masticable propone una comedia de terror familiar donde los chicos se convierten en protagonistas de una tarde de juegos y música. Y en Retiro, el Museo Nacional Ferroviario transforma sus vagones históricos en un escenario de fantasmas, brujas y escenas del cine de terror, con maquillaje temático, talleres de amuletos y DJ en vivo.
En todos los casos, el espíritu es el mismo: una celebración colectiva donde el miedo es una excusa para encontrarse.
Las casas embrujadas de zona norteEn distintos barrios privados y countries del norte del conurbano bonaerense, Halloween se vive con una estética que recuerda al estilo norteamericano. En Pilar, los frentes de las casas se cubren con telarañas, calaveras, muñecos y figuras colgantes, mientras los chicos recorren las calles con bolsas en mano para pedir “dulce o truco”.
En uno de los barrios cerrados, los vecinos reciben un recordatorio de la Fiesta de Halloween del 1° de noviembre. En el mensaje, que circula entre los residentes, se invita a participar de una recorrida y un desfile que incluye la entrega de un premio al mejor disfraz.
En las calles ya se ven decoraciones de todo tipo: puertas cubiertas con gasas blancas y arañas, plantas rodeadas de cruces, máscaras apoyadas sobre las escaleras y esqueletos colgando de los árboles. Algunas casas suman luces anaranjadas en las galerías, figuras de fantasmas en las ventanas y calabazas iluminadas en los jardines. Las familias preparan los adornos durante días, y los más chicos esperan el anochecer para salir en grupo con linternas y canastas, entre risas, música y gritos de susto.
El entusiasmo también se siente en La Merced de Béccar y Los Faroles, donde después de varios años sin festejos, los vecinos retoman la tradición. “Hace veinte años mi marido y yo éramos los que organizábamos un poco el festejo. Todos los sábados a la tarde, cerca de Halloween —o el viernes anterior—, salían todos los chicos y las casas estaban decoradas con la temática. En los últimos tres o cuatro años se había dejado de festejar; yo, con los hijos ya grandes, no lo organizaba más. Pero este año, por primera vez en cuatro o cinco años, la gente volvió a ponerle muchas ganas”, cuenta Verónica, vecina de La Merced, en diálogo con LA NACION.
“Ya hay flyers pidiendo que decoremos las casas y los chicos, a la salida del colegio, se supone que van a salir a pedir dulces. Eso pasa tanto en La Merced de Béccar como en Los Faroles. Lo curioso es que muchas familias que al principio me decían ‘Halloween no, cómo vamos a festejar Halloween, apenas tuvieron hijos me escribían para traerlos al festejo: ¿Puedo llevar a mis hijos a festejar Halloween?”, relata.
Verónica agrega que la propuesta trasciende el plano infantil: “También hay muchas fiestas nocturnas de adolescentes y adultos. Mi hijo, que tiene 26 años, va a un boliche que hace toda una noche temática de Halloween. Me parece que eso también muestra que ya se instaló: no es solo algo de los chicos”.
En las calles arboladas del norte bonaerense, entre risas, luces y calabazas encendidas, Halloween vuelve a sentirse como una celebración compartida: una mezcla de tradición importada, juego colectivo y ganas de recuperar un ritual que —a fuerza de disfraces y dulces— ya forma parte del paisaje local.
El debate digitalComo cada año, las redes sociales también se convirtieron en campo de discusión. En X, los hashtags #HalloweenSí y #HalloweenNo marcaron el pulso del debate. Algunos usuarios celebraron la oportunidad de compartir una tradición divertida y multicultural:
me encanta hallowen loco ojalá se viviera más como en otros paises :(
— selena (@lovesosickkk) October 31, 2025AMO HALLOWEEN! AMO LOS DIFRACES! AMO EL DÍA DE BRUJAS! AMO LOS DULCES! AMOOOOOOO
— kvbo🩷 △⃒⃘ (@_valeba_) October 31, 2025Otros, en cambio, cuestionaron la adopción de una costumbre extranjera:
Me cuesta todavía entender por que acá en Argentina se festeja hallowen??????? Me dan vergüenza
— Sofia🧚🏽♀️ (@rocasofia004) October 30, 2025Todos están con lo de Halloween, una tradición gringa pero luego se hacen los desentendidos con las celebraciones del Día de los Muertos que creen que son solo mexicanas cuando en la zona andina (Argentina!) también se celebra. No abrieron un solo libro de cultura en su vida.
— . (@heyitsrosie) October 31, 2025Entre los disfraces y las discusiones, Halloween volvió a instalarse como un espejo de época: una mezcla de culturas, generaciones y miradas sobre lo que significa celebrar.
Una tradición que no deja de mutarHalloween llegó a la Argentina hace décadas, pero en los últimos años se consolidó en los espacios educativos, en la agenda cultural porteña y en los barrios del conurbano. Lo que antes parecía ajeno hoy forma parte del paisaje: chicos disfrazados en las escuelas, telarañas en las casas, luces naranjas en los comercios y hashtags en las redes.
En el fondo, la Noche de Brujas no es solo una excusa para el juego o el disfraz. Es una tradición que, adaptada y resignificada, conecta a las generaciones con el paso del tiempo, el miedo y la alegría de celebrarlo juntos.