Es amazonas, cría caballos de paso peruano y cuenta cómo esta raza se convirtió en la embajadora silenciosa de su país
LIMA.- Los caballos se pasean como si fueran bailarinas. Sus pezuñas golpean delicada y velozmente sobre la tierra, dan saltitos mientras que su lomo permanece quieto durante el andar. Además de ...
LIMA.- Los caballos se pasean como si fueran bailarinas. Sus pezuñas golpean delicada y velozmente sobre la tierra, dan saltitos mientras que su lomo permanece quieto durante el andar. Además de la elegancia incomparable, son los ejemplares más suaves del mundo para cabalgar desde que, en la época del virreinato, sus antepasados aprendieron la marcha lateral -llamada paso llano- y luego se transmitió de generación en generación hasta consolidar una nueva raza que acentúa la comodidad. Los caballos de paso peruano mueven juntas las dos patas de un mismo lado, posibilitando cuatro apoyos consecutivos. El resultado es un desplazamiento armónico y sin rebotes.
En la Hacienda Los ficus, ubicada en el valle de Lurín -15 minutos al sur de la ciudad de Lima-, se crían caballos peruanos campeones que son considerados el “embajador silencioso” de Perú. El lugar, que funcionó siempre como casa familiar de fin de semana y criadero, abrió sus puertas al público y se convirtió en un atractivo turístico.
La visita consiste en pasar un día de campo. Se recorren las caballerizas, siguiendo el relato sobre la historia y la explicación de las particulares de esta raza. Luego, y antes del almuerzo, viene el plato fuerte: un espectacular show en el que jinetes con trajes típicos dan muestra de las habilidades a las que se debe su fama internacional.
Hoy nuestra anfitriona es Elsa de Puga, dueña de la estancia, criadora y amazonas, quien nos recibe con amabilidad y ostensible orgullo. Es limeña y desde hace 35 años dedica su vida a estos nobles animales.
Fue su marido, gran chalán, quien la introdujo en la pasión. “Me enamoró la sensibilidad que tienen- dice-. Realmente estos seres vivos, que son grandes y que imponen, cuentan con un séptimo sentido. Eso me impresionó mucho y logré muchas cosas con ellos, me llevaron a mejorar yo para entenderlos“.
La crianza, según Elsa, no es solo un tema físico o genético, sino también emocional. Tal como demostró su experiencia con Vendaval.
Vendaval había sido educado y tenía todas las aptitudes necesarias para ser campeón. Pero lo traicionaba su temperamento. Era imposible montarlo sin que se estresara. Mucho más difícil resultaba hacerlo entrar a una cancha: “era un caballo con mucho adorno, con mucho brío, con un gran corazón y muy noble, pero lo asustaba todo -recuerda Elsa-. Mi gran desafío era lograr que él pudiera estar relajado. Entonces, lo bajamos a cuatro riendas. Comencé a trabajarlo a pie, a brindarle cariño, a darle confianza para que no tenga miedo de mí“.
Para Elsa, la motivación del concurso no estaba principalmente en el premio, sino en que el caballo estuviera bien. La confianza mutua fue clave. Y el resultado, una grata confirmación de la misión cumplida. "Fue un campeón de campeones, salió tricampeón de concursos. Él me enseñó a mí y yo le enseñé a él”, se emociona Elsa.
Una raza que nace en el virreinatoLa raza del caballo de paso peruano es una “creación”. En la era del virreinato, que se asentó en Perú en 1535, los caballos constituían el único medio de transporte para los largos viajes que se hacían desde El Callao hasta la Patagonia.
Los españoles habían llevado al Río de la Plata
y su andadura era la tradicional, dos tiempos.
En Perú, estos caballos se adaptaron al medio ambiente, la geografía y la idiosincrasia local. El desarrollo del característico paso del caballo peruano, con sus cuatro apoyos consecutivos, fue un proceso de selección local a lo largo de muchos años. La gente con “buen ojo” cruzaba los caballos más suaves con otros más suaves para lograr esa comodidad en el viaje.
Al relatar la evolución, Elsa aclara que esta suavidad no es casualidad, sino que se logró “en base a la necesidad, al viaje”. Hoy, con carreteras y vehículos motorizados, el caballo ha quedado como un legado. Nace “así”, con esa genética de paso suave, ya está “en la sangre”.
Aunque la genética es fundamental, Elsa asegura que tampoco lo es todo. Un buen manejo es crucial. Desde pequeños, los potros deben ser criados con cuidado, paciencia y respeto.
Una buena formación en educación, alimentación adecuada, buen sitio (potrero) y trabajo correcto, además de sanidad (vacunas, casqueo), son esenciales para lograr un animal seguro y con brío, además de confortable.
De Perú al mundoElsa considera que el caballo de paso peruano es una “joya” que debe ser compartida. Por ello, hace más de 10 años, junto a su esposo y amigos, decidieron abrir las puertas del criadero a visitantes.
En la Finca Los Ficus, la idea es compartir la pasión y el orgullo que sienten. “Montar un caballo de paso es una maravilla, te sientes en el cielo”, celebra. Los turistas son invitados a dar una vuelta para comprobarlo. Elsa tiene razón.
Agradecemos a Promperú su colaboración para la realización de esta nota.