Fue dueño de la casa de Mi pobre angelito y revela todos los secretos de vivir en un lugar emblemático del cine
Durante más de dos décadas, John Abendshien vivió en una de las casas más icónicas del cine. Ubicada en Winnetka, Chicago, Illinois, fue el escenario principal de ...
Durante más de dos décadas, John Abendshien vivió en una de las casas más icónicas del cine. Ubicada en Winnetka, Chicago, Illinois, fue el escenario principal de Mi pobre angelito (Home Alone), la comedia navideña que marcó a generaciones. Hoy, a casi 30 años de su estreno, contó por primera vez cómo esa experiencia cambió su vida. “Nunca más estuvimos solos”, recordó.
Cómo comenzó todo: de un llamado a su puerta a vivir en un set de filmaciónEl día que una productora tocó el timbre de su casa, John no imaginó que cambiaría su vida para siempre. La mujer le dijo que buscaban una locación en el barrio para una filmación y le preguntó si estaba interesado. Poco después regresó con una propuesta: su residencia sería el epicentro de una película que luego se convertiría en un ícono del cine familiar y Abendshien aceptó.
El rodaje comenzó en 1990 y duró cinco meses, según informó NBC Chicago. El equipo transformó los ambientes con escenografías, trampas y decorados que luego quedaron inmortalizados en la pantalla grande.
El período de la filmación fue intenso. John señaló que prácticamente convivieron con los actores y los técnicos. “Se volvieron casi familia, en un punto”, consideró el hombre que ahora escribió un libro (titulado Home But Alone No More) que está pronto a salir a la venta y rememora aquella época y lo que vino después.
“El libro cuenta la historia de cómo la casa fue elegida, cómo fue vivir acá y conocer al elenco y a la producción”, dijo.
Una casa convertida en leyenda de Hollywood y en un imán para los fansLa casa de Kevin, “el pobre angelito” que quedó solo en la enorme propiedad y que lanzó al estrellato a Macaulay Culkin, está situada en el 671 de la avenida Lincoln, en Winnetka, Chicago.
Tras el estreno del filme, en enero de 1991, se convirtió en parte de la historia del cine. Su dueño y su familia nunca más pudieron recuperar la tranquilidad en su hogar. Cientos de fanáticos se agolpaban en la vereda todos los días para sacarse fotos.
Lo que al principio creyó que sería un furor pasajero se transformó en una rutina: “Era como vivir en una pecera”, recordó Abendshien.
En días normales, la fachada recibía unas 400 visitas. Pero durante las fiestas, el número crecía a miles.
Cada Navidad, la cuadra entera se llenaba de curiosos que querían ver de cerca la casa de los McCallister. El furor nunca cesó.
Años después, incluso comenzaron a venderse réplicas en forma de galleta de jengibre con la fachada exacta, detalló el hombre en la web oficial de su libro.
De la vida familiar a una atracción turísticaLa vida cotidiana en esa casa cambió por completo. John y su familia debieron adaptarse al constante movimiento de personas, autos y fotógrafos. En su libro, no solo narra los entretelones del rodaje, sino también cómo convivieron con esa fama inesperada.
La experiencia lo llevó a reflexionar sobre la familia, el hogar y lo que ocurre cuando tu vida privada se convierte en parte de la cultura popular. John expresó: “Después de todos estos años sigo pensando: ‘Dios, ¿cómo pasó todo esto?’”.
El presente de la casa: restauración y experiencias exclusivasEn 2012, los Abendshien vendieron la propiedad por US$1,5 millones. Desde entonces, la casa tuvo nuevos dueños que comenzaron a restaurarla para que luzca exactamente como en la película. La idea es devolverle la estética que millones de personas reconocen al instante.
En 2021, durante una campaña especial de Airbnb, la vivienda se ofreció por una noche para una experiencia temática completa: cena a la luz de las velas con macarrones con queso, una pizza gigante, decoraciones navideñas y la posibilidad de dormir en la icónica habitación de Kevin.
Cómo un experto en salud pública saltó a la fama por Mi pobre angelitoJohn Abendshien nunca tuvo relación con el mundo del espectáculo. Se desempeñó como consultor en estrategias sanitarias y asesoró a grandes sistemas de salud en Estados Unidos. Sin embargo, su legado más conocido quedó en el cine, sin haberlo buscado.
Con Home But Alone No More, John decidió relatar cómo vivió el arrollador fenómeno que cautivó a varias generaciones y que se convirtió en una película de culto.
El libro no solo repasa los cinco meses de filmación, sino también las décadas de atención, sorpresas y anécdotas que llegaron después. Según él, la casa ya no fue solo suya: pasó a ser de todos.