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“Fuerza creativa”. Esther Cross ingresó a la Academia Argentina de Letras con un discurso sobre la escritura biográfica

Ayer a la tarde, en el Palacio Errázuriz tuvo lugar la incorporación pública de la escritora, psicóloga y traductora ...

“Fuerza creativa”. Esther Cross ingresó a la Academia Argentina de Letras con un discurso sobre la escritura biográfica

Ayer a la tarde, en el Palacio Errázuriz tuvo lugar la incorporación pública de la escritora, psicóloga y traductora ...

Ayer a la tarde, en el Palacio Errázuriz tuvo lugar la incorporación pública de la escritora, psicóloga y traductora Esther Cross (Buenos Aires, 1961) a la Academia Argentina de Letras (AAL). A Cross, que había sido elegida en 2023, le fue asignado el sillón n° 7 “Fray Mamerto Esquiú”. La autora de La mujer que escribió Frankenstein, sobre Mary Shelley, brindó el discurso “El peligro de contar de una vida”, acerca de la escritura biográfica y autobiográfica y los libros de memorias.

¿Cuál es el cuento más importante de la literatura argentina del siglo XX?

“Los fotógrafos quieren que el tiempo se detenga -dijo-. Los biógrafos que no. Para ellos, el pasado ‘es una cinta movediza en perpetuo movimiento, llena de imágenes, que retroceden hacia atrás’. Por eso desconfío un poco cuando alguien dice que contar una vida es hacer un retrato”. Indicó que existe una “superstición” entre los autores de biografías: “la exactitud”. Cross es una de las escritoras de mayor sutileza, elegancia y perspicacia de la literatura argentina contemporánea.

Participaron del acto el presidente y el vicepresidente de la AAL, Rafael Felipe Oteriño y Santiago Kovadloff, y los académicos Antonio Requeni, Alicia María Zorrilla, Hugo Beccacece, Jorge Fernández Díaz, Pablo Cavallero, Santiago Sylvester, Jorge Fernández Díaz, Hilda Albano, Eduardo Álvarez Tuñón, Leonor Acuña, Javier González, Alejandro Parini, Sofía Carrizo Rueda, Oscar Conde, Andreína Adelstein, Ángela Pradelli (con quien Cross coeditó la antología La Biblia según veinticinco escritores argentinos) y Pablo De Santis, que hizo una cálida presentación de su amiga y colega.

También acompañaron a la autora de Tres hermanos las escritoras Betina González (con quien Cross escribió La aventura sobrenatural), Paula Pérez Alonso, Ana María Shua, Luisa Valenzuela, Laura Galarza, Cristina Mucci, Claudia Piñeiro, María Rosa Lojo y Brenda Becette, y los escritores Guillermo Martínez, Enrique Solinas, Carlos Chernov (de regreso de México al país) y Ricardo Coler, pareja de Cross.

“La asunción académica pone de relieve uno de los actos más trascendentes de nuestra vida institucional -explicó Oteriño al comienzo del acto-. Es la coronación de un proceso que comienza con la propuesta de ingreso de una figura relevante de la cultura argentina, firmada por cuatro académicos, y que, luego de los correspondientes análisis y deliberaciones, es votada por el pleno”.

“Narradora, ensayista, traductora, minuciosa en la construcción de sus historias, silenciosa en su temperamento, pero fogosa por la fuerza creativa de sus narraciones, es una de las voces más singulares de la literatura argentina -agregó sobre la autora de Radiana-. Sabe que escribir y habitar el mundo de las letras y, particularmente, el de la ficción literaria, es la inmersión en un tiempo duradero, fecundo y enigmático, en el que, dando vida a personas, entrelazando tiempos y lugares, buscando explicación para lo inexplicable, no solo acrecienta la dimensión de la realidad, sino que, impensadamente, construye el auténtico perfil de sí mismo”.

De Santis hizo un recorrido por la obra de Cross. “Quizá los libros más reconocidos de su obra, dentro y fuera de nuestras fronteras, sean Kavanagh, Radiana y La mujer que escribió Frankenstein -sostuvo-. Me gusta pensar que fue Radiana la que abrió la puerta a esta biografía tan personal de Mary Shelley, pero eso nunca lo sabremos. La cronología de los libros publicados no siempre se corresponde con los calendarios de la imaginación. Mary Shelley aparece en estas páginas con su pasión, sus duelos, su terrible juventud, pero también nos asomamos a la ciencia de la época, al ambiente de la Villa Diodati donde nació el monstruo de Frankenstein y al negocio de los ladrones de cadáveres. Mary Shelley escribía atenta a sus visiones pero también a las noticias macabras de los periódicos. Esther Cross convierte la vida de Mary Shelley en otro relato gótico, no menos extraño que la historia del doctor Frankenstein”.

Después del discurso de De Santis, la académica recibió la medalla, la insignia y el diploma de la AAL.

Fragmentos de “El peligro de contar una vida”

En los años cincuenta del siglo pasado, había un maestro tatuador en Inglaterra que se llamaba George Burchett. Era la máxima autoridad en su oficio, un hombre práctico y aventurero, que atendía en el East End de Londres con delantal de médico. Reyes, aviadoras, oficinistas y divas de cine: todos querían sus tatuajes, y él los atendía sin perder el temple. Por su camilla pasaron el señor que tenía artritis y se dibujó bisagras en las articulaciones, el hombre momia, el hombre cebra y el matón que se estampó un mandala de flores en la cara. Los clientes le llevaban una idea y él la hacía realidad. Pero cuando se sentó a escribir sus memorias, las manos le empezaron a temblar.

Siempre me impresionó la vacilación de este maestro de la aguja afilada. Le dedico esta tarde a ese temblor y a los libros que cuentan una vida, sea la propia o la ajena. No puedo imaginar una prueba más concluyente de la vitalidad de estos libros que ese temor.

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Virginia Woolf creía que los momentos vividos con intensidad deben seguir existiendo en alguna región paralela y que debe haber un dispositivo que una pueda conectar, como un enchufe a una pared, para escuchar lo que hay del otro lado. Escribía los recuerdos de su infancia palpando esa pared. Richard Holmes prefiere la imagen del puente roto. Otros, la de una figura que se va animando mientras la persiguen, como un juguete a fricción. Hermione Lee pregunta de dónde vienen estas comparaciones con el espionaje, el contrabando y la magia. ¿Por qué hacen falta? ¿Qué tratan de expresar? En el prólogo de una biografía, un autor dice que querría filmar por dentro las cartas y las fotos de su biografiada. Reiner Stach, biógrafo de Kafka, quisiera vivir lo que pasó tal como lo vivieron las personas que estaban presentes en el momento. Le gustaría ser Franz Kafka. Pero sabe que es imposible.

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Para escribir una vida se necesita un poco de audacia, igual que para vivir. Será por eso que en los cementerios hay tantas lápidas con un nombre, dos fechas y nada más. Las biografías y las memorias no solo cuentan una vida. La cuentan y la transmiten. No solo nos conectan con el pasado, el único lugar que por definición se queda siempre sin señal. Logran lo que quería Borges: un individuo despierta en otro individuo recuerdos que no pertenecieron más que a un tercero. En eso se parecen a las traducciones, otra manera de hacer literatura que reconoce a un ausente y trata de escucharlo. No existirían sin esa colaboración. Así, estos libros tímidos, que en general pasan desapercibidos, son las más raros que hay.

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Cuando le preguntaron quién habría querido ser, Silvina Ocampo contestó: “Yo misma, corregida varias veces por mí misma”, y no se dejó acorralar. En Animalia, Silvia Molloy se sorprende del tiempo que tardó en asumir su necesidad de vivir con animales. El Barón Corvo quería ser fotógrafo submarino, pintor, escritor, gondolero, y cumplió casi todos sus sueños pero cuando no lo dejaron tomar los votos y convertirse en cura, se llenó de resentimiento.

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La relación entre la vida vivida y la no vivida es un misterio. Si una persona prudente es transgresora en su vida no vivida, ¿no es justamente en esa tensión donde podemos encontrarla? “Una parte del trabajo del biógrafo es adivinar cuál es la vida que el otro no pudo vivir o hubiera querido vivir (porque probablemente eso diga más de él o de ella que la vida vivida)”, dice Michael Holroyd.

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María Esther Vázquez cuenta, en su biografía de Borges, que Xul Solar se consideraba un ángel caído del cielo y “que por eso era inmortal y podía entrar en éxtasis y levitar en cualquier momento”. No tenemos pruebas de que haya levitado. Sabemos que una tarde fue a casa de Borges y para demostrar sus poderes, se acostó en el suelo, a oscuras y pidió silencio. “En ese momento, entró la madre de Borges en el cuarto y le advirtió que si no se levantaba del suelo lo echaba de su casa”. El inventor de la panlengua tenía un poder de convicción tan grande que cuando murió, en el velorio, su mujer le dijo a Borges: “Se da cuenta qué papelón; morirse él, que decía que era inmortal”. En esta historia encuentro algo que me gustaría señalar: es la exageración de un fenómeno común. En el fondo, sentirse inmortal es algo sano y necesario para andar por la vida. Escribir una biografía sin tenerlo cuenta es caer en una especie de trampa melancólica.

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Cuando se publicó la Autobiografía de Agatha Christie en 1977, después de su muerte, los lectores leyeron con ansiedad. Deseaban llegar a la parte del famoso episodio de diciembre de 1926, cuando la escritora salió de su casa, se subió al auto y se esfumó. La habían encontrado a los once días, registrada en un hotel con el nombre de la amante de su marido, y alegó amnesia cuando la interrogaron. Creo que Agatha sabía bien que un suceso de ese tipo, repetido hasta el cansancio, puede arruinar tanto la vida como la post vida de cualquiera. No se dejó enjaular por el famoso episodio. En su autobiografía de 550 páginas no habla del tema.

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Los fotógrafos quieren que el tiempo se detenga. Los biógrafos que no. Para ellos, el pasado “es una cinta movediza en perpetuo movimiento, llena de imágenes, que retroceden hacia atrás”. Por eso desconfío un poco cuando alguien dice que contar una vida es hacer un retrato. Creo que si los escritores que cuentan una vida tratan a toda costa de sortear estos obstáculos, de evitar las trampas del yo simplificado, el final aplastante y el episodio famoso, es porque quieren que la historia se despliegue en todas sus etapas, sin quedarse clavada en ninguna. Parece que la quietud fuera el peor enemigo, en parte porque las personas se revelan cuando se alejan.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/cultura/fuerza-creativa-esther-cross-ingreso-a-la-academia-argentina-de-letras-con-un-discurso-sobre-la-nid22082025/

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