Globalización, periferia y multilateralismo
Transitamos tiempos difíciles de aprehender, y por eso recurrimos a la analogía como resguardo ante lo incomprensible. ¿Estamos en un kairos equiparable a febrero de 1945? ¿Estamos frente a un ...
Transitamos tiempos difíciles de aprehender, y por eso recurrimos a la analogía como resguardo ante lo incomprensible. ¿Estamos en un kairos equiparable a febrero de 1945? ¿Estamos frente a un nuevo “momento Yalta”, en el cual los líderes de las grandes potencias se reunieron para decidir la evolución y el futuro del sistema internacional? ¿Es posible “decidir” la suerte del mundo a espaldas de “Nosotros los Pueblos”, magistral aporte del preámbulo de la Constitución de EE.UU. de 1787, que fue receptado como palabras iniciales de la Carta de la Organización de las Naciones Unidas de 1945?
Muy probablemente no. En este dinámico y mutante escenario del siglo XXI, que trasciende lo internacional para convertirse en global, no hay espacio para nuevas fórmulas imperiales con sus respectivas zonas de influencia ni para nacionalismos soberanistas. Debemos también evitar quedar inmersos en la polemología de lo cotidiano: guerra cultural, guerra de tarifas, guerra psicológica, guerra comercial, guerra cognitiva…
La paz como ámbito de convivencia entre las naciones y los pueblos no debe ser rehén de la política ni de la ideología. Como muy bien decía el personaje de Molière monsieur Jourdain en El burgués gentilhombre: ven y pon un poco de paz entre estas personas. En cambio, en el año del octogésimo aniversario de la creación de la Organización de las Naciones Unidas debemos mirar hacia el futuro y meditar sobre la familia humana, que encuentra en la ONU su más acabada manifestación de la comunidad organizada de los Estados.
Y en este sendero dual de introspección personal y reflexión colectiva, el legado del papa Francisco es una brújula para la construcción de un multilateralismo para el siglo XXI. Multilateralismo que debe diseñarse en torno a la ecuación globalización y periferia, conceptos que, en estos tiempos, son absolutamente complementarios. Globalización como ámbito natural de nuestro accionar interdependiente; una suerte de universalismo por inclusión y no por imposición; una autopista de nuestro devenir histórico sin límite de velocidad ni peajes. Una etapa de nuestra historia en que la geografía se encoge; las fronteras dejan de proteger; las palabras e ideas se diseminan por el mundo sin control ni limitación; los conflictos y desafíos irrumpen en nuestros hogares y nos convierten en consumidores de lo cotidiano.
Periferia en el sentido ontológico que le dio el papa Francisco: el otro, el marginado, el excluido. Pero ante todo un miembro de la familia humana, sin el cual no hay globalización. Periferia que es también temática: no podemos excluir la ecología, la pobreza, el desarrollo humano integral, la fraternidad, la violencia y abuso de género. No estamos ante el periférico de antaño, el de la teoría del centro/periferia o norte/sur. La periferia del siglo XXI es parte del todo, hace a la globalización: la define y la perfecciona. Y por eso la ecuación globalización/periferia se transforma en triángulo, con la adición del multilateralismo. El multilateralismo como institución –el sistema de las Naciones Unidas– y como proceso –una forma de diplomacia y de relacionamiento entre Estados y pueblos, basado en el diálogo, la cooperación y las concesiones–.
El siglo XXI no puede diseñarse en torno al hard power y mecanismo de imposición unilaterales, sin la inclusión de la periferia. El exceso de potencia genera impotencia. El exceso de violencia genera frustración y humillación. No hay atajo estratégico. Nada reemplaza la lentitud de la diplomacia, las incertitudes de la negociación, los meandros de los compromisos… No podemos renunciar a nuestra responsabilidad colectiva. Requerimos de una nueva lógica que limite al Prometeo, y esa lógica es más multilateral. Hay que evitar la plataformización de nuestra existencia.
La primera frase de la Carta de la Organización de las Naciones Unidas no hace referencia a Estado ni a país. Comienza con el revolucionario concepto de “nosotros los pueblos”. El todo universal que en la visión del papa Francisco –el periférico– es parte integral de la familia humana. Cabe recordar las palabras finales del discurso del papa Francisco ante la Asamblea General de la ONU el viernes 25 de septiembre de 2015: “La loable construcción jurídica internacional de la Organización de las Naciones Unidas y de todas sus realizaciones, perfeccionable como cualquier otra obra humana y, al mismo tiempo, necesaria, puede ser prenda de un futuro seguro y feliz para las generaciones futuras. Y lo será si los representantes de los Estados sabrán dejar de lado intereses sectoriales e ideologías, y buscar sinceramente el servicio del bien común”.
Miembro del Servicio Exterior de la Nación
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/globalizacion-periferia-y-multilateralismo-nid21052025/