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Informe: qué son el estrés social y el económico y por qué son variables que aún preocupan

Entonces... “¿Estamos mejor o peor que hace dos años?“. Esta pregunta podría ser un buen disparador para explicar esta investigación. La respuesta no es sencilla. En un contexto de crisis e...

Informe: qué son el estrés social y el económico y por qué son variables que aún preocupan

Entonces... “¿Estamos mejor o peor que hace dos años?“. Esta pregunta podría ser un buen disparador para explicar esta investigación. La respuesta no es sencilla. En un contexto de crisis e...

Entonces... “¿Estamos mejor o peor que hace dos años?“. Esta pregunta podría ser un buen disparador para explicar esta investigación. La respuesta no es sencilla. En un contexto de crisis económica y política, la Argentina atraviesa una etapa de transición en la que la baja de la pobreza y la mejora de los indicadores macroeconómicos pueden explicar el resultado de las últimas elecciones, aunque no parecen traducirse al mismo ritmo en las percepciones de bienestar de la población.

¿Cómo se traducen los cambios económicos en la percepción de bienestar de la población? Las respuestas aparecen en el informe anual del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la Universidad Católica Argentina (UCA), que con el título “Nuevo escenario político-económico: estrés y bienestar en una Argentina en transición”, revela un panorama preocupante en torno al estrés económico, social y subjetivo que afecta a millones de argentinos.

“Una de cada dos personas vive en hogares con estrés económico”, señala el informe. Este, explica Agustín Salvia, investigador principal del trabajo, se define como la percepción de insuficiencia de ingresos para cubrir necesidades básicas. Es decir, se siente que con lo que gana no se llega a cubrir aquello que la persona y su familia necesitan. Esta situación hoy afecta al 47% de la población, un nivel que supera el piso histórico del 35%, señala el informe.

Este indicador, que ha mostrado un deterioro desde 2010, refleja la experiencia cotidiana de los hogares frente a la relación entre ingresos y gastos necesarios, se explica. Aunque en el período 2024-2025 se registró una leve disminución del estrés económico, los niveles actuales son similares a los de años críticos como 2022-2023, lo que evidencia la persistencia de las privaciones monetarias.

“Tenemos que entender el estrés económico como esa situación que se percibe en los hogares cuando sus ingresos no les alcanza para cubrir su estilo de vida. En un indicador interesante para comprender si esta bajada de la pobreza, la población la siente. Lo que vemos es que aparece un descenso del estrés económico, pero de una intensidad más leve de lo que desciende la pobreza por ingreso. Hay una recuperación de la capacidad de consumo, pero es dispar en los distintos niveles socioeconómicos”, explicó Salvia, durante la presentación que se realizó vía streaming desde el sitio de YouTube de la UCA.

Percepciones

No todos los sectores sociales lo perciben de la misma forma. Durante la presentación del informe, los distintos investigadores del ODSA insistieron en que las desigualdades socioeconómicas son un factor determinante en la distribución del estrés económico. Mientras que en los hogares de nivel socioeconómico bajo, 7 de cada 10 personas lo padecen, en los estratos medio alto, esta proporción se reduce significativamente. Además, los hogares con niños enfrentan mayores niveles de estrés económico, es decir, sufren en mayor medida esta sensación permanente de no poder cubrir las necesidades básicas de su familia, algo que agrava las brechas de desigualdad.

“Se evidenciaría que la población no ha sentido la baja de la pobreza con la intensidad que muestran los indicadores tradicionales. La cronicidad del estrés económico se mantiene elevada”, dice el informe.

El informe indagó también sobre el bienestar expresado en el estrés social, incorporando indicadores que permiten observar dimensiones críticas como la inseguridad alimentaria, el acceso a recursos de salud y la cobertura del sistema de seguridad social. Se analizó cómo la situación actual se traduce en un aumento o disminución del estrés social.

Juan Ignacio Bonfiglio fue el responsable de explicarlo: “Analizamos en qué medida los hogares experimentaron una privación involuntaria de alimentos. Si bien se detectó una mejora con respecto a 2024, todavía estamos en niveles similares a 2019-2020, donde dos de cada 10 hogares experimentaban alguna limitación. Si bien hay una mejora, todavía estamos en niveles críticos que no nos permiten hablar de un bienestar generalizado. Esto afecta en mayor medida a los hogares de sectores medio bajos y bajos”, detalló Bonfiglio. Y destacó el impacto de las transferencias monetarias en planes orientados a garantizar la seguridad alimentaria: gran parte la mejora en los sectores bajos está asociada a lo que pasó en hogares con niños, con el cobro de la Asignación Universal por Hijo y la Tarjeta Alimentar”, dijo.

También analizó cómo influye en la sensación de bienestar el acceso a recursos de salud: el poder ir o no a una consulta médica y conseguir o no medicamentos en el momento en que se requiere por motivos económicos existe ese déficit de acceso a la salud. “Si bien hay una mejora con respecto a 2024, no hay una mejora considerable, como en alimentos. En cuanto al acceso al sistema de seguridad social, el deterioro se profundizó y las brechas sociales se siguen intensificando entre quienes acceden a un sistema de salud y quienes no”, explicó.

La conclusión es que el estrés social presenta cifras preocupantes. Aunque se han registrado mejoras en algunos indicadores durante 2024 y 2025, apuntó el especialista, los niveles de déficit siguen siendo elevados, especialmente en los sectores más vulnerables. Puntualmente, la inseguridad alimentaria, por ejemplo, afectó al 18,7% de los hogares en 2025, con un núcleo persistente de privación en los estratos más bajos. Además, el 34,3% sufre privación de servicios de salud, en 2024 fue del 37,7%.

Bienestar psicológico

La situación social tiene un impacto sobre el bienestar subjetivo y psicológico, explicaron los investigadores. En el actual contexto, puntualmente quisieron conocer cómo influían las expectativas positivas que manifiesta una parte importante de la población sobre la posibilidad de que los cambios del actual gobierno signifiquen una mejora en su calidad de vida inmediata y futura. “Aquí, no son tantos los que creen que en lo inmediato van a tener la heladera llena como los que están esperando un mejor trabajo para sus hijos”, explicó Salvia.

La gran pregunta era si esa confianza en el Gobierno es una apuesta a futuro o si ya se está traduciendo en una mejora del humor social y de cómo la gente percibe su situación.

Para ello, se analizó el bienestar subjetivo de la población. El malestar psicológico, con síntomas como ansiedad y depresión, alcanzó su nivel más alto en 2024, afectando al 28,1% de la población adulta urbana. “Aunque en 2025 se observó una leve mejora, (27,1%) las disparidades sociales persisten: el malestar psicológico afecta al 37,7% de las personas en hogares de nivel socioeconómico muy bajo, mientras que en los hogares de nivel medio alto, la cifra se reduce al 17,7%”, apunta Solange Rodríguez Espínola, investigadora del ODSA.

El informe también destaca que el malestar psicológico se agrava en contextos de inseguridad y violencia. En 2025, 4 de cada 10 personas con estrés económico presentaron síntomas de ansiedad y depresión, duplicando la tendencia de quienes no enfrentan este tipo de estrés.

Este año, según explicó Rodríguez Espínola, se tomó una dimensión nueva: se analizó cómo incide la presencia de venta de drogas en el barrio y la violencia de género en el malestar psicológico de la población. La conclusión fue que el malestar es mayor en quienes perciben venta o tráfico de drogas en su barrio y en mujeres que han sufrido violencia de género, independientemente de su nivel socioeconómico.

“En 2025, 4 de cada 10 personas con estrés económico presentan malestar psicológico. Este duplica la tendencia expresada por quienes no tienen estrés económico. La sintomatología ansiosa y depresiva aumenta a mayor vulnerabilidad socioeconómica”, dice el informe.

Conclusiones

Las conclusiones indican que un contexto de mayor estabilidad económica y de desaceleración de la inflación están significando mejoras puntuales. Sin embargo, las desigualdades estructurales y las privaciones económicas y sociales siguen siendo un desafío persistente para la Argentina. Y las mejoras en las percepciones de bienestar se están sintiendo mucho más en los niveles socioeconómicos medios altos y altos, todavía no logran mejoras significativas en los sectores bajos.

El informe señala que la recuperación económica y sobre todo la reducción del déficit fiscal, aunque representan cambios significativos y necesarios, según interpreta la mayor parte de la población, todavía no han logrado revertir las profundas brechas tanto económicas como de bienestar subjetivo ni garantizar un acceso equitativo a los recursos básicos como alimentación, acceso a la salud y a la educación.

“Entendemos que hay un deseo muy concreto de la población de estar mejor y de elegir este camino, aunque si esas expectativas depositadas en este proyecto no se traducen en mejoras que se trasladen al bienestar social, el impacto puede ser negativo”, apuntó Salvia.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/sociedad/informe-que-son-el-estres-social-y-el-economico-y-por-que-son-variables-que-aun-preocupan-nid04122025/

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