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La gran isla del Mediterráneo que resulta un destino ideal en temporada baja

Bien al sur. El clima invernal y los pasajes emitidos para fines de noviembre obligaron a concentrar el proyecto de viaje europeo en el extremo del mapa. La elegida fue la isla italiana de Sicilia....

La gran isla del Mediterráneo que resulta un destino ideal en temporada baja

Bien al sur. El clima invernal y los pasajes emitidos para fines de noviembre obligaron a concentrar el proyecto de viaje europeo en el extremo del mapa. La elegida fue la isla italiana de Sicilia....

Bien al sur. El clima invernal y los pasajes emitidos para fines de noviembre obligaron a concentrar el proyecto de viaje europeo en el extremo del mapa. La elegida fue la isla italiana de Sicilia. Temperaturas máximas en el mes de noviembre durante el día rondando los 18° o 20°, sol, cultura, ruinas arqueológicas, y la posibilidad de alguna caminata por costas montañosas, playas y calas de agua turquesa, cerraron la decisión. Nos tentó la idea de recorrer un destino de alta demanda con menos gente. Muchísima menos.

Su ubicación estratégica hizo que Sicilia fuera codiciada por varios pueblos durante siglos de historia. El resultado: una gran oportunidad de ver en un territorio acotado templos griegos, ruinas romanas, iglesias normandas, catedrales bizantinas, fachadas e interiores barrocos y pueblos medievales. Mucho a poca distancia. De todas maneras, aunque calentito y al sur, al invierno siciliano hay que ganarle en horas también –en especial si se está haciendo un road trip–, y es importante arrancar el día temprano ya que a las cinco de la tarde se pone oscuro y salvo en las ciudades más grandes, todo cierra.

Día 1: tarde en Palermo

Sin la prolijidad de otras capitales, Palermo tiene un ritmo intenso en sus mercados y vida callejera. Los imprescindibles para quien dispone de más de un día –hay mucho para ver– son el Palacio de los Normandos y la Capilla Palatina del mismo conjunto; las cuatro fachadas cóncavas en la intersección de los Quattro Canti, Piazza Pretoria en mármol de Carrara blanco, las iglesias de San Cataldo y su vecina La Martorana. También la barroca casa Professa o Iglesia del Gesú, y la Catedral de Palermo, donde vale la pena subir a los techos por las vistas.

Un rincón que rescata antiguas tradiciones de la repostería conventual es el Segredi del Chiostro, una pasticceria dentro del Monasterio de Santa Catalina en un patio de piedra, escenario perfecto para degustar los cannoli, la delicia dulce por excelencia de la isla. Las monjas que vivían allí elaboraban dulces como cassatas, minne di vergine, mermeladas, galletas y también cannoli con recetas secretas e históricas que fueron recogidas de los archivos de conventos de clausura de la ciudad. Eran transmitidas de las religiosas más antiguas a las más jóvenes. Hoy se preparan caseramente dentro del antiguo convento que tuvo monjas de clausura durante 700 años hasta 2014.

Día 2- Reserva Natural Lo Zíngaro y atardecer en Erice

A casi dos horas de Palermo, en la costa noroeste de la isla, la Reserva Natural dello Zingaro fue creada en 1981 como resultado de una fuerte movilización con protestas para evitar que la zona fuera atravesada por una ruta que había comenzado a construirse entre Scopello y San Vito lo Capo.

De haber prosperado la carretera, imagino esta franja costera de 7 kilómetros llena de construcciones. En vez, la reserva tiene varios senderos panorámicos de distinta dificultad que recorren acantilados y montañas que generan puntos panorámicos y se sumergen en el mar, y esconden calas y playas de agua turquesa. El más famoso es el sendero costero, que conecta todas las calas y cuyo recorrido completo demanda unas cuatro horas. Como plan B se pueden visitar algunas de las calas más cercanas a las entradas norte o sur. El trayecto trepa y desciende a lo largo de la costa, con vistas constantes hacia el mar hasta llegar a la cala Berretta, el spot elegido para almorzar: picnic de pan de campo, jamón crudo (il vero prosciutto), hojas verdes y tomates cherry. En la reserva no hay servicios.

En Scopello, una aldea chica muy pintoresca con patios con flores y casas de piedra cercana a la entrada a los senderos, funcionaba una tonnara (la Tonnara di Scopello), una antigua fábrica de atún que se encuentra junto al mar y de la que persisten los edificios donde se procesaba el producto, las redes, barcos y las casas de pescadores. Alberga un museo y reciben huéspedes que buscan una experiencia exclusiva enmarcada por los famosos farallones, unas increíbles formaciones rocosas que emergen del mar.

Contrario a los que sucede a la tardecita en la reserva natural, en lo alto no hay acantilados que tapen el sol de invierno. Erice, la villa amurallada cercana a Trapani fundada inicialmente en el siglo V a.C., es perfecta para subir en busca del atardecer y recorrerla luego mientras se encienden los farolitos de la ciudad medieval peatonal. Se encuentra en la cima del Monte San Giuliano, y hasta allí se puede subir en funicular en diez minutos desde Trapani, que está en la costa, o llegar en auto, lo cual demanda una media hora de trepada incesante por un camino empinado. Una vez arriba, a 751 metros sobre el nivel del mar, las murallas del Castillo di Venere –construido en el siglo XII– son un balcón abierto a los alrededores de mar y campos de viñedos y olivares.

Día 3- De Monreale a Agrigento

Una novia espera en un Fusca (el auto escarabajo) junto a su padre la hora de entrada al altar en una de las calles estrechas que rodean la iglesia. A ella se la ve emocionada y radiante; a él, nervioso. A pocos pasos en la plaza Guillermo II, frente a la catedral, una jornada con la participación de las autoridades locales y de estudiantes de las escuelas secundarias reúne a jóvenes que copan la plaza para concientizar acerca de la eliminación de la violencia de género. Hay discursos, canto y coreografías. La catedral de Monreale es testigo de todo tipo de eventos locales desde que fue construida, en 1174.

A solo quince minutos de Palermo, Monreale guarda esta joya árabe-normanda que es Patrimonio de la Humanidad: la Catedral y el claustro de los Benedictinos. Su estilo está compuesto por elementos de la arquitectura nórdica y otros del arte árabe. El interior es de lo más impresionante: sus muros, ábside y bóvedas están cubiertos de piso a techo por mosaicos bizantinos con fondo de oro que cuentan historias bíblicas. Según los historiadores, se necesitaron 2000 kilos de oro para cubrir en finísimas láminas los 6000 m2 de superficie. Me hipnotiza el Cristo Pantocrator del ábside de 13 metros de altura.

Desde los techos de la Catedral se aprecia bien el claustro contiguo, un gran cuadrado de 47 metros de lado que también se puede visitar. Una obra espléndida con 228 columnas y arcos de diferente colorido y decoración geométrica.

La ruta que lleva a Agrigento revela, como en toda la isla, un paisaje recortado de colinas verdes salpicadas por algún color otoñal. La parada previa a Agrigento es la playa de Scala dei Turchi en Puerto Empedocle, un acantilado de arcilla muy blanco que cae escalonado al mar que no me impacta como esperaba, pero que imagino brillante en un día sin nubes, por su contraste con el azul del mar y el cielo. Hasta hace muy poco tiempo, podía treparse al promontorio sedimentario blanco de arcilla y calcita, pero ahora su acceso está restringido para protegerlo y por riesgo de derrumbes. Aunque los bares y puntos panorámicos a su alrededor están en invierno cerrados, en temporada suelen ser sitios muy demandados.

Día 4- Del Valle de los templos vía Villa Romana del Casale a Catania

Recorrer Sicilia implica pasar del arte bizantino-normando de la catedral de Monreale a los templos griegos del Valle de los Templos de Agrigento, y de ahí a la villa romana cubierta de mosaicos en Piazza Armerina o a las fachadas del barroco siciliano en Catania. Un mix valioso de testimonios arqueológicos y artísticos en pocos días de viaje y escasa distancia.

Desde la posada ubicada en lo alto en las afueras de Agrigento, se ve una zona amesetada donde los templos griegos son el foco de atención. Además de visitarlos de día, nos damos el gusto de ir también de noche para verlos iluminados. El Valle de los Templos es uno de los mayores yacimientos arqueológicos del mundo. Entre los siglos VI y V a.C se construyeron diez templos monumentales en estilo dórico que, excavados y restaurados, se convirtieron en algunos de los edificios griegos más antiguos y mejor conservados fuera de Grecia.

El templo de la Concordia es un gran ejemplo de esto: como fue posteriormente transformado en basílica cristiana, se protegió del vandalismo anti-pagano y está notablemente intacto. Rodeados de tamañas columnas un dato sorprende: dicen los investigadores que las partes inferiores del templo estaban adornadas con estuco blanco, y sus frisos, metopas y partes altas pintadas con colores fuertes. El techo estaba cubierto con tejas de mármol. Además de los templos (dedicados a Juno, Hércules, Júpiter), dentro del conjunto hay varias necrópolis, restos urbanos, antiguos jardines, fuentes, y fortines.

A las cinco de la tarde hay solo tres autos en el gran parking de la Villa Romana del Casale, en Piazza Armerina. Afuera está oscuro pero la inmensa casa de 3500 m2 del siglo IV –famosa por los mosaicos que decoran sus más de 40 habitaciones–, permanece aún abierta y se visita circulando por pasarelas metálicas elevadas. Sus mosaicos son considerados los mejor conservados de todo el mundo romano –se mantuvieron durante siglos protegidos por una capa de barro– y relatan con mucho detalle la vida cotidiana de la época. La villa sirvió como residencia principal de una gran hacienda agrícola y perteneció a un miembro de la alta aristocracia romana. En ella vivían más de cien personas.

Se cree que los mosaicos de la villa pueden haber sido cartagineses, y representan escenas de caza muy realistas; la vida cotidiana y el ocio (actividades en el campo o el circo, mujeres realizando tareas domésticas), además de banquetes y la vida aristocrática; escenas de naturaleza y animales (peces, aves, gatos, criaturas marinas); y escenas de la mitología griega y romana. Aunque el más famoso es el mosaico de “las chicas en bikini”. Se trata de mujeres jóvenes que practican distintos deportes. Me detengo larguísimo rato en el espectacular mosaico “El corredor de la Gran Cacería”, que recorre un pasillo de unos 70 m de largo y representa la captura y transporte de animales salvajes de África hacia Roma. Entre otros, hay elefantes, leones, leopardos, ciervos, gacelas y pavos reales, y también sirvientes y cazadores romanos.

Día 5- Catania y Taormina

Al planear el viaje, era decisión tomada saltear la ciudad de Catania. En un viaje corto de seis días y destinos muy puntuales y prioritarios, una urbe grande, industrial y comercial no era una parada prioritaria. Pero como tiene un buen aeropuerto para salir de la isla y resultaba un punto equidistante a sus vecinas Taormina y Siracusa (la idea era visitarlas solamente por el día), incorporamos Catania al circuito, pero solo para dormir un par de noches y partir temprano hacia los otros destinos.

Sin que mediara explicación, Emanuele pareció leernos el pensamiento. “Es una lástima que la gente use nuestra ciudad de base para ir a Siracusa y Taormina y no conozca nada acá, que es mucho más local”, comentó el dueño del B&B después de regalarnos un kilo del café igual al que había servido al desayuno. Suplicó: “Vayan caminando antes de partir al Mercato del Pesce di Catania, un mercado de pescado matinal, para tener una experiencia más auténtica. Les va a gustar”. También contó que después de la serie White Lotus (cuya segunda temporada se desarrolla en Taormina), los norteamericanos vienen a la isla solamente para conocerla. “Taormina se visita en un rato”, remató competitivo.

Aunque hay turistas, la Pescheria –tal como se la conoce–está abierta desde las siete de la mañana. En una suerte de teatro callejero, los vendedores ofrecen desde las decenas de puestos a los gritos en dialecto siciliano la mercadería que trajeron: hay calamares a los que les limpian la tinta in situ, langostinos bien rosados, pilas de mejillones, almejas y berberechos, enormes peces espada decapitados, y atunes que van trozando en rodajas a demanda, tentáculos de pulpo…todo fresco y esperando el mejor postor sobre montañas de hielo junto a gruesos atados de perejil y limón. Sobre el pavimento se acumulan piletones de agua donde los vendedores limpian la pesca. No faltan los puestos de verdura y fruta para completar las compras, y si se prefiere, se puede uno acercar a los sitios donde se sirven platos de mariscos u ostras listos para consumir en el lugar de parado o sobre mesas de plástico. La tentación nos hizo comprar unos buenos trozos de atún y pez espada que en Buenos Aires son imposibles de conseguir a buen precio para cocinar a la noche.

También nos asomamos a la Piazza del Duomo. Está rodeada de edificios barrocos diseñados por el arquitecto Vaccarini, que se encargó de reconstruir la ciudad después del terremoto de 1693. En su centro, la Fontana dell´Elefante –hecho de lava negra– sostiene un obelisco egipcio desde 1735. Como en muchas de las plazas centrales, lo rodean la catedral y el palacio municipal.

Cerca del mediodía encaramos hacia Taormina. La chica parada al costado de la garita de peaje de entrada a la autopista nos alcanza un ticket que retira de una máquina que parece custodiar. La barrera se abre. Tiene falda larga y se la ve jovencita. Preguntamos cuánto es. Unos escuchan cinco, otros cincuenta. El conductor y su copiloto deciden que dijo cinco, cinco euros. Caro, pero abonamos. Circulamos varios kilómetros y en la salida hacia Taormina un señor, esta vez ocupando el interior de la garita, nos indica que hay que pagar un euro con noventa centavos por el trayecto.

–Ya pagamos cinco euros.

–¿A quién?

–Al ingresar a la autopista, a una mujer.

Se queda mirando serio y exclama furioso.

–¡La zíngara!

El traductor de google nos esclarece lo que será la anécdota del viaje: el haber sido engañados por una gitana. Claro, el ticket se recoge en la estación de entrada y se paga directamente al salir, según la distancia recorrida. Aprendimos la lección y una palabra que no olvidaremos.

Fuera de temporada, muchos de los negocios y restaurantes del Corso Umberto –la calle principal– y la via Teatro Greco que llevan desde la Porta Catania o la Porta Mesina hacia el teatro antiguo, están cerrados o abren parcialmente. Como Taormina está enclavada en la cima del monte Tauro y su casco histórico se eleva 200 metros sobre el nivel del mar, cualquier visita implica subir y bajar cuestas y escalinatas, y brinda también vistas muy impactantes. Hay un teleférico –la Funivia– que conecta el centro histórico con la zona de playa en la bahía de Mazzaró y la famosa Isola Bella.

El teatro greco-romano o Teatro Antico di Taormina vigila la ciudad. Es parte del patrimonio histórico y uno de sus símbolos. Su anfiteatro tiene 109 metros de diámetro. Se cree que se originó en el siglo 3 a.C. y lo que se visita hoy pertenece en su totalidad a la reconstrucción en época romana. Sirve de escenario para conciertos de música, obras teatrales y óperas, sobre todo en verano.

El teatro es un mirador único: hacia el sur la ciudad y el imponente monte Etna, que se distingue bien cerca y tiene varias fumarolas que desprenden un espeso humo negro; hacia el norte, la costa calabresa (la punta de la bota italiana a solo 30 km de la isla) y el estrecho de Mesina.

Con la mirada fija en el volcán activo más alto de Europa, recuerdo leer que con cierta frecuencia los equipos de rescate de montaña que operan en el Monte Etna encienden las alarmas y extreman las medidas de seguridad por la existencia de explosiones con coladas de lava y grandes nubes de humo y ceniza. Cuando esto sucede, prohíben el acceso de turistas al lugar: se puede subir por senderos señalizados o en teleférico hasta determinadas alturas, en excursiones en 4x4, o con guía de trekking autorizado hasta los cráteres.

A la región de Calabria se puede llegar si se atraviesa el estrecho de Mesina: actualmente se cruza en ferry (que transporta autos o incluso vagones de tren). Otras embarcaciones llegan también a distintos sectores de la isla desde diferentes puntos del continente. En unos años, y si el proyecto se concreta ya que tiene sus controversias, se podrá acceder a la isla por medio de un puente. El último agosto un comité ministerial aprobó un proyecto de 13.500 millones de euros para construir lo que sería el puente colgante más largo del mundo, que unirá Sicilia con el resto de Italia sobre el estrecho de Mesina. El diseño consta de dos vías para ferrocarril y tres carriles de circulación para vehículos de cada lado, y un tramo suspendido de 3300 metros de largo. Una hazaña de la ingeniería.

Día 6- Siracusa

Entre Catania y Siracusa la autopista está impecable, atraviesa campos de cítricos, viñedos y olivares, y perfora las laderas de la montaña en túneles que tienen hasta tres kilómetros de largo. Ortigia, la isla que alberga el casco histórico de Siracusa, unido al resto de la ciudad por dos puentes, forma una especie de península –la zona más turística– donde se encuentran los principales monumentos históricos. Aunque perderse sin rumbo entre sus calles que asoman al agua es el plan perfecto, mejor asegurarse al menos una pasadita por la Piazza del Duomo, donde la luz del sol rebota con preciosa intensidad sobre la fachada barroca de mármol blanco y los pisos de piedra caliza de esta plaza rodeada de palacios. Un detalle: como la catedral se construyó también sobre un templo griego, se distinguen claramente las columnas helénicas que sostienen al duomo. El castello Maniace tiene una posición estratégica para defender la ciudad de los ataques marítimos. Se visita y es ideal por sus vistas y para despedirse de la isla antes de encarar al aeropuerto de Catania para tomar el vuelo de regreso.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/revista-lugares/la-gran-isla-del-mediterraneo-que-resulta-un-destino-ideal-en-temporada-baja-nid30112025/

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