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La invención de la soledad

Nadie tildó de triste, loca o mala a Ellen MacArthur, la mujer que batió un récord mundial al rodear el planeta en su velero: durante 71 días, 14 horas, 18 minutos y 33 segundos estuvo completa...

La invención de la soledad

Nadie tildó de triste, loca o mala a Ellen MacArthur, la mujer que batió un récord mundial al rodear el planeta en su velero: durante 71 días, 14 horas, 18 minutos y 33 segundos estuvo completa...

Nadie tildó de triste, loca o mala a Ellen MacArthur, la mujer que batió un récord mundial al rodear el planeta en su velero: durante 71 días, 14 horas, 18 minutos y 33 segundos estuvo completamente sola. La gesta se celebra en Cómo estar en soledad, el ensayo de la escritora inglesa Sara Maitland recién publicado acá. “Lo escribo porque creo que existe un problema grave, tanto social como psicológico, en torno a la soledad, y que es hora de abordarlo”, dice en las primeras páginas del libro y su declaración de intenciones sirve para sugerir algunas respuestas a la pregunta clave (¿y si la soledad no fuera una amenaza sino una oportunidad?) y para desmentir aquello que se les endilga a los que desean estar solos: tristeza, locura o maldad.

A los 75 años, Maitland vive sola en una casa rural en Galloway, Escocia, uno de los lugares más apartados de Europa: si la densidad poblacional promedio del Reino Unido es de 246 personas por kilómetro cuadrado, en su valle hay ocho kilómetros cuadrados para cada habitante, no llega la señal del celular y el negocio más cercano queda a ochenta cuadras de su casa. No ve a nadie en todo el día. Más que soledad, lo suyo es aislamiento. Fascinada con el silencio y la quietud, pronto sintió el prejuicio de las personas de su vida anterior en la ciudad y advirtió un dilema de época: “Nos decimos una y otra vez que la libertad personal y la autonomía son al mismo tiempo un derecho y un bien, pero pensamos que los individuos que ejercen esa libertad de manera independiente son personas tristes o locas o malas. O acaso las tres cosas al mismo tiempo”.

En Cómo estar en soledad, Maitland ofrece argumentos históricos, culturales, psicológicos, espirituales y religiosos para valorar la ausencia de compañía, algo que el idioma inglés distingue con la sutileza de las dos palabras que usa para definirla: solitude, la elección voluntaria de la soledad para la reflexión y el disfrute, o loneliness, el sentimiento de aislamiento emocional

“Más solo que perro malo”, se decía en Villa Urquiza, mi barrio, del turco Antonio, un tipo que siempre vivió únicamente en compañía de su adorado peluquín (al que llevaba a todos lados). Estar solo es una de esas pocas cosas sobre las que cualquier desconocido se cree en condiciones de opinar: se desconfía del “lobo solitario” sobre el que cae un imperativo de sociabilizar. Y aunque el Reino Unido fue pionero en crear un “ministerio de la soledad” para abordar el tema como un problema de salud pública, allá y acá perduran los prejuicios. En Cómo estar en soledad, Maitland ofrece argumentos históricos, culturales, psicológicos, espirituales y religiosos para valorar la ausencia de compañía, algo que el idioma inglés distingue con la sutileza de las dos palabras que usa para definirla: solitude, la elección voluntaria de la soledad para la reflexión y el disfrute, o loneliness, el sentimiento de aislamiento emocional. A MacArthur nadie la criticó porque su soledad estaba en función de su heroísmo, pero… ¿qué pasa con los que eligen estar solos ya no en la aventura sino en la seguridad de su hogar? Hay virtud en la invención de la soledad: uno se pierde y se encuentra cuando está consigo mismo.

Las personas libres, autónomas y plenas viven aterrorizadas ante la posibilidad de quedarse sin compañía. Es una paradoja evidente: hoy se celebra el individualismo como nunca en la historia y al mismo tiempo se teme estar solos. Ni tristes ni locos ni malos. En plena epidemia de multitud y ruido, ojalá se aprecien las palabras de Henry David Thoreau, el pensador que se retiró durante dos años, dos meses y dos días a una cabaña en medio del bosque y al que ninguna compañía le resultaba “tan amigable como la soledad”.

ABCA.

En el Reino Unido, el 30 por ciento de los hogares es unipersonal; en EE.UU., en 1980, el 6 por ciento de los hombres adultos era soltero: hoy, el 16 por ciento.

B.

Según el último censo, en la Argentina casi el 25 por ciento de los hogares es unipersonal: entre 2001 y 2022, la cifra se duplicó.

C.

Autora de un ensayo sobre el silencio, ahora Sara Maitland se enfoca en la soledad como un proceso de elección y descubrimiento personal.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/conversaciones-de-domingo/la-invencion-de-la-soledad-nid23112025/

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