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Pensar en el nuevo mundo Flux

La exitosa reducción de la inflación, la estabilidad del dólar, las libertades para usar el dinero como se desee, incluyendo viajes fuera del país, el regreso de las leyes del mercado y la comp...

Pensar en el nuevo mundo Flux

La exitosa reducción de la inflación, la estabilidad del dólar, las libertades para usar el dinero como se desee, incluyendo viajes fuera del país, el regreso de las leyes del mercado y la comp...

La exitosa reducción de la inflación, la estabilidad del dólar, las libertades para usar el dinero como se desee, incluyendo viajes fuera del país, el regreso de las leyes del mercado y la competencia (“pongan los precios que quieran, vendan lo que puedan”), así como la apertura comercial y la llegada de productos que se veían en Uruguay o Chile, pero no en nuestro país, tiñeron la escena de una sensación muy extraña para la sociedad argentina: “normalidad”. Los escenarios macroeconómicos que proyectan consultoras como Ecolatina dejaron de tener abismos entre ellos para moverse en rangos de diferencias acotadas, tolerables.

Se podía, al fin, hacer presupuestos con elevadas dosis de racionalidad y previsibilidad como ocurre en los países que no viven en una montaña rusa.

De hecho, lo más valorado por los argentinos al indagar sobre el apoyo a la actual gestión gubernamental era, y es, la tríada “orden, tranquilidad y previsibilidad”. Lo que es lo mismo que remitir a la citada normalidad. Ese fue “el pacto cumplido” hasta aquí, que se traduce en una aprobación cercana al 50%.

Todo parecía ordenado, proyectable, había presuntas certezas que, como un espejismo, dibujaban un oasis en el horizonte.

Después de los cuatro grandes traumas narrados por los ciudadanos –el Rodrigazo en 1975, la hiperinflación de 1989, la gran crisis 2001/2002 y la pandemia más la extensa cuarentena en 2020/2021– que dieron forma a un largo ciclo de degradación, que ellos mismos bautizaron “la espiral descendente”, el temor a la potencial ocurrencia del quinto trauma en el acelerado y abrupto cambio de modelo económico quedaba, finalmente, atrás.

De pronto, sin saber entender del todo por qué, y cuando todavía no lo registran las encuestas ni los estudios cualitativos en lo grueso, aunque sí en algunas señales más encriptadas, se aprecian movimientos repentinos, erráticos e inesperados en demasiadas variables.

Desde las más evidentes, como las oscilaciones en el valor del dólar, las inesperadas subas de las tasas de interés o los cambios en el crédito –más caro y más acotado, con menos cuotas– hasta los más técnicos como los cambios en las reglas del sistema financiero, la performance bursátil, la expectativa de un superávit energético inferior al previsto –caída en el precio del petróleo más dificultades para obtener financiamiento–, la debilitada rentabilidad del agro, aun con una gran cosecha, o lo que puede decodificarse de las múltiples señales que emiten la política, la agenda de los medios y la conversación de las redes.

En simultáneo, la dinámica de la economía real no termina de ser la esperada ni por los consumidores ni por las empresas y sus marcas. La frase que continúa ganando volumen es: “Esto va lento”. La consecuencia podría comenzar a verse, también lentamente, como la gota que orada la piedra, en el gran indicador que une lo macro con lo micro y, desde allí, toca una fibra sensible para el humor social: el empleo.

Ya se ubica como la principal preocupación en una buena parte de los estudios de opinión pública. Nuestros focus groups detectan un ruido creciente con el mundo del trabajo. Desde sueldos que no alcanzan o negocios que no rinden lo suficiente hasta meses que terminan el día 20. En algunos casos esas preocupaciones llegan incluso hasta la clase media alta, sobre todo los profesionales autónomos, que no tienen un sueldo fijo y dependen del resultado de su performance laboral, como psicólogos, odontólogos y tantos otros.

Los ciudadanos de clase media baja y clase baja manifiestan con contundencia la existencia de un masivo pluriempleo entre los que pueden rebuscárselas –horas de Uber, ventas por Instagram, trabajos de oficios para familiares y vecinos, canjes en ferias– y de un nuevo mandato en los hogares: “Todos a trabajar”. De lo que sea, de lo que se encuentre. La regla es simple: “Hay que sumar ingresos” porque si no, “no se llega”.

El hilo conductor que une las distintas problemáticas es muy consistente: la dificultad para conseguir “un buen trabajo”. El empleo privado formal registrado sigue estancado por debajo de los 6,4 millones de personas. Oscila entre 6 millones y 6,4 millones desde, por lo menos, 2012. Hoy son 6.240.000 empleados según los datos del último informe oficial SIPA. Entre enero de 2023 y mayo de este año, se perdieron 125.000 puestos de trabajo en blanco. Casi la mitad, en el sector de la construcción.

Todos estos movimientos están alterando la configuración de la escena y generando dudas, preguntas, inquietudes que no estaban tan marcadas en los primeros meses del año. Especialmente en el llamado “círculo rojo”.

La certeza siempre fue una exageración, ahora es un oxímoron.

No se trata entonces de buscar lo imposible, sino de pretender lo viable. Cuando lo seguro y lo determinado no existen más, la comprensión se transforma en el nuevo santo grial.

Cuatro acrónimos del siglo XXI

Los acrónimos bien elaborados tienen la valiosa facultad de condensar sentido. Funcionan como las fragancias en extracto. Son construcciones que sintetizan movimientos estructurales en palabras cortas que dicen mucho.

Y desde allí contribuyen para echar luz donde hay opacidad. Iluminan dinámicas y patrones en la sociedad, la cultura, la política, la economía, la geopolítica o los negocios. Cuando están bien pensados, resultan muy atractivos y comienzan a circular con fruición haciéndose rápidamente un lugar en el discurso porque al abordarlos emerge de ellos el magnetismo de la claridad, esa búsqueda que nos desvela. Ayudan a decodificar la realidad y su contexto, abren nuevos campos semánticos, logran instalar términos que enriquecen el lenguaje del pensamiento.

Por citar apenas tres de los más recientes, podemos recordar, para comenzar, el estigmatizante PIGS con el que se nominó a los países europeos que fueron más golpeados por la crisis de las hipotecas subprime. De pronto, en 2009, Portugal, Italia, Grecia y la propia España se habían transformado en países que, por tener sus economías descalabradas, eran “cerdos”.

Por otro lado, en el campo cultural, un alumno de Harvard acuñó en 2004 el acrónimo FOMO para una tesis sobre conductas sociales que publicó en su blog. Su ideación hoy sigue plenamente vigente. Buscaba expresar la ansiedad que ya en aquel entonces provocaba la vidriera infinita de la tecnología: el miedo a perderse algo (Fear of Missing Out).

Ese acrónimo sigue vigente porque detectó anticipadamente un movimiento cultural que era incipiente, pero muy profundo. Sil Almada, que fundó Almatrends, nuestro lab de tendencias globales para la ejecución local, nos lo recuerda siempre: “Las tendencias no tienen nada que ver con la moda. Son dinámicas de fondo que trascienden el tiempo, no duran una o dos temporadas, atraviesan el tiempo, pueden perdurar por años o incluso décadas. Cuando se las identifica a tiempo, permiten anticiparse a los hechos. A veces el futuro está escrito en los dobleces del presente”.

Por último, podemos mencionar un tercer acrónimo que nos estaba diciendo mucho sobre el mundo más territorial y menos global que se estaba gestando. Fue acuñado en 2001 por Jim O’Neill, en ese entonces jefe de investigación económica de Goldman Sachs. Señalaba cómo, tras el empuje que el crecimiento de China les había dado a varios países de extensa superficie, con los que crecía su vínculo comercial y desde allí el económico y el geopolítico, nos movíamos hacia una disminución de la hegemonía norteamericana posterior a la caída del Muro de Berlín. En 2010 se agregaría Sudáfrica a los originales Brasil, Rusia, la India y China.

Los Brics entraron así en la agenda transformándose en actores relevantes de un planeta que debía pensarse más a partir de bloques regionales con intereses comunes que como una globalización única, sin matices ni diferencias.

De alguna manera, en esos tres acrónimos se resumen buena parte de las dinámicas que moldearon el comienzo del siglo XXI. La peor crisis financiera global desde los años 30, el impacto de la irrupción digital en la mutación de la cultura contemporánea y cómo, a caballo de esos dos grandes vectores –dinero/consumo, por un lado, y tecnología, por el otro–, se reorganizó el mapa del poder global.

Un cuarto acrónimo buscó sintetizar todo aún más: el mundo VUCA. Fue acuñado por el US Army War College en los años 80 para describir el enfoque posterior a la Guerra Fría en el campo militar. Los expertos norteamericanos dieron con un concepto que excedía por mucho ese campo. La volatilidad, incertidumbre (uncertainty en inglés), complejidad y ambigüedad eran una conjunción de características que describía con gran acierto una nueva era.

Si VUCA asumía que la linealidad y la homogeneidad eran una insensatez, y eso ya era mucho decir para el pensamiento estratégico tal cual había sido concebido en el proceso expansivo de la globalización, especialmente desde la década del 90, el quinto acrónimo que ha llegado para desplazarlo nos deja frente a lo absolutamente desconocido.

Bienvenidos al Mundo Flux

Podrían indicarse como hitos anticipatorios el inesperado triunfo de Donald Trump y el Brexit en 2016 y la emergencia de la posverdad y las fake news como hechos salientes de aquellos dos hechos inesperados. También la transformación de China en una potencia tecnológica de vanguardia, la confirmación de la India como un actor central del futuro o la audacia de líderes como Vladimir Putin o Recep Erdogan para liderar sus países buscando recuperar la antigua impronta imperial de Rusia y Turquía.

Pero sin dudas el hecho saliente que cambió todo fue la repentina irrupción y adopción masiva de la inteligencia artificial. Desde que, en noviembre de 2022, se lanzó al público general ChatGPT, el mundo dejó definitivamente de ser VUCA para pasar a ser FLUX.

Siendo un concepto reciente, todavía tiene más de una versión. Para algunos la F indica fast (rápido), lo que expresa la filosofía de Silicon Valley, que se consolida como el nuevo mantra de la época. Para otros la F es por fractal. El concepto desarrollado por el matemático Benoit Mandelbrot para detectar patrones simples detrás de las dinámicas de alta complejidad tendientes al caos. Podría ser una F al cuadrado. Ambas interpretaciones resultan muy pertinentes.

En la L, no hay ninguna duda: líquido. Aquella idea que el sociólogo Zygmunt Bauman presentó en su ensayo Modernidad líquida, de 2000, finalmente es reconocida como lo que siempre fue: una definición brillante para describir la vida actual en sus múltiples órdenes. Desde los económicos y políticos hasta las conductas de consumo, la relación con los medios de comunicación o el arte y los vínculos más íntimos entre los seres humanos. Se acusaría a Bauman de usar por demás su propio invento sin llegar a comprender que lo que estaba haciendo era enfatizar el mensaje. Primero fue incorporado por los intelectuales, ahora por todos. En buena hora y con el merecido respeto a una mente que aportó lucidez mientras era acusada de liviana y repetitiva, solo por tener el coraje de escribir sobre sociología de fondo en un lenguaje amigable.

En la U también hay dudas. Para algunos es por uncharted (inédito) y para otros refiere a unbounded (ilimitado). También aquí las dos serían perfectamente válidas, dado que en la cultura cíborg en la que nos adentramos todas son incógnitas. Ray Kurzweil, gran futurólogo de la tecnología, nos viene alertando desde hace más de 20 años que estamos viajando hacia la singularidad, es decir, la fusión de la carne y el silicio, hecho que ocurriría en 2045.

Por último, en la X también hay dos lecturas. Mientras algunos entienden que es por eXponential (exponencial), otros afirman que es por eXperimental. En ambos casos usan un truco con las letras para darle a la X el protagonismo y la centralidad que le ha dado el propio Elon Musk llamando así a buena parte de sus empresas. Nuevamente, aquí las dos hacen todo el sentido.

Siendo así, es bueno recordar algo que tendemos a olvidar cuando se incrementa la ansiedad, como ahora, y nos ponemos demasiado endogámicos.

La Argentina también es parte de este nuevo mundo Flux, donde todo fluye por ríos de sentido difíciles de identificar e imposibles de predecir de modo infalible. No busquemos certezas, aspiremos a la claridad. Será necesario aprender a navegar las reglas del caos.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/economia/pensar-en-el-nuevo-mundo-flux-nid25082025/

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