Pepe Sánchez: el entrañable espía argentino que cautivó a millones de lectores con sus aventuras
En diciembre de 1975, pleno auge de la Guerra Fría, aparecía en su primera misión internacional un agente secreto muy particular. Simpático, torpe, fanfarrón, inconfundiblemente argentino. Su ...
En diciembre de 1975, pleno auge de la Guerra Fría, aparecía en su primera misión internacional un agente secreto muy particular. Simpático, torpe, fanfarrón, inconfundiblemente argentino. Su nombre: Pepe Sánchez, un entrañable 007 autóctono que se convirtió en un ícono de la historieta nacional desde su lanzamiento en el número 1 de la revista El Tony Supercolor.
En estos días, el espía canchero creado por Robin Wood y Carlos Vogt cumple 50 años desde su primera publicación. Seguramente más de uno de los miles de lectores que ha tenido a través del tiempo lo recordarán con una sonrisa.
“Es un agente secreto que es un nabo total, que le salen las cosas bien de p... Siempre está rodeado de chicas hermosas, el tipo se hace el galán, pero es un salame que no se puede creer. Es una especie de chanta porteño, entre ingenuo y chantún”, describe a Sánchez José María Gutiérrez, director del Centro de Historieta y Humor Gráfico de la Biblioteca Nacional en diálogo con LA NACION.
“Un James Bond criollo”“Decidimos crear a un James Bond criollo y elegimos como imagen a un mozo de café al que había que traer con un tractor para que nos atendiera”, reveló el propio Wood, guionista de la tira, en un libro sobre la obra de Vogt, el dibujante de Pepe Sánchez, publicado por la editorial Ferullo Burke.
La idea de recrear, en tono de comedia, el espíritu del famoso agente británico estaba muy arraigada en los creadores de la historieta. Tanto que, en su primera aventura, Sánchez deberá cumplir una riesgosa misión -recuperar 10 bombas nucleares en manos de un enemigo que planea arrojarlas en grandes ciudades- junto al mismísimo “James Pont”, que aparece en las viñetas con el rostro de Sean Connery.
Es más, ese primer episodio de la serie, como luego pasará con muchos otros, lleva un título que es un remedo de uno de los de la saga de 007: Operación retrueno. También llegarán más tarde otras aventuras bautizadas con lúdicas chanzas como De Rusia con amor... tadela; El satánico Dr. sí; Con tacto en Francia o Pepe el sucio.
“A lo largo de la tira van apareciendo personajes muy reconocibles por los lectores, estrellas de cine, deportistas famosos y va a hacer parodias de cada fenómeno cultural que haya o del espectáculo. Va a hacer una parodia de las películas taquilleras como Tiburón, las van a usar para hacer la historieta con eso”, explica Gutiérrez.
El especialista en tiras cómicas da cuenta además de una característica de Pepe Sánchez que no era común en el universo de las historietas de esa época.
“Los otros personajes de Robin Wood son de otros lugares. Nippur de Lagash es sumerio, otro personaje es egipcio, de Estados Unidos, hay un inglés... Pero Pepe es muy argentino, es hincha de Chacarita, toma mate. Muy aporteñado. Eso pegaba en el público, obviamente”, describe Gutiérrez.
Una comedia en tiempos de aventuras dramáticas-José, ¿cómo era la situación de la historieta argentina cuando surge Pepe Sánchez?
-Había como un renacimiento, una recuperación de la crisis que se había vivido en la década del 60, donde hubo una aparición de muchas revistas mexicanas, de editorial Novaro, con las que las revistas argentinas no podían competir. Esto porque las de afuera eran todo color, con precios económicos y personajes reconocibles, superhéroes, cowboys... además, los mejores autores argentinos se habían ido a trabajar al exterior.
-Pero esa crisis se superó.
-Sí, a comienzos de los ‘70 es la editorial Columba la que va a hacer una recuperación a partir de las historietas que escribe Robin Wood, con colaboradores como Carlos Vogt, Lucho Olivera, Benito Fernández. Son historias que renuevan el lenguaje y se vuelven muy populares. Se venden cientos de miles de ejemplares de las revistas de la editorial: El Tony, D’Artagnan, Intervalo. Es un período importantísimo que comienza en los 70, hasta los 80 y va a arañar también los 90.
-¿En ese contexto se encuentran Wood con Vogdt y nace Pepe Sánchez?
-No, siempre hay que recordar la primera historieta en la que se encuentran el guionista con el dibujante. Es a finales de los 60 cuando hacen Mi novia y yo, que se publica en Intervalo y es un éxito casi total. Es la primera comedia que van a hacer Wood y Vogt. Se trata de un guionista de historietas, como Wood, que tiene también su rostro. La otra es Pepe Sánchez. Todo lo demás que hacen son historietas dramáticas, bélicas, de aventuras, de cowboys...
-Esas historias de aventuras en general no tenían mucho humor.
-Para nada. Era todo serio. Todo trágico. Estaba todo lleno de armas. De muertos. Además, Columba tenía una premisa, que era que la historieta tenía que durar mucho en su lectura. Vos comprabas sus revistas, económica, por ejemplo, siendo un obrero, y esa revista te tenía que servir para distraerte, evadirte en el viaje de Once a Tablada, ¿entendés? Entonces las historietas de Columba eran abigarradas de texto, llenas de voces en off, con diálogos larguísimos, tienen parrafadas de textos tremendos.
-Pero Pepe Sánchez no.
-Está despojado de tanto texto. No tiene casi intervención del autor. Hablan los personajes. Punto. Cuando hay un texto aparte es algo cómico. Por ejemplo, se lee: “La vida de un agente secreto está llena de pormenores que deben ser tenidos en cuenta hasta el mínimo detalle, nunca hay que perder el estado de alerta”, y lo ves a Sánchez sentado con las patas en la mesa leyendo El Tony. La intervención es para generar un gag entre lo que estás leyendo y lo que estás viendo. Con Mi novia y yo pasaba lo mismo.
Los niños mimados de la historietaNacido en Colonia Cosme, Paraguay, en 1944, pero afincado en la Argentina desde temprana edad, Robin Wood era, en el año 1975, un guionista de historietas muy popular y consagrado. Antes de Pepe Sánchez, ya había creado personajes que fueron hitos de la historieta argentina: Nippur de Lagash, Gilgamesh, el espía Dennis Martin. Se movía con soltura por diferentes temas, ambientes y momentos históricos, y llegó a redactar en forma paralela decenas de relatos, siempre en colaboración con los mejores ilustradores de la época.
A la altura de su talento estaba el dibujante Carlos Vogt, nacido en San Isidro en 1933 y que para el tiempo de su encuentro con Wood ya tenía, de acuerdo con Gutiérrez, “una larga trayectoria profesional”. El especialista en historietas asevera que el ilustrador era “un tipo muy profesional, muy formado, que había trabajado en revistas de la Editorial Frontera, de (Héctor) Oesterheld y en otras anteriores también, en la que se llamó la edad de oro de la historieta argentina”.
En el libro dedicado a su vida, el propio Vogdt contó su experiencia con el personaje del divertido espía: “Cuando empecé Pepe Sánchez, con Robin Wood, dejé prácticamente de dibujar ‘en serio’ para dedicarme a dibujar ‘en joda’, tratando de evolucionar mi estilo hacia un máximo de comicidad. Con Pepe Sánchez recibí uno de los mayores elogios que puede recibir un dibujante de su guionista. Robin me dijo varias veces: ‘Che, Carlitos, me cagué de risa con el último capítulo al verlo dibujado’“.
En alguna entrevista, Wood había dicho en aquel tiempo que, junto con su compañero dibujante, ambos eran “los niños mimados de la historieta”.
“El dibujo de Vogt calza perfectamente con la comedia -explica Gutiérrez- porque es un dibujo realista, pero a la vez es muy simpático, como son los personajes. Tienen una gestualidad muy clara. Las caras de picardía, las expresiones, las realiza de un modo magistral. En Mi novia y yo inventa el perro Tom, la mascota del protagonista, que es un animal que se ríe y tiene mirada inteligente porque cuenta las historias”.
Un muchacho de barrioEsa simpatía de la que habla el experto en cómics es la que exhibe en todo momento el joven espía. Rubio, mordaz, sonriente, aún en las ocasiones más extremas no deja de meter algún chascarrillo o hacer un gesto cómico.
“Es una figura estirada -describe Gutiérrez-, que cuando corre exhibe una especie de desmesura, como que no corre, pega zancadas. Es realista, pero tiene algo de las actitudes físicas que tenía Jerry Lewis, siempre al borde de lo payasesco, pero sin pasarse del otro lado”.
Más allá de su comicidad, a veces involuntaria, la de Pepe Sánchez nunca dejó de ser la historia de un aventurero. “Es una historieta de aventuras en tono de comedia, plagada de gags, con un dibujo desopilante”, sintetiza el hombre de la Biblioteca Nacional.
A modo de ejemplo de lo que dice el especialista, en una reedición de Operación Retrueno, la primera cruzada de Sánchez, se lo puede ver al protagonista en una sala llena de monitores para la tareas de espionaje. Pero en lugar de estar atento a alguna misión, el agente está tomando mate y mirando, en una de las pantallas, un partido entre Boca y Chacarita.
Pepe tenía gran facilidad para hacer amigos y para resolver embrollos y vencer los villanos gracias a veces a su suerte y otras a su viveza criolla. Estaba enlistado como agente primero en las filas de UNOM y luego en la CES (Centro de Espías Sofisticados), desde donde enfrentaba a los más temibles -y también torpes- enemigos de organizaciones como Spectrum, Cosmos o CAOS (Círculo de Asesinos, Oportunistas y Saboteadores), Afanum Aerian, Asesine-con-una-Sonrisa-Incorporated, entre muchas otras.
Además, pese a sus misiones extremas, Pepe nunca dejó de ser un muchacho de barrio, que vivía en una pensión humilde junto a su madre de origen italiano, Chiara Monodónogo de Sánchez, cuatro hermanos -el Beto, el Rubén, la Chuchi y el Caracú-, un sobrino, Tito, y varios y particulares tíos.
“Abrir la puerta para ir a jugar”Si bien la guerra fría marcó las primeras aventuras del agente, donde la mayoría de las veces los malos eran los rusos, luego, la gama de sus andanzas se abre a otras situaciones, paisajes y maleantes.
“La base de esta historieta, que no tiene otra, es que es totalmente libre y abierta para que el personaje haga lo que quiera”, dice Gutiérrez, y suma: “Puede estar en cualquier parte. Puede irse a otro planeta, lo pueden colocar donde quieran, haciendo cualquier cosa. Esto es una joda total. Era abrir la puerta para ir a jugar. Los autores se mataban de risa”.
En la historieta también solían cruzarse otras creaciones de Wood, como el propio Tino, de Mi novia y yo. En el episodio 2 de la serie, se hace presente nada menos que Nippur de Lagash, con una vuelta de tuerca excepcional: el sumerio se había unido a una organización criminal porque, como explica otro personaje, “dice que se cansó de ser bueno”.
No puede evitarse que este cómic traiga reminiscencias de otros agentes secretos disparatados, como el Super Agente 86, la creación televisiva de Mel Brooks, o los más argentinos Super Agentes Tiburón, Delfín y Mojarrita, muy populares en la pantalla grande nacional. Pero Pepe, por la variedad de sus correrías y las posibilidades creativas que le da el campo del cómic, sigue siendo único.
Un humor amable-José, como definirías el humor de Pepe Sánchez?
-Un humor amable, que hace reír, pero a la vez es simpático. Está parado en un lugar donde no se desborda en ningún momento. No va hacia la sátira y eso le asegura un gran éxito y un público muy amplio. Lo leían chicos, grandes, con cualquier formación cultural, de cualquier género.
-¿Se leía fuera de la Argentina?
-Las revistas de Columba se distribuían en toda Sudamérica. Cada edición tenía el precio en guaraníes, peso chileno... Se leían allá. En Brasil se publicaron traducidas y después tenían distribución en alguna ciudad de Estados Unidos, como Nueva York, supongo que para el mercado hispanoparlante.
-Para los nostálgicos y las nuevas generaciones, ¿es posible hoy encontrar algún ejemplar de Pepe Sánchez?
-Hay grupos de fanáticos que digitalizan las historietas, las vas a ver en la página de Columberos. Pero la serie amerita reediciones. Columba trabajó con reediciones cuando la editorial agonizaba (cerró en 2001), pero son un poco berretas. Las historias de Pepe Sánchez son un poco viejas, pero se la bancan. Hay muchos códigos que los lectores de hoy no los entenderían, sobre todo las personas que aparecen parodiadas, pero las historietas son muy buenas, muy sólidas. Los diálogos son divertidos, nunca se volvieron sonsos.
Reencontrar a Pepe SánchezEl éxito del agente secreto argentino se extendió por más de 225 episodios. El último escrito por Wood fue El reloj de la pobreza, de 1993. Luego, siguieron con el personaje otros guionistas -Ricardo Ferrari, Osvaldo Fernández- hasta que el propio Vogt se hizo cargo de escribir y dibujar sus aventuras. En una de ellas, hasta jugó a llevar a Pepe al espacio. Fue en 1997 con el episodio El regreso del que te jedi, en clara alusión a la saga de La Guerra de las Galaxias.
Si bien las andanzas formales del espía culminaron en 1998 con Debajo los de arriba, Sánchez volvió a aparecer con un inédito, Nuestro hombre en la Amazonia, en el año 2009.
Pero dos años antes, el personaje había hecho una presentación especial. Es en una breve y sentida viñeta en la que Pepe, en los límites de un potrero donde se disputa un picado, dialoga con Inodoro Pereyra y su perro Mendieta, a modo de homenaje por el reciente fallecimiento de Roberto Fontanarrosa.
José María Gutiérrez tiene una buena noticia para los que tienen ganas de volver a ver al agente una vez más. Calcula que en el mes de abril del año próximo, en una Casa de Cultura que va a inaugurar la Embajada de Paraguay en Buenos Aires, se a inaugurar una muestra con el título de Épico, en la que se exhibirá la colección de obras de Robín Wood que posee la Biblioteca Nacional.
Será una excelente oportunidad para reencontrar a Pepe Sánchez, el agente que cumplió con creces su misión más importante: quedar para siempre en la memoria de sus lectores.