El nombre Sex and the City abre un legado que marcó la cultura. Desde la pantalla del televisor durante seis años, contando desde 1998, se vio cómo la moda se convertía en estilo. La historia se centró en cuatro amigas, cada una como un arquetipo de la mujer en sus treintas, que se abrían camino en Nueva York.
Como un evento cuya característica es llegar y dejar huella, Sarah Jessica Parker y Carrie Bradshaw, a partir de acá, siempre serán vistas como una. Un evento de conversión donde la actriz, al final, se transforma en un ícono de estilo muy a su pesar.
La serie salía de manera semanal por HBO. El último episodio fue en 2004 y, retomando el formato, ahora por Max, en 2022 se estrenó And Just Like That, el spin-off de la original que ofrecía una visión de estas mujeres en sus cincuenta.
En el medio se estrenaron dos películas olvidables, la verdad, y aun así no lograron despistar sobre qué pasa con el encanto de Sex and the City. Al igual que Dinastía, la serie que atravesó toda la década de 1980, SATC estaba transformando la cultura a través de la moda. La estilista fue Patricia Field: ella les dio identidad a Carrie Bradshaw, Miranda Hobbes (Cynthia Nixon), Charlotte York (Kristin Davis) y Samantha Jones (Kim Cattrall) a través de un vestuario que terminó moldeando el modo de vestir mientras sucedía la historia, pero también después.
Sus looks generaron tendencias que se convirtieron punto de referencia, estrenaron outfits que al momento de filmar cada capítulo ni habían salido a la pasarela, crearon carteras para que los planos americanos de Carrie pudieran ser decorados con la Baguette, de Fendi, y la Saddle Bag, de Dior, por ejemplo. Tan latente es el recuerdo de lo que dio la moda en la serie, que cuando Maria Grazia Chiuri en su última colección de otoño-invierno para Dior puso la camiseta J’Adore Dior, se entendió como un guiño al look de Bradshaw en su reencuentro con Aidan Shaw en Sex and the City 2, un film solamente recordado por este acontecimiento épico donde con un amoroso asombro, Carrie cruza mirada con su segundo gran amor vestida por una falda acampanada y la remera en cuestión, que en verdad John Galliano había lanzado para la maison de la avenue Montaigne en 2001.
La ex directora creativa de Dior dijo que, al ofrecer las remeras estampadas y revivir el bolso Saddle desde su primera colección, había pensado en este personaje estiloso. Es así como un fenómeno destinado a la renovación –como es la moda, marcada para el cambio según las tendencias–, genera imágenes dadas por ropas a las que el tiempo no les pasa. Ahí es cuando la moda se libera de la moda para empezar a gestar un estilo. El estilo de Carrie Bradshaw.
Volvamos al inicio para luego atravesar un puente construido por 20 años de espera. La serie se basó en el libro Sex and the City, de Candace Bushnell, sobre las columnas publicadas en el diario. Las relaciones con los hombres, la amistad y la vida laboral tejían la trama semanal que luego el productor Darren Star, el mismo de Beverly Hills 90210, traspuso a la pantalla chica. Como serie, Sex and the City marcó una época, contó historias que interpeló a una generación de mujeres que se sintieron identificadas con estas narrativas, escritas en su mayoría por guionistas femeninas.
La complicidad tan cercana sostuvo un lenguaje donde fue imposible que el público no se sintiera afectado. Tan así que generó cuestionamientos y tensiones. Si es frívola, si no debería ser feminista, si los hombres son descartables y, sobre todo, cómo hace una columnista freelance para pagar su guardarropa con casas de lujo y zapatos de diseñador.
Hay que decir que Manolo Blahnik fundó su marca en la década del 70, pero se hizo popular como el zapatero de Carrie, o sea, de un personaje ficticio. En 2021, al desistir de un tercer intento por llevar SATC al cine, sin Kim Cattrall (porque se peleó con SJP), Sarah Jessica, Cynthia y Kristin fueron convocadas para el spin-off And Just Like That. Vale recordar que también en 2010 hubo una precuela con Los diarios de Carrie, pero ni los libros ni la serie hicieron contacto con la historia de origen.
Acá lo que importa es cómo sigue la vida de estas mujeres en el transcurrir de las décadas que ahora va por la tercera temporada. No se puede leer como una unidad, pero mantiene su naturaleza sistemática, propone ideas precisas pero no las desarrolla con profundidad. El modo en que se cuenta es cuestionable porque no se suele estar de acuerdo con las elecciones de vida de Carrie, quien fuera el espejo de otras tantas mujeres.
La historia es atractiva y emocional, And Just Like That es sobre el amor, cuando es esquivo, pero también cuando está. Se extraña lo que alguna vez existió y el amor siempre le fue errante a Carrie. Estas mujeres tienen la fortuna de no preocuparse por la vivienda propia, por la vida social, por el trabajo que quieren ni por la paga que merecen. Es el sentimiento del amor lo que se les escurre. Como casi un Jesucristo, no se supo que pasó en estas décadas, pero nos enteramos que Miranda ahora es una alcohólica en recuperación, que Charlotte mantuvo su vida familiar de ensueño, que Samantha sigue en Europa.
La primera temporada de And Just Like That muestra a la felizmente casada Carrie con el que fue su gran amor desde el capítulo piloto, Mr. Big. Sin respiro, o sin atreverse a darle otro final, somos testigos de la muerte del señor que siempre la hizo sufrir, pero de ahí en más es pura secuencia forzada por encajar con la agenda de la época.
A diferencia de Sex and the City, And Just Like That no va a envejecer bien. Resulta que Miranda dejó a su marido Steve y se enamora de una mujer; la hija de Charlotte eligió ser no binaria; Carrie cambia la escritura y hace un podcast, aunque en la tercera temporada retoma y apuesta a una novela situada en 1863. Aidan Shaw, el otro gran amor de Bradshaw, hace su aparición en la segunda temporada y, cuando la cosa parece que arranca entre ellos, termina el show con el pedido y promesa de él para estar juntos pero en cinco años, mientras tanto separados porque él está instalado en Norfolk, Virginia, al cuidado de uno de sus hijos diagnosticado con TDAH.
Si no fuera porque ya se atraviesa la mitad de la historia y nada mantiene una continuidad y coherencia, sería razonable pensar que estos hechos diferidos nos llevarían a un final aunque sea auspicioso. Pero en eso radica el encanto del mundo de Sex and the City y su satélite, que frente a cosas sin importancia mecha sucesos sueltos a los que nadie se resiste, como tener al lado a quien te abrace y te diga que todo va a estar bien cuando la vida es un infierno.
El personaje de Charlotte tiene la misma naturalidad que las hermanas Wilson en ¿Y dónde están las rubias?, sus inquietudes se perciben parodia, pero quién no estalló en lágrimas junto a ella cuando por fin pudo expresar el miedo a su amiga Carrie: su marido Harry tiene cáncer. El momento es desgarrador. Y ahí volvemos a conectar con el meollo de esta historia con sus propios códigos que la mantienen viva.
Al comenzar un nuevo episodio nada tiene continuidad. Carrie cambió el cigarrillo y la ventana como escenario para la reflexión por el dictado a la Inteligencia Artificial de Whatsapp con mensajes para Aidan que no se va atrever a enviar para no molestar. Ella siempre está a la espera. El espectador, en esa identificación con la dama en cuestión, mira la pantalla y suplica que esta Carrie Bradshaw +50 deje de estar estancada. En cada episodio, Carrie intenta ser ocurrente, es decir, copiar a su propia yo de hace 20 años, le dejan los remates que cualquier fan de la serie adivina. Dejó su departamento insignia, que ocupó decenas de páginas de revistas e internet por su belleza simple pero descomunal, en Perry Street 66.
La fachada ubicada en el West Village es icónica, tan visitada que los vecinos de la vida real le pusieron cadena para que los flaneurs no subieran las escaleras. Ahora Carrie se mudó a Gramercy Park para que su novio quisiera visitarla. Es que Aidan es susceptible, Carrie lo engaño con Mr. Big en el pasado, en la serie original, y entonces ahora no puede dejar de relacionar el lugar con la traición.
Pero así se dan otros sucesos que pierden la oportunidad de estar a la altura de la coyuntura: Aidan se queda al cuidado de su hijo y se podría explayar sobre los nuevos modos de paternidad en tiempos de cuidados compartidos, pero no sucede. En cambio, resaltan que pasado un momento de manifestación del diagnóstico del chico, el novio de Carrie duerme con su exesposa y madre de sus hijos Kathy. La reacción de Carrie al escuchar el relato es que no importa, porque no habían hablado de exclusividad amorosa.
Carrie no puede engañar, pero a Carrie si la pueden traicionar. Carrie deja de seguir su vida por Aidan; también sus zapatos, pero por su nuevo vecino, el buen mozo Jonathan Cake que interpreta a Duncan, un escritor que duerme de día y escribe de noche, pero los taconeos de su vecina lo desvelan. Ella accede y se los saca. Insólito. Los zapatos fueron algo que defendió en toda la crónica. De hecho, usaba modelos muy poco prácticos pero eran simbólicos por haber sido pagados con su esfuerzo y nunca le impidieron caminar su vida.
En 2025, el look de Carrie ya no encaja. Luego del Covid-19, entre tantos cambios, el vestir también quedó confuso, pero es necesario señalar que Bradshaw y sus amigas Miranda y Charlotte, a las que se suman Seema Patel (Sarita Choudhury) y Lisa Todd Wexley (Nicole Ari Parker) no se visten bien. En su interpretación, Sarah Jessica Parker quedó reducida en su rol de escritora abocada a su primera novela ambientada en el siglo XVIII, que se pavonea por su casa de dos pisos y jardín en tacos. Es una performatividad que desentona con la mujer que encandilaba por las calles neoyorkinas con looks listos para ser referenciados.
Incluso, en las escenas que demandan exteriores, en And Just Like That se percibe lo exagerado del estilismo de la escritora en comparación con los transeúntes. Nadie se viste así ya. De Carrie Bradshaw se dijo que con su estilo logró amalgamar el espíritu de la mujer en movimiento y no fue difícil ver esa esencia espejada en un vestuario contemporáneo.
Sarah Jessica Parker compuso un personaje a la altura de la época, cuando el consumo de la moda y el hábito de vestirse rompía con el canon. La vestuarista de la serie original, Patricia Field, desarrolló el concepto de la democratización de la moda, corporizó la noción de mezclar piezas de lujo con las seriadas y las halladas en las ferias americanas.
Los vestuaristas de And Just Like That son Molly Rogers y Danny Santiago, discípulos de Field. En tiempos de redes, la serie maneja una cuenta oficial en Instagram para los vestuarios. Allí se plasmaron los procesos de adquisición de las piezas, con viajes de compras, visitas en showrooms y revistar el archivo de la serie: muchos de los modelos estaban en poder de Sarah Jessica Parker.
Molly Rogers armó un shop online en su web donde comercializa los ítems que visten los personajes. Las prendas van saliendo a la venta por semana, acompañando el estreno de cada episodio. Se ve el collar de perlas, las Mary Jane blancas de Manolo Blahnik, la camisa blanca de la colección de otoño 1995-1996 de Dior diseñada por Gianfranco Ferré, un cardigan a rayas de Vivienne Westwood, la falda de organza de Gucci, una blusa de colección Spring 2000 de Chanel y otra con estampado de flores de Yves Saint Laurent, con fecha de 1979. Si bien la curaduría es impecable, queda por lograr el equilibrio y belleza para que el acto de vestirse real sea más que un ideal. Como dato a destacar, la marca argentina Fabrics of Colours, comandada por la artista visual Flor Peña, se luce con un vestido en la silueta de Carrie.
En consonancia con el mercado que generan estos popes en cuanto a moda, actualmente se está rodando en Nueva York la secuela de El diablo viste de Prada, el film estrenado en 2006 que recaudó 327 millones de dólares en todo el mundo con un presupuesto de 41 millones. Casi en una era predigital, Anna Wintour, la todopoderosa directora de la revista Vogue, se convirtió en una estampita gracias a esta película basada en la novela de Lauren Weisberger, exasistente de Wintour.
La película muestra los días de la aspirante a periodista Andy Sachs (Anne Hathaway) como asistente de Miranda Priestly (Meryl Streep) y de su compañera Emily (Emily Blunt). Hasta hace unos días no se sabía si Hathaway sería de la partida en esta segunda parte, que se confirmó con una pasarela de looks de la actriz caminando por la calle. Se dice que la trama de la secuela tendrá a Priestly lidiando con el dilema de las revistas en la era digital y tendrá que buscar publicidad en un conglomerado de lujo donde su exasistente Emily es ahora ejecutiva.
Tanto Sex and the City como El diablo viste de Prada se convirtieron en clásicos y dieron a la moda un aire cercano o por lo menos le quitaron su carácter abstracto para generar una imagen concreta. Claro que el devenir de la moda en sus décadas puede dar cuenta del estado de la sociedad. Así como Sex and The City en el cambio de siglo manifiesta una mujer que se vestía con una libertad inédita, And Just Like That evidencia que post pandemia sigue por definir las cuestiones del qué me pongo.