Próceres: estupor, cautela y decepción por la decisión del Gobierno de cerrar y fusionar institutos históricos creados por ley
La decisión del Gobierno de ...
La decisión del Gobierno de eliminar los ocho institutos de investigación histórica que dependían del Estado para formar un único organismo nacional en el que se estudiaría a “los próceres” (tal como lo expresó ayer el vocero presidencial Manuel Adorni) causó estupor, cautela y decepción entre los historiadores. Como apuntaba una reconocida especialista consultada por LA NACION esta mañana, “da la sensación de estar ante una topadora que no discrimina”. Otro historiador de renombre, con poder de síntesis, resumió así la propuesta: “Algo bueno y mucho desastroso, como todo lo de este Gobierno”. Los más cautelosos prefirieron no pronunciarse sobre la medida, alegando escasa información.
En su cuenta de X, el ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, celebró la medida al afirmar que los institutos eran “estructuras financiadas por el Tesoro Nacional, dedicadas al culto al personalismo, muchas veces con un claro sesgo político y sin criterios institucionales objetivos para su existencia”.
Los decretos delegados 345 y 346/25, con firma de @JMilei, @GAFrancosOk y @SPettovelloOK, ordenan el funcionamiento de una serie de organismos dedicados a exaltar figuras históricas. Se trata del Instituto Nacional Sanmartiniano, el Instituto Nacional Yrigoyeneano, el Instituto… pic.twitter.com/i9nkem6S9b
— Fede Sturzenegger (@fedesturze) May 22, 2025En el Boletín Oficial hoy se formalizó el cierre de los institutos Browniano, Newberiano y nada menos que el Belgraniano, destinado al estudio de la obra de uno de los padres de la patria. En estos tres organismos trabajan, en suma, catorce personas.
Por otro lado, las instituciones dedicadas a San Martín, Juan Manuel de Rosas, Hipólito Yrigoyen y Eva Perón -donde trabajan 58 personas en total- se fusionarán en un megainstituto con el Instituto Nacional Juan Domingo Perón, que dependía del Ministerio de Capital Humano y también cerró sus puertas. Aún no se conoce el nombre de la persona que estará a cargo de este organismo; lo decidirá el secretario de Cultura, Leonardo Cifelli, asesorado por la historiadora Liliana Barela, la subsecretaria de Patrimonio Cultural.
El futuro Instituto Nacional de Investigaciones Históricas, en el que los exdirectores podrían integrar un consejo asesor ad honorem, funcionaría en uno de los edificios que hasta hoy ocupaban los organismos disueltos. Las actuales sedes de los institutos Juan Manuel de Rosas e Yrigoyeneano son oficinas de la Secretaría de Cultura, mientras que el Eva Perón y el Sanmartiniano serán convertidos en museos nacionales. Los edificios de los institutos Belgraniano, Browniano y Newberiano, de ubicación estratégica, pertenecen al Ministerio de Defensa, y el del Juan Perón, a Capital Humano.
Sin embargo, LA NACION pudo saber que no todos los exdirectores de institutos aceptarán el convite hecho por la subsecretaria Barela que se comunicó con ellos por teléfono para darles la “mala nueva”.
Uno de ellos es el presidente del Instituto Yrigoyeneano, Diego Barovero. “Se trata de una medida que no encuentra fundamento real -dijo esta mañana el abogado e historiador a este diario-. El Instituto Yrigoyeneano existe desde 1948 y fue oficializado por ley en 2005. Es muy austero y el aporte del Estado para su funcionamiento es casi inexistente, ya que la mayoría de las erogaciones corre por cuenta de sus autoridades y miembros. La intención de borrar a Hipólito Yrigoyen de la memoria colectiva empezó el mismo 6 de septiembre de 1930 y se prolonga hasta la actualidad, ya que el propio Milei es detractor de Yrigoyen como lo hizo público varias veces. Además, el decreto de disolución y fusión es una norma de menor jerarquía que una ley y adolece de serios defectos de técnica legislativa y de redacción”.
Barovero cree que no integrará el consejo asesor del “instituto de institutos” ideado por el Gobierno. “El Yrigoyeneano volverá a ser una entidad privada por determinación de quienes lo integramos -anticipó-. El decreto avanza y retrocede, no queda claro cuántos institutos se fusionan ni las misiones y funciones. La subsecretaría Barela me dijo ayer que nos reuniríamos y le respondí que con el hecho consumado no nos prestaremos a hablar”.
El historiador Claudio Morales Gorleri, presidente del Instituto Nacional Sanmartiniano, se enteró de la reconversión del organismo en museo por la conferencia de prensa de Adorni. “Habrán tenido en cuenta que el Instituto fue creado por una ley nacional -dice a este diario-. Seguirá funcionando con su Academia y con las más de cien asociaciones culturales sanmartinianas, que el viernes pasado se reunieron en nuestro Instituto y en el Regimiento de Granaderos. Las asociaciones tienen como misión transmitir los valores sanmartinianos en las escuelas. Mientras continuemos con la Academia y las asociaciones, no tenemos problemas. El inconveniente se podría crear porque, en muchos países, como Perú y Gran Bretaña, existen institutos sanmartinianos que dependen del nuestro”.
Ideas que se debaten“Las medidas que acaba de tomar el Gobierno en el ámbito de la cultura resultan arbitrarias, inconsultas, producto de decisiones unilaterales del Poder Ejecutivo -afirma la historiadora Hilda Sabato, que firma el prólogo del libro de Natalio R. Botana que se publicó este mes, La tradición republicana-. El avasallamiento de instituciones que, como el Instituto Nacional del Teatro o el Museo Nacional de Bellas Artes, entre otros, vienen cumpliendo importantes funciones públicas con relativa autonomía de los poderes de turno responde a una política sistemática de concentración de decisiones y recursos fuera de cualquier supervisión o control ciudadano”. Ni Sturzenegger ni Cifelli informaron acerca del “ahorro” en materia de ajuste cultural.
Para el historiador Luciano de Privitellio es una idea desafortunada quitarle autonomía al Museo Nacional de Bellas Artes. “En este punto, si es como dicen que va a ser, no es un buen cambio; el museo llegó a ser lo que es por su autonomía -dice-. Otra cosa son los institutos de investigación histórica que se quiere subsumir en un solo organismo. Esa diferenciación está pensada; algunos institutos, como el Eva Perón y el Sanmartiniano, tienen edificios y patrimonios importantes y no está mal que se conviertan en museos o en instituciones más abiertas a la comunidad. Distinto es el caso de todos los demás institutos, con historias muy diversas. El de Rosas tiene que ver con el desarrollo del revisionismo, otros porque estudian a héroes importantes, el de Yrigoyen y Perón por la importancia que tuvieron ambos en nuestra historia. A pesar de ser institutos cuyo centro es la historia, tienen poca vinculación con los lugares donde se hace historia profesional, como las universidades o el Conicet. Eso lo veo como un problema. Veo bien una centralización de actividades, no solo para tener un mejor control administrativo, como dice el Gobierno, sino también para plantear una mayor relación con aquellos ámbitos donde se hace historia. No está mal que se reformulen y se piensen de otra manera, para que sean más dinámicos”.
Por su parte, Horacio Tarcus sostiene que las medidas anunciadas responden a “dos líneas estratégicas” del Gobierno. “El ajuste y la llamada ‘batalla cultural’”. Respecto de los institutos, el historiador opina que necesitan modernizarse y adecuarse a las nuevas demandas sociales. “No me cabe duda de que la proliferación de institutos tradicionalistas hoy carece de sentido, pero la creación de un Instituto Nacional de Investigaciones Históricas manejado desde la Presidencia es una medida desastrosa -sostiene-. No sabemos todavía cómo se va a constituir, pero el anuncio de que se dedicará ‘al estudio de todos los próceres y personalidades relevantes de la patria, y no solo de algunos’, como dijo Adorni, ya está mal planteado. Hace décadas, si no un siglo, que la historia no se dedica a estudiar ‘próceres’, noción que, con todo su olor a naftalina, remite a una visión circunscripta a militares, presidentes y varones. Si se busca resaltar algunas figuras de nuestra historia con fines educativos, se podría pensar en todo caso en ciudadanos y ciudadanas destacados. Pero toda esta reforma en curso huele a las peores operaciones de usos políticos de la historia”.
Y, finalmente, recuerda: “Cuando en 2011 se creó bajo el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner el Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego, muchos historiadores señalamos nuestra discrepancia. Dijimos entonces que un Estado no puede identificarse con una corriente historiográfica determinada; el Estado, argumentamos, tiene que ser, simplemente, el garante del debate plural entre corrientes e interpretaciones, un debate que se libra entre estudiosos en los foros académicos y entre ciudadanos en la esfera pública. Hoy tenemos que dirigir la misma crítica al gobierno de Milei. No necesitamos ahora un Estado que, cambiando el signo político, se cobre revancha con gobiernos anteriores y se ponga a celebrar al general Roca, a Juárez Celman o al presidente Menem. Puede haber gobiernos conservadores, liberales o peronistas, pero el Estado argentino no puede ser rosista, mitrista, roquista, yrigoyenista ni peronista”.
El historiador Roy Hora no critica la decisión de modificar el organigrama cultural del Estado. “Por principio, no me opongo a que un gobierno surgido de las urnas proponga cambios organizativos o institucionales -señala-. Está en su derecho. Pero los antecedentes de este gobierno no invitan al optimismo. Recordemos que el secretario de Cultura, que no recuerda el nombre ni el argumento del único libro que leyó el año pasado, no es la persona más indicada para empujar una reforma de magnitud en nuestras instituciones culturales. No entiende ni le interesa la producción sino una parte menor de la producción cultural. Solo parece interesado en recortar gastos, a cualquier costo. Y que otros funcionarios o cuasi funcionarios, tienen una visión reaccionaria y sectaria de la cultura, que conciben como un campo de batalla antes que como un ámbito de expresión de una cultura nacional abierta a todos, diversa y plural. En síntesis, hay que esperar, pero no soy nada optimista sobre el sentido de estos cambios en curso”.
“Lo que uno puede hacer frente a estas cosas, la arbitrariedad y el tipo de acciones provocativas como el cierre, en la Semana de Mayo, del Instituto Belgraniano, es decir que esto no ocurrió con mi aval -sostiene el historiador Felipe Pigna, autor de varios libros sobre el creador de la bandera-. Quedará para la historia que, como muchos otros, me opuse terminantemente. El Belgraniano ha hecho un trabajo académico impecable durante décadas, transcribiendo actas y material de archivo, a veces de difícil acceso para historiadores, investigadores y la gente que se interesa por la vida de Belgrano, como las actas del Consulado, sus informes y escritos políticos y económicos. Hay que defenderlo y cuidarlo porque es parte de nuestro patrimonio”.