PSG, campeón de Europa: un club que al final entendió que debía poner los cimientos antes que el techo
“Fue sencillo entender que él era la pieza que necesitábamos para nuestro proyecto. Salí de su casa y rápidamente llamé al presidente para decirle que creía haber encontrado al hombre”. E...
“Fue sencillo entender que él era la pieza que necesitábamos para nuestro proyecto. Salí de su casa y rápidamente llamé al presidente para decirle que creía haber encontrado al hombre”. El autor de la frase es el portugués Luís Campos, director deportivo de Paris Saint-Germain. El proyecto del que hablaba era nada menos que una transformación total en la filosofía de un club que en la última década y media se había convertido en el buque insignia del fútbol francés pero al que le faltaba ganar la Champions League para cerrar el círculo. El hombre, por supuesto, es el asturiano Luis Enrique, el enérgico capitán de un cambio que, por fin, logró acabar con 14 años de decepciones luego de un recital de fútbol, en el que aplastó a Inter con un 5-0 que estableció las diferencias reales que hubo sobre el campo de juego en Munich.
En 2020, la estrategia de marketing puesta en marcha por los directivos de Qatar Sports Investments (QSI) en 2011, cuando tomaron las riendas de la institución, merecía un muy elogioso artículo en Harvard Business Review, selecta revista de la escuela de negocios de la Universidad de Harvard. Sobre el césped, en cambio, las cosas no funcionaban igual. Los hinchas y la prensa parisina seguían preguntándose qué ocurría como para que semejante nivel de imaginación, creatividad y éxito no se trasladase a la conquista de trofeos fuera del ámbito local.
Obviando lo que sucedía en las canchas, se puede afirmar que los qataríes habían sido clarividentes. Remodelaron y modernizaron el estadio Parque de los Príncipes para convertirlo en un nuevo atractivo turístico, y sobre todo, fueron capaces de captar la esencia de la capital francesa para conquistar el mundo. Lo explicaba muy bien Fabien Allegre, director de comercialización y diversificación de la entidad, en la revista Luxury Tribune: “La moda, el estilo, el diseño y la elegancia son los sellos distintivos de París. Hemos capitalizado el ADN de la ciudad para crear una marca de estilo de vida”. En menos de una década, PSG se convirtió en líder en ropa deportiva. En lo futbolístico, en cambio, los jeques de Doha equivocaron el diagnóstico, y quisieron comenzar el edificio por el techo.
Apenas asumió la presidencia, Nasser Al-Khelaïfi declaró que el objetivo era levantar la copa de la Champions en un plazo de cinco años. En aquel momento, PSG intentaba remontar una seria crisis económica y deportiva (QSI, la herramienta de inversión en deportes del gobierno de Qatar, pagó unos módicos 70 millones de euros para quedarse con el club), y pasar en tan poco tiempo de un semianonimato en el fútbol europeo a ganar la competición en la que participan los clubes más poderosos del planeta exigía acciones drásticas.
La decisión fue tomar el camino más corto, y durante una docena de años PSG se dedicó a buscar la gloria fichando a grandes figuras, y pagando transferencias y salarios exorbitantes. Así fueron pasando David Beckham, Zlatan Ibrahimovic, Ángel Di María, Edinson Cavani y un amplio ramillete de cracks hasta alcanzar el paroxismo entre 2017 y 2021 con la contratación a Neymar Jr. (220 millones de euros, todavía récord mundial), Kylian Mbappé (180 millones), Lionel Messi (pase libre, pero 40,5 millones por año), Sergio Ramos, Gianluigi Donnarumma y muchos más. No funcionó.
El conjunto parisino acarició la gloria en la época de la pandemia, definiendo en Lisboa a partido único desde cuartos de final y con las puertas cerradas. Llegó al partido decisivo de 2020 y lo perdió por 1-0 ante Bayern, con un gol de Kingsley Coman, delantero criado en la cantera parisina.
En 2022, después de la enésima desilusión, y apremiado por las investigaciones de la UEFA en torno a su nivel de gasto y su cumplimiento del fair play financiero, PSG decidió dar el volantazo. “Debemos aceptar que estuvimos mucho tiempo centrados en las individualidades. Ahora hay que pensar de manera colectiva”, admite Campos, como para que se comprenda dónde se encuentra la raíz del cambio. “Si ganase títulos solamente el equipo que tuviera a los mejores del mundo, PSG tendría ocho Champions, y no tiene ninguna”, dice Luis Enrique en un pasaje del documental ¡No tenéis ni p*** idea!, filmado durante la temporada 2023/2024, la primera en la que estuvo al mando del plantel.
Forjado a medias entre el indomable espíritu ganador de Real Madrid –estuvo en la Casa Blanca entre 1991 y 1996– y la escuela de Barcelona, en el que jugó de 1996 a 2004, antes de obtener el triplete de liga, Copa del Rey y Champions como entrenador en 2015, Luis Enrique arribó al club francés en junio de 2023 y empezó muy pronto a dejar su impronta, en el equipo y en la sala de prensa, con incontables discusiones con los periodistas.
Cuando el hombre surgido de las divisiones inferiores de Sporting Gijón entró por primera vez al Centro Deportivo de Poissy, la novela de la marcha de Mbappé a Real Madrid vivía su capítulo más caliente. Por entonces, Messi ya había cerrado su traslado a la tranquilidad de la Major League Soccer y las playas de Miami, y el ácido y polémico entrenador español aumentó la sangría solicitando la marcha de Neymar y la del italiano Marco Verratti, que llevaba once años en el club, además de las salidas de jugadores menos cotizados. “Las posibilidades de venir al PSG de Messi, Neymar y Kylian eran iguales a cero. Nunca habría sido una de mis opciones. Ahora vine porque quieren armar un equipo”, afirma el director técnico en su documental, como para ratificar cuál es su manera de entender el fútbol.
Ese verano, el astro francés acabaría quedándose en París y el equipo fue enderezando la marcha luego de comenzar la temporada a los tumbos, hasta ganar una nueva liga local y alcanzar las semifinales de la Champions, de la que sería eliminado –sin merecerlo– por Borussia Dortmund. Pero para Luis Enrique, la presencia de Mbappé nunca dejó de ser un problema, por su poca predisposición para la marca y su falta de rigor táctico. Doce meses más tarde, concretada la partida de la estrella del club a Madrid, sus palabras no dejan dudas: “Todo lo que toca Kylian alrededor del área termina en un remate que va al arco o pasa cerca. Pero el fútbol es más complejo. Este año tuvimos un jugador que se movía por donde quería y hacía que yo no pudiera controlar ciertas situaciones del juego. El año que viene voy a controlar todas, y sin dudas vamos a jugar mejor”.
El apoyo del club para la evolución fue impecable e inconmovible, incluso pese al maltrato que la prensa francesa dispensó al entrenador ante cada resultado en contra. “El presidente nos deja construir el proyecto. No hay presiones por nuestra parte, y si no ganamos esta temporada, será la próxima”, aseguraba Campos. La contratación a Yohan Cabayé, ex jugador de la institución, como director de la academia juvenil confirmó la viabilidad de la ruta elegida. Su labor principal es lograr que los nuevos valores se desarrollen empleando el sistema de juego que practica el primer equipo. Es decir, un modelo semejante al que Luis Enrique conoció en La Masía, en Barça.
En la Champions se pudo ver las bases de esa manera de plantear los partidos. Intensidad en todas las líneas, para atacar y para defender; afán ofensivo con mucha gente lanzada en ataque pero concentrada para presionar ante cualquier pérdida de la pelota; ausencia de un 9 fijo y libertad absoluta para crear en el último cuarto de la cancha. No es casualidad que, según las estadísticas tomadas antes de la final, la versión 2024/2025 de PSG ocupe el tercer puesto en cantidad de gambetas en la competición desde el 2011 hasta la fecha. Así como tampoco fue sorpresivo que Arne Slot, el DT de Liverpool, dijera que se trataba del “equipo más completo” con el que se habían enfrentado, tras caer eliminado en los octavos de final.
Sin los nombres rimbombantes de antaño, con un Ousmane Dembélé que recuperó sus mejores registros; con la fortaleza que Vitinha, Fabián Ruiz y João Neves otorgan en la mitad de la cancha; con las llegadas voraces de Achraf Hakimi y Nuno Mendes por las bandas; la explosión de Khvicha Kvaratskhelia, con el hambre insaciable de Bradley Barcola y Désiré Doué en los últimos metros, y con la seguridad que brindan Donnarumma, Marquinhos y William Pacho en el área propia, PSG logró, 14 años después, cumplir el plan que en su día los jeques qataríes imaginaron mucho más fácil.
Simplemente, era cuestión de montar los cimientos y los ladrillos antes de poner el techo.