Puerta 12: la historia de cinco víctimas que no eran hinchas de Boca
Este lunes se cumplen 57 años de la tragedia de la Puerta 12, el hecho más luctuoso de la historia del fútbol argentino. El 23 de junio de 1968, a la salida de un River-Boca disputado en el esta...
Este lunes se cumplen 57 años de la tragedia de la Puerta 12, el hecho más luctuoso de la historia del fútbol argentino. El 23 de junio de 1968, a la salida de un River-Boca disputado en el estadio Monumental, al menos 74 personas perdieron la vida en las escaleras que desembocaban en la Puerta 12, aunque el número total de víctimas nunca fue definido y existen versiones de que los fallecidos fueron más de 200.
Durante décadas se contó una historia que no fue, con varios mitos y falsedades que sólo sirvieron para deformar -y ocultar- la verdad; la responsabilidad policial en los hechos. Una de las afirmaciones que se hacen, equivocadamente, se vincula con el fanatismo de las personas que perdieron la vida en esas escaleras. ¿Eran todos de Boca? La respuesta es no. Y aunque es lógico imaginar que la gran mayoría de los fallecidos eran del conjunto azul y oro, en tiempos donde el hincha de fútbol optaba por ir a ver a un equipo o a un futbolista determinado (en esa oportunidad Amadeo Carrizo o Ángel Clemente Rojas), sin ser necesariamente hincha del club en donde jugaran, no es descabellado imaginar que entre las víctimas haya habido simpatizantes de River e incluso de otros clubes. Sobre todo porque la Centenario Alta era la tribuna visitante, pero allí también iban los hinchas del Millonario que no eran socios, o que no podían pagar una platea, como fue el caso del periodista Gustavo Noriega.
A continuación, la historia de cinco fallecidos en la Puerta 12 que no eran hinchas de Boca.
Juan Leguizamón (River)Juan era una persona muy simpática y alegre. Hijo de Doroteo Leguizamón y Rosa Escobar, tenía dos hermanos: Bernardino y Sabina. Oriundos del Chaco, la decisión paterna de instalarse en Buenos Aires en busca de un mejor porvenir económico para la familia fue exitosa en ese sentido, pero no para los chicos. “Por nuestra inocencia fuimos objetos de todo tipo de bullyng durante nuestra época escolar”, cuenta Bernardino, a quien todos conocen como Nino. Y agrega: “Al único que eso parecía no afectarle era a Juan”.
Los años fueron pasando y Juan consiguió un trabajo y un sobrenombre: como ayudante de un cocinero llamado Tito lo apodaron Chanchita (“Porque se comía todo: tomates, morrones, zanahorias”), aporta entre risas Nino. Pero por su personalidad al poco tiempo todos sus compañeros lo adoraban.
Fanático de River, como toda la familia, su máximo ídolo era Luis Artime y su gran sueño era ser futbolista profesional. De hecho, cuando no estaba trabajando jugaba a la pelota en el potrero que sea, a cualquier hora. A pesar de su niñez, también ayudó a la familia juntando metales y como peón en chapa y pintura.
El trágico 23 de junio de 1968 casi nadie sabía que Juan, de 24 años, había ido al Monumental. El único era Nino a quien su hermano le había pedido que lo acompañase y él se negó por considerarlo muy peligroso. Esa decisión de no ir con Juan lo cargó para siempre con un tremendo cargo de conciencia.
Tras la confirmación de que Juan Leguizamón formaba parte de la lista de fallecidos, la conmoción se apoderó de todo un barrio y la familia experimentó un dolor del que jamás pudo recuperarse. Aunque aquellos que lo conocieron jamás olvidaron a Juancito.
Luis Alberto De Luca (Argentinos)Luis Alberto De Luca era uno más dentro un grupo de amigos muy unido, que hacía planes para disfrutar de la adolescencia. Por eso, la decisión de ir a ver el River-Boca fue un momento más para compartir en barra.
Hasta la actualidad Rubén Contento siente culpa por haber presionado con esa propuesta de ir a la cancha, ante la cual cinco se sumaron aún cuando dos de ellos jamás habían ido al Monumental. Uno era Luis De Luca, de 20 años. El otro era Luis Morando, de 23. Ambos fallecieron.
“¿Para qué voy a ir a ver un River - Boca?”, le respondió De Luca, hincha de Argentinos, a Rubén, quien lo chicaneó: “Pero dale, vení. No seas cagón. Vas a conocer realmente lo que es el fútbol. ¿Con Argentinos que podés ver? Si son una familia…”.
“Y allá vamos a la cancha. En el partido de tercera ya hubo una trifulca importante entre los hinchas de Boca y los de River, desde la Centenario Alta a la San Martín Alta. Nosotros teníamos una bandera muy grande de Boca que decía ‘San Martín Presente’ que la teníamos enroscada. La estiramos como un telón para abajo y me la prendieron fuego. No me alcazaban las manos para volver a subirla”, recuerda Contento, con memoria prodigiosa.
El hombre se salvó de milagro en esa escalera irrespirable donde la desesperación y el sálvese quien pueda hacía que cualquiera pise a cualquiera con tal de escapar de la muerte.
En relación a sus amigos fallecidos recuerda: “Tanto De Luca como Morando eran chicos muy sanos, de familia excelente. Gente humilde, de laburo. De Luca estudiaba y nunca había visto un Superclásico en la cancha de River antes de ese día, y esto es algo que siempre me impactó porque siento que yo, al insistirle para que venga, lo llevé a que le pasara algo".
Alfredo Aldo Quintana (River)El único porteño de los hinchas que fueron velados en el Salón Azul de la Bombonera se llamaba Alfredo Aldo Quintana, de 31 años. Por cuestiones económicas terminó viendo el superclásico en la Centenario Alta, rodeado de hinchas de Boca. Su féretro, al igual que todos los otros que fueron despedidos en el estadio xeneize, fue envuelto con la bandera boquense.
Sin embargo, ante un pedido especial de su madre, antes de cerrar el cajón se le colocó sobre su pecho un gorrito con los colores de River, el club que más amaba. Lo asevera la crónica publicada en la edición número 728 de la revista Así es Boca, del 3 de julio de 1968.
Roberto Alderete (Racing)A Roberto Alderete le gustaba el fútbol y ese día decidió acompañar al Monumental a un tío suyo que era de Boca.
Pero su pasión tenía otros colores. Más precisamente el celeste y el blanco de Racing. La muerte lo encontró en las escaleras de la cancha de River, muy lejos de Avellaneda, la localidad del club de sus amores. Tenía apenas 18 años.
Gustavo Brancato (River)Durante la semana previa, Gustavo Brancato, de 17 años, se había peleado con su novia. Rubio, de cabello enrulado y ojos claros, decidió calmar su pena en un lugar que solía frecuentar por ser fanático de River: el Monumental.
En 1968, Gustavo cursaba tercer año comercial en el Instituto Costa Agüero y sus buenas condiciones como futbolista le habían permitido sumarse a las inferiores de Independiente. Estaba en la Quinta División.
Solo unas horas más tarde, sus familiares lo reconocieron en la Comisaría 33 por su indumentaria. Su rostro estaba irreconocible.