Rafael Nadal y un inolvidable homenaje en Roland Garros con la presencia de Federer, Djokovic y Murray
PARÍS (enviado especial).- La melancolía es una emoción que perfora los (mejores) recuerdos. Cuando Marc Maury, un exdecatleta y exrugbier que el tiempo convirtió en actor y, sobre todo, en pre...
PARÍS (enviado especial).- La melancolía es una emoción que perfora los (mejores) recuerdos. Cuando Marc Maury, un exdecatleta y exrugbier que el tiempo convirtió en actor y, sobre todo, en presentador de distintos eventos deportivos de Francia, comenzó su clásica narración, enumerando los años en los que Rafael Nadal ganó Roland Garros (“Deux mille cinq , deux mille six ...”, hasta llegar a 2022), los ojos de los miles de espectadores que poblaron las butacas del Philippe-Chatrier se humedecieron. El español, ya sin empuñar la raqueta, con zapatos en lugar de zapatillas, con saco, camisa y pantalón azul oscuros, pisó el coliseo que lo convirtió en gladiador.
La primera tarde del Abierto francés 2025 quedará en las enciclopedias. El torneo sobre polvo de ladrillo más prestigioso del mundo sigue adelante, claro (porque nunca los nombres están por encima de los clubes o de los certámenes), pero la historia se sacude y, por primera vez, se disputa con Nadal retirado; un antes y un después. Roland Garros se desarrolla sin el hombre que conquistó catorce veces la Copa de los Mosqueteros y el que hizo de la terre battue un arte del optimismo y la superación. Nadal cumplirá 39 años en pocos días, dos jornadas antes de que se registren dos décadas de su primer título en París (en la definición ante el argentino Mariano Puerta, que luego daría doping), y recibió uh homenaje conmovedor, cuidado, acertado, con todos los condimentos. Con su mujer (Xisca) y su pequeño hijo (Rafael) en la tribuna; con sus padres (Sebastián y Ana María Parera) y su hermana (María Isabel). Con el tío Toni, su formador y coach (“Eres la razón por la que estoy aquí. Lo que hemos vivido nunca ha sido fácil, pero valió la pena. Has sido el mejor entrenador que jamás hubiera podido tener”, dijo). También con figuras como Carlos Alcaraz, Iga Swiatek, Juan Carlos Ferrero y Yannick Noah, entre tantos rostros rutilantes del mundo de las raquetas.
Visiblemente emocional, Nadal siguió con la mirada el video que se transmitió en la pantalla gigante, que terminó con algunas palabras de Andy Murray, Novak Djokovic y Roger Federer, en ese orden, los integrantes de un cinematográfico e irrepetible Big 4 (que con el tiempo se transformó en Big 3, por las lesiones del escocés). Cuando las imágenes terminaron y los aplausos se derramaron en cada rincón del estadio, allí aparecieron los mismos tres, también vestidos elegantes, presentes para el homenaje. Fue imposible que no se erizara la piel: otra vez juntos los superhéroes de una generación de amantes del tenis dichosa por haber sido contemporánea de hechos históricos y, seguramente, irrepetibles.
“Todos hemos cumplido nuestros sueños. Hemos enseñado al mundo que podemos ser rivales y colegas con respeto al mismo tiempo. Disfruté mucho llevándome al límite para competir contra ustedes. Que estén los tres aquí lo significa todo”, expresó el Matador. A esa altura, casi todas las personas lucían una remera en color polvo de ladrillo con la leyenda “Merci Rafa” (Gracias, Rafa), un obsequio de la Federación Francesa de Tenis. Amelie Mauresmo y Gilles Moureton, autoridades de la federación, le entregaron un trofeo a Nadal con las cifras de sus 14 títulos y, además, desempolvaron una placa en el suelo con la huella del pie de Nadal y el trofeo de Roland Garros que permanecerá para siempre en uno de los costados de la red, un hecho que volvió a quebrar al hombre que hizo de la resistencia una costumbre. Por último, el papá de Rafa le entregó al exnúmero 1 a su hijo Rafael junior y lo alzó. Los dos, finalmente, se perdieron por el rincón que tantas veces lo tuvo como protagonista.
Más tarde, tras distintos compromisos, Nadal se sentó en la sala principal de conferencias de prensa ante un numeroso auditorio y se lució hablando:
“No soy una persona que acostumbre a hablar mucho de mí, de lo que conseguí. Siempre volví a casa y traté de actuar de manera normal, sin mencionar si las cosas habían andado bien o mal, ni muchos menos hacerle creer a mi hijo que su padre era un fenómeno. Siempre le digo que soy una patata (sonríe). He sido un deportista importante dentro de la historia, evidentemente, no hace falta ser humilde en eso, los números y los resultados son evidentes, pero más allá de eso no tengo ningún interés que mi hijo me vea como tal”.
“Claro que hice cosas mal, claro que me equivoqué, claro que cambiaría cosas de las que he hecho en mi vida. No soy ese tipo de personas que dice: ‘No cambiaría nada’. Yo nunca fui arrogante y me he equivocado habitualmente, pero como no lo puedo cambiar y las cosas que hice, de verdad las hice pensando que era la manera correcta de hacerlas... Por ejemplo, visto el año pasado en Roma, me esperaron miles de personas en el puente y yo no estaba preparado para esa despedida. Para mí era una situación incómoda, porque no sabía si me iba a retirar. Me tendría que haber quedado más tiempo con la gente, pero no quería que el pensamiento del retiro me invadiera, porque todavía luchaba por recuperarme. Siempre hice las cosas pensando que era lo mejor”.
“El encuentro con Roger, Novak y Andy ha sido una manera de entender el deporte y la vida. Es un mensaje positivo. Que queramos ganarnos con toda nuestras fuerzas y exigencia pero sin necesidad de odiar al rival. Esta es la cuestión. No hay necesidad de odiar al rival y sentir que querés ganarle. Es el legado, más allá de los resultados. Confío que sirva para las nuevas generaciones y en un mundo más crispado y radicalizado en muchos sentidos, más de lo que nos gustaría. Mensajes positivos y de cordura nos pueden suponer un buen mensaje para más personas. Tenemos que sentirnos orgullosos sobre cómo llevamos nuestras carreras”.
“Aprendí mucho más con las victorias que con las derrotas. Siempre fui lo suficiente autocrítico conmigo mismo para que mis victorias me ayudaran a leer todas las cosas que necesitaba mejorar; no necesitaba perder para darme cuenta qué es lo que tenía que cambiar. De las derrotas te llevas una decepción y te pone en su sitio, pero nunca necesité eso para saber que necesitaba seguir trabajando. Las derrotas me pusieron en perspectiva todo lo que estaba consiguiendo”.
A day to remember 🧡#RolandGarros pic.twitter.com/r4RQruQbbV
— Roland-Garros (@rolandgarros) May 25, 2025“No es que no eche de menos el tenis. Nunca terminé cansado del tenis. Yo terminé mi carrera deportiva amando el tenis, pero llegué al punto de que mi cuerpo no podía más, esa es la realidad. Mi cuerpo no me permitía tener el nivel que yo necesitaba hacerlo para disfrutar o que valga la pena el esfuerzo, con lo cual, cuando llego ese día cerré una etapa de mi vida y la he cerrado. Como no soy una persona con un gran ego, que necesite de vivir de momentos como este, inolvidable, vivo bien en el día a día, más cerca del anonimato y con una vida más tranquilo, por eso siempre he vivido donde he vivido (Manacor). Siempre tuve una vida más allá del tenis. Entonces, tenía la intuición que cuando llegara ese día (el del retiro), si yo estaba satisfecho con todo el esfuerzo, que la transición sería dulce. Y así ha sido, es real, estoy bien, estoy feliz, disfrutando de otras cosas. Sigo mirando el tenis de vez en cuando y cuando lo veo no me hace daño. No me hace daño ver Roma, no me hace daño ver Barcelona y no me hará daño ver Roland Garros, porque es un libro que se cerró y con una gran satisfacción de cerrarlo y empezar una nueva etapa. Te olvidas de las rivalidades, de si gana uno, el otro, como he oído que no quería que ganara Novak. De verdad, me da igual quién gane o quién no. Disfruto del tenis. Quiero que ganen las personas que tengo más relación, los de mi país, pero sino en ese sentido no me va a molestar que Novak gane Roland Garros. Cuatro años atrás hubiera preferido que no ocurriera. Es real, es una nueva etapa de mi vida y estoy feliz así”.