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San Martín de Tours, el soldado romano que entregó su vida a la caridad y el “azar” convirtió en Patrono de Buenos Aires

Corre el año 337 de nuestra era. Martín, joven centurión al servicio del ejército romano, es enviado en una misión militar a Amiens, en la antigua Galia. Pese a formar parte de las temidas hue...

San Martín de Tours, el soldado romano que entregó su vida a la caridad y el “azar” convirtió en Patrono de Buenos Aires

Corre el año 337 de nuestra era. Martín, joven centurión al servicio del ejército romano, es enviado en una misión militar a Amiens, en la antigua Galia. Pese a formar parte de las temidas hue...

Corre el año 337 de nuestra era. Martín, joven centurión al servicio del ejército romano, es enviado en una misión militar a Amiens, en la antigua Galia. Pese a formar parte de las temidas huestes del imperio más poderoso de su época, el muchacho es más bien reticente al mundo de las armas y se siente atraído por los preceptos de una nueva religión que se expande por Europa: el cristianismo.

En uno de sus patrullajes por la ciudad gala, en un día muy frío, el oficial romano observa desde su caballo que hay un mendigo tendido a un lado del camino. El hombre tiembla y sufre los rigores de las bajas temperaturas que le calan los huesos. Compadecido por esa situación, Martín se quita la gruesa capa de legionario, la parte en dos con su espada, y le ofrece una de las mitades al desvalido señor, que se resguarda con ella del frío.

Esa misma noche, entre sueños, a Martín se le aparece el mendigo envuelto en una luz cautivante. Centurión se da cuenta de que, en realidad, la persona que está frente a él, con su mitad de capa, es Jesús. “Martín, hoy me cubriste con tu manto”, le dice Cristo al solidario oficial, que comprende que con su fe ha escogido el camino correcto, y que le dedicará a ella el resto de su vida.

El episodio es uno de los más reveladores en la vida de San Martín de Tours, uno de los primeros santos no mártires del catolicismo, que se convirtió en 1580 en el Patrono de la Ciudad de Buenos Aires. Su figura es conmemorada por la Iglesia cada 11 de noviembre.

Un centurión cristiano

Martín nació en el año 316 en Savaria, pueblo ubicado en la región de Pannonia, que actualmente pertenece a Hungría. Su padre, Florius, un tribuno militar del ejército romano, rendía culto a las divinidades oficiales del imperio y creía en las leyes de la astrología.

El joven fue educado con esmero en la ciudad de Pavía, actual Italia. Allí fue donde descubrió el cristianismo, cuyas enseñanzas, basadas en el amor al prójimo y la hermandad entre los hombres, no le fueron indiferentes. Sin embargo, el mandato familiar pesó más y el joven fue obligado a enrolarse al ejército imperial a los 15 años.

Ascendido hasta el cargo de centurión -jefe militar de una centuria, conformada por cien soldados-, el joven cumplía con su misión como hombre de armas pero no dejaba de lado el ideal cristiano, con el que trataba de instruir a quienes lo rodeaban.

Pero luego del episodio en el que compartió la capa y la aparición posterior de Cristo, el oficial romano decidió volcarse entero a su vocación religiosa.

“Dejáme servir a Jesucristo”

En la Pascua del año 339, Martín se bautizó en la fe que ocupaba su vida y tomó la determinación de abandonar el camino de las armas. Los que recorren la historia del santo aseveran que él le dijo a su superior castrense: “Hasta ahora he servido como buen soldado. Dejáme, de ahora en adelante, servir a Jesucristo anunciando su buena noticia”.

Cuando finalmente abandonó las legiones romanas, ya ordenado monje, Martín se acercó a Hilario, el obispo de Poitiers, y se convirtió en uno de sus discípulos. Bajo las enseñanzas y la sabiduría de este hombre de la Iglesia Católica, el exmilitar aprendió a vivir como un auténtico cristiano, se hizo erudito en teología, filosofía y estudio de la Biblia y dedicó las horas de su vida a realizar obras de caridad y a entregarse a la oración.

En su impulso por convertir al cristianismo a los paganos que lo rodeaban, en el año 356, el ya experimentado religioso regresó a su ciudad natal y logró evangelizar a su propia madre, que se volcó a la fe católica. También en su patria de nacimiento, el excenturión combatió contra los arrianos, una secta considerada herética por la Iglesia Católica. Estos hombres azotaron y expulsaron a Martín de su propio pueblo.

Obispo de Tours

Pese a que siempre se manejó con humildad y sencillez, a Martín todavía le esperaba ocupar su más alto cargo eclesiástico. El 4 de julio del 371 fue consagrado obispo de Tours, un cargo que había quedado vacante. Cerca de allí, el flamante prelado mandó a construir el monasterio de Marmoutiers, donde se reservó un austero lugar con un pequeño jardín para encontrar la paz y la oración en medio de sus agotadores viajes apostólicos.

Los santorales que repasan su vida recuerdan una frase que se le atribuye, y que él decía cuando alguien le preguntaba por su vocación: “Soldado por la fuerza, obispo por obligación y monje por gusto”.

El padre Pablo Moreno, actual párroco de la Iglesia de San Martín de Tours en Buenos Aires, escribió sobre el santo: “Se distinguió como curtido asceta y apóstol entregado a su ministerio, pero sobre todo fue un hombre de oración y de ardiente caridad al prójimo, que amaba las bellezas de la naturaleza. El mundo para él era un libro de teología que siempre le hablaba de Dios”.

La muerte de Martín

Aún ya con muchos años sobre sus espaldas, el religioso insistía en hacer largos viajes evangélicos. En uno de ellos, cayó gravemente enfermo. Al borde de la muerte, frente a la angustia de sus apóstoles, pronunció una frase que sus devotos destacarían aún siglos más tarde: “Señor, si aún soy necesario a tu pueblo, no rehúso el trabajo. Solo quiero tu voluntad”.

Finalmente, en la ciudad de Candes, al oeste de Tours, en el año 397, la muerte alcanzó al obispo de Tours, que se fue de manera serena y en paz. Tenía 80 años.

No existe una fecha formal en la que se haya canonizado a este piadoso hombre nacido en Savaria, pero poco después de su muerte su figura comenzó a ser venerada, primero en Francia y más tarde en otros lugares de Europa, como en el norte de España.

Se cree que el estatus de santo le fue adjudicado a Martín en algún momento de la llamada Alta Edad media, período que abarca aproximadamente de los siglos V al X después de Cristo y en el que su popularidad se multiplicó.

Custodio divino de Buenos Aires

Siglos más tarde, San Martín de Tours iría más allá de las tierras europeas. Su figura atravesaría el Océano Atlántico para llegar al Río de la Plata. Allí, en junio de 1580, un grupo de exploradores españoles al mando de Juan de Garay fundaban (por segunda vez) una aldea bautizada como Ciudad de la Trinidad y Puerto de Santa María de los Buenos Ayres.

Poco más tarde, el 20 de octubre de ese mismo año, estos hombres se reunieron para definir, como era habitual tras cada fundación, quién sería el “custodio divino” de la nueva población.

Una versión asegura que el Cabildo de aquel nuevo y precario poblado eligió a San Martín de Tours como patrono de la nueva urbe sin ningún atenuante.

Pero hay otro relato, más pintoresco, que se repite en varios libros de historia. Es el que dice que para elegir el santo de Buenos Aires se realizó un sorteo: se pusieron en una bolsa los nombres de varios candidatos y el que salió elegido fue San Martín de Tours.

Pero acá no termina la anécdota. Al parecer, los españoles que participaron de esta particular elección -todos los presentes, a decir verdad-, no quedaron conformes con la presencia de un santo con reminiscencias francesas. Entonces, volvieron a realizar el sorteo. Y volvió a salir el mismo santo. Y así, dos veces más. El asunto fue que, luego de tantas repeticiones, ya no quedó más remedio que aceptar como Santo Patrono de la flamante aldea a aquel piadoso exobispo de Tours.

La ciudad y su Patrono

Un dato poco conocido que relaciona a este Santo con la ciudad es que la calle San Martín, en el microcentro porteño, fue en principio llamada así en homenaje a Martín de Tours. Entre 1848 y 1857, esta calle representaba al Patrono de Buenos Aires y su continuación, Santa Rosa (de Lima) a la Patrona de América. Pero en 1857, cuando Santa Rosa se transforma en Bolívar, por fuerza la calle San Martín pasa a hacer referencia al otro gran Libertador de América, José de San Martín.

San Martín de Tours tendría su propia parroquia en Buenos Aires a partir de la década del ‘30, luego de que el matrimonio de Martín Jacobé y Elvira Elizalde donara los terrenos en Palermo para levantar allí un templo que rinda homenaje al Patrono porteño.

Fue el 11 de noviembre de 1930 cuando el nuncio apostólico Monseñor Felipe Cortesi bendijo la piedra fundamental de la iglesia. Los arquitectos Juan Manuel Acebedo, Alejandro Becú y Pablo Eduardo Moreno fueron los encargados de diseñar el templo, y su colega Alfredo Anfossi fue el encargado de llevar adelante la obra.

En palabras del padre Moreno, la Parroquia tiene un “estilo neorromántico, de líneas austeras, generadoras de un clima íntimo y devocional”. El 11 de noviembre de 1931 se bendijo la nueva iglesia. Pocos años más tarde, en 1945, la calle de la Parroquia, que hasta entonces era una prolongación de Bulnes, pasó a llamarse San Martín de Tours. Allí, en 1946, se casaron la jovencísima Mirtha Legrand y Daniel Tinayre.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/san-martin-de-tours-el-soldado-romano-que-entrego-su-vida-a-la-caridad-y-el-azar-convirtio-en-nid11112025/

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