Shai Gilgeous-Alexander, el canadiense esmirriado e intelectual por el que nadie apostaba y rindió a sus pies a la NBA
“No era tan bueno, debía mejorar como jugador. En mi infancia siempre fue así. No era alto ni muy fuerte, más tirando a flaquito. Y siempre supe que debía encontrar otra manera de destacarme....
“No era tan bueno, debía mejorar como jugador. En mi infancia siempre fue así. No era alto ni muy fuerte, más tirando a flaquito. Y siempre supe que debía encontrar otra manera de destacarme. No tenía la velocidad y la altura para pasar a todos y dejar una bandeja. Debía intentar algo distinto. Seguramente de ahí vienen esos movimientos un poco extraños que tengo”. Shai Gilgeous-Alexander
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Apenas medía 1.65 metro y a los 12 años, su estatura representaba todo un problema. Incluso, fue desafectado en la escuela secundaria St. Thomas More Catholic y terminó jugando con el equipo de segunda categoría de la escuela. Claro, para cualquier niño de esa edad podía implicar un golpe emocional demasiado potente. Pero el pequeño Shai estaba formateado de otra manera.
Nació en Toronto, es hijo de Vaughn Alexander y Charmaine Gilgeous, una ex estrella del atletismo de Antigua y Barbuda que corrió los 400 metros en los Juegos Olímpicos de 1992. Su padre siempre fue un estudioso del básquetbol, aunque no llegó a jugar de manera profesional. Y Shai estaba decidido a lograrlo. Porque se enamoró de la NBA viendo a Toronto Raptors de la era de Chris Bosh y José Calderón en las tribunas del Air Canada Centre y aprendió los fundamentos de su padre mientras tiraba en una red instalada en el garaje de la casa.
Tras mudarse a Hamilton, Ontario, se unió a un programa local llamado UPLAY Canadá. Allí, a los 13 años, comenzó su aprendizaje en el aspecto más importante que lo define como jugador: el cuidado de la pelota. “Trabajé en eso durante incontables horas. Ahí es donde está la base de mi juego”, contó Gilgeous-Alexander en una entrevista hace algunos años antes de una competencia en Detroit.
Era demasiado pequeño como para aceptar algunas condiciones que suelen imponerse en el desarrollo de jugadores más avanzados. Sin embargo, Shai perseguía un sueño que, en ese entonces, parecía tan improbable como la NBA. “Era algo muy tedioso que la mayoría de la gente no querría hacer porque no es genial, pero él tenía la motivación”, relató Dwayne Washington, director de UPLAY Canadá, que trabajó con Gilgeous-Alexander desde que se sumó al programa, que en aquel entonces era solo un club de básquetbol comunitario. Tan importante resultó aquel desarrollo que ese simple espacio ahora se convirtió en un programa de élite que participa en la Nike Elite Youth Basketball League, uno de los principales circuitos de básquetbol.
Washington realmente le dio una lección a Shai y comenzó a convertirlo en el maestro del pick and roll. “Con Shai fue un enfoque más intelectual, con muchísimas horas de video. Y posteriormente, análisis prácticos en la cancha”, cuenta el entrenador. Gilgeous-Alexander y Washington siguen trabajando juntos. El entrenador afirma tener 27 ejercicios especializados en el bloqueo con la pelota y el pick and roll y que Shai sólo completó 15.
Fue un peregrinar para él, porque no era un camino sencillo llegar a su sueño. La familia decidió trasladarlo al colegio Sir Allan MacNab, donde suponían que podía tener más chances de seguir progresando en el deporte, pero Shai rápidamente hizo otro cambio, incluso de país, buscando lo mejor para su futuro y desembarcó en la Academia Cristiana Hamilton Heights ubicada en Chattanooga, Tennessee. “Fue porque sentí que necesitaba estar en una mejor competición”, contó en una charla con The Athletic.
Gilgeous-Alexander entendía que no tenía un físico que marcase la diferencia, por eso pasaba horas dentro del gimnasio y se “raspaba” fuerte con su primo: Nickeil Alexander-Walker, alero de Minnesota Timberwolves. Ellos se consideran hermanos y desde pequeños, el padre de Shai, Vaughn, les inculcó a no ceder ni un ápice cuando jugaban uno contra uno. “Nos peleamos muchas veces, nos hemos dado más de un golpe en la cara, pero sabemos que es todo amor y por eso estamos aquí, en la NBA. Crecer con un chico así medio una ventaja competitiva”, relató el jugador estrella de Oklahoma City Thunder.
En la Academia Cristiana Hamilton Heights vivieron los dos en la casa del entrenador Zach Ferrell durante los dos años que asistieron a la escuela. Shai ya era un jugador considerado, pero no tenía todas las ofertas del mundo para ingresar a una Universidad, al menos no tantas como otros prospectos de su edad. Ya se había comprometido con Florida a finales de 2015, pero tras el salto que dio tras participar en el campus Sin Fronteras de la NBA y jugó para el combinado internacional, optó por reabrir su reclutamiento en octubre de 2016, su último año en la Academia, con la esperanza de recibir una propuesta de una universidad que lo preparara mejor para el profesionalismo. La apuesta salió bien, porque apareció la Universidad de Kentucky, y con ello la posibilidad de trabajar con el entrenador John Calipari que tenía la fama de terminar de formar muy buenos bases armadores, como John Wall, Brandon Knight, Eric Bledsoe, Devin Booker, De’Aaron Fox y Tyler Herro, todos jugadores que terminaron en la NBA.
Tal como marcaba su historia, su arranque en Kentucky no fue el más alentador, porque fue suplente, algo que él quería torcer. Y cuando Calipari se dio cuenta un base con características únicas, le dio libertades: en la primera y única temporada universitaria promedió 14.4 puntos, 5.1 asistencias y 4.1 rebotes, fue incluido en el segundo mejor quinteto de la conferencia y en el mejor de novatos.
Más allá de esta explosión que mostraba Shai, varios captadores de talentos de la NBA dudaban todavía por sus condiciones físicas, ya que apenas pesaba 80 kilos y era un condicionante para soportar contactos en la NBA. Quizá por eso no fue de las primeras selecciones del Draft de 2018 y fue elegido en el puesto 11 por Charlotte Hornets, que rápidamente lo envió a Los Angeles Clippers.
Siempre sufrió por no ser el más alto, el más rápido y por no estar marcado como una estrella, entonces, su arranque en la franquicia fue en el banco de los suplentes. Aunque solo nueve partidos duró esa exclusión, porque el entrenador de los Clippers, Doc Rivers, decidió ponerlo en la alineación titular y todo fluyó. Aunque no siempre como Shai pretendía, porque tras un primer año en los Clippers con buenos números (10.8 puntos, 3.3 asistencias y 2.8 rebotes), cuando la organización tuvo la chance de sumar a Paul George cedieron a Shai a Oklahoma City Thunder. Allí compartió un gran quinteto con Chris Paul, Schröder, Gallinari y Adams.
Y como todavía no era considerado como un posible dominador de la competencia su ética de trabajo fue determinante. Lejos del brillo de la NBA, que está llena de lujos y que los jugadores suelen aprovechar al máximo, Gilgeous-Alexander elegía volver a Hamilton, su ciudad en Canadá, a estar con su amigos y sus entrenadores, para mantener siempre rutinas de entrenamientos. “Podría tener lo que quisiera. Si hubiera que ponerle preparadores que se fueran con él a Hawái, se los pondríamos. Pero siempre eligió quedarse en Hamilton y entrenarse con sus amigos”, contó Mark Daigneault, el entrenador del campeón de la NBA.
Y la lucha pagó: el base de 1.98 metros es el máximo anotador de la temporada regular 2025 y de los playoffs 2025. Un anillo de la NBA ante la sorpresa del mundo. Hacía 25 años que nadie lo conseguía en la Liga. Igualó registros de Michael Jordan, de Shaquille O’Neal y de Kareem Abdul Jabbar. Gilgeous-Alexander anotó 64 veces al menos 30 puntos, una marca sólo superada por leyendas como Wilt Chamberlain y Jordan.
Gilgeous-Alexander no sólo se destacó esta temporada, sino que se mantuvo entre los mejores jugadores, promediando 30 puntos por partido en las últimas tres temporadas. Además, lideró a Canadá a una medalla de bronce en la Copa del Mundo de 2023 y fue seleccionado para el All-Star Game de la NBA, en tres ocasiones consecutivas. Incluso, este año anotó 3172 puntos, la novena cifra más alta en la historia de la NBA.
Y ese niño pequeño que era descartado y del que todos dudaban, se quedó con el anillo de campeón de la NBA, lo que además podría llegar acompañado de una montaña de millones de dólares para este canadiense de 26 años. Porque se ganó por méritos propios el derecho a optar a la “Supermax Extensión”, una extensión de su contrato actual por el tope máximo establecido en convenio por la NBA: 380 millones de dólares para los próximos 5 años. Su salario promedio sería de 76 millones al año, pudiendo llegar a un máximo de 87 millones en la temporada 31/32, lo que convertiría al base en el jugador mejor pagado de la NBA, ya que firmaría el contrato más alto de la historia de la liga.
Hace un año, cuando viajó a Hamilton, un grupo de periodistas abordó a Gilgeous-Alexander y entre varias preguntas una le llegó con más profundidad: “¿Alguna vez imaginaste estar aquí, dado tu origen?”. Y su respuesta fue tan convincente que permite entender cada detalle de su historia: “Sí, siempre pensé que llegaría a la NBA. Siempre he sido un soñador”.