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Un bonus track de esperanza

Gabriel Marcel, considerado “el filósofo de la esperanza”, afirmaba que, contrariamente a lo que se suele pensar, es frente a la mayor desesperanza cuando emerge de las entrañas de lo humano ...

Un bonus track de esperanza

Gabriel Marcel, considerado “el filósofo de la esperanza”, afirmaba que, contrariamente a lo que se suele pensar, es frente a la mayor desesperanza cuando emerge de las entrañas de lo humano ...

Gabriel Marcel, considerado “el filósofo de la esperanza”, afirmaba que, contrariamente a lo que se suele pensar, es frente a la mayor desesperanza cuando emerge de las entrañas de lo humano la fuerza vital de la esperanza. Parada, una vez más, frente al abismo, límite letal tantas veces visitado por este cuerpo colectivo de sobrevivientes eternos, la sociedad argentina deseó creer, decidió creer y obró en consecuencia.

Si, como dijo Alessandro Baricco, el tiempo que estamos viviendo comenzó con los videojuegos en los años 70, bien podríamos decir que hemos ingresado en la etapa “extended play”.

Ese gran explorador de las vibraciones contemporáneas más encriptadas describió con maestría, en su profético ensayo The Game, cómo la revolucionaria interacción “hombre-teclado-pantalla” alteraría desde entonces, y para siempre, la manera de ser, pensar y hacer del homo sapiens.

Incluso nuestro lenguaje está plagado de la terminología maquinal. Hoy la tecnología moldea no solo el entretenimiento y los negocios sino la cultura entera, y las palabras terminan siendo una evidencia de esa mutación trascendental.

Pues bien, cuando luego de la elección bonaerense del 7S algunos veían un game over, otros lo deseaban y muchos dudaban, el mensaje que envió la mayoría de los ciudadanos fue claro, contundente y a prueba de interpretaciones ambiguas o difusas: el juego continúa.

Como sucedía en aquellas primeras versiones del Gaming, tan rústicas como pioneras y entrañables, ahora solo queda acelerar.

El “tiempo extendido” es un lapso adicional, un extra, pero que opera en formato tiempo de descuento. Requiere, por lo tanto, conjugar dos habilidades que son más fáciles de conseguir por separado que juntas: velocidad y precisión.

Lo uno sin lo otro podría volver a despertar eso que comenzaba a emerger y fue acallado por los resultados: malestares, temores y dudas crecientes que se vinculaban con la grisura de la praxis cotidiana, antes que con el brillo de la novedad simbólica que ya resultaba insuficiente para mitigar demandas perentorias del prometido y anhelado “buen vivir”.

La nueva agenda de la sociedad

Como señalara hace algún tiempo en este mismo espacio, nuestras investigaciones cualitativas del humor social muestran un giro en las demandas de la población que, además, convalidan las principales encuestas de opinión pública.

Aquella prioridad por bajar la inflación que durante años monopolizó el deseo se ha dado por razonablemente satisfecha. Existe, pero no está ya al tope del ranking. Hoy el grueso de los anhelos se organizan alrededor de los ingresos. Es decir, empleo, tanto en cantidad como en calidad. Así como la capacidad de compra y la calidad de vida que se puede tener con ese flujo mensual de dinero en las familias. Traducido a las expresiones más llanas que eluden las malas interpretaciones: “alcanza o no alcanza”, “se llega o no se llega”.

 

Naturalmente, las respuestas son muy personales y están cargadas de subjetividades varias. Desde los hábitos y las inercias de épocas anteriores hasta la ideología. Por otro lado, ese tipo de configuraciones no deja de estar mediada por la hipertrofia del deseo que, en la era digital y su vidriera infinita, cruza a buena parte de la población planetaria. “Hoy todos quieren todo porque todos ven todo”. Y, además, la instantaneidad y la ansiedad que provocan la estimulación permanente generan que “lo quieran ya”.

No obstante ello, podemos afirmar que, hasta aquí la configuración dual de la sociedad argentina se consolida. Y eso, por ahora, sigue siendo absolutamente igual que antes de pasar por ambos procesos electorales, el de la provincia de Buenos Aires y el nacional.

La clase alta manifiesta haberse ordenado más para gozar de una calidad de vida más holgada que resulta acorde a sus ingresos, su situación, sus costumbres y sus logros.

La clase media alta se alarmó tanto en 2024 cuando sintió en carne propia lo que implicaba el 211% de inflación anual de 2023 -cuotas de colegio, combustibles, expensas, etc.- y volvió a preocuparse ahora cuando temió un nuevo cimbronazo sobre una realidad que es buena, pero donde no sobra nada.

El gran punto del dolor del sistema y del modelo se encuentra en la clase media baja y la clase baja trabajadora. Allí prima la escasez y la cultura del no. El consumo queda enmarcado en la limitación y la restricción. Es sufriente, comprar estresa y duele. El placer y el disfrute brillan por su ausencia o, en el mejor de los casos, se hacen presentes con una frecuencia inusualmente espaciada.

Allí hay dientes apretados y una mueca de disgusto. Así como la latencia de una nueva decepción que no se quieren ni imaginar. Hoy sienten que no la tolerarían. Prefieren esperar y soñar con un futuro mejor, que ya llegará. Lo esperan cuanto antes y lo estiman dentro de este mandato del gobierno. Su horizonte hoy es de dos años vista. Aunque su reloj invisible los haga sentir que la vida corre en cámara lenta.

Más abajo en la estructura económica y social están la pobreza y el Estado con la Asignación Universal por Hijo (AUH). Allí todo sigue “peor como siempre”, puesto en la ironía de sus propias palabras cargadas de resignación.

En el relevamiento que acabamos de concluir post elecciones, la idea se consolida. Una cosa no quita la otra. Los votos fueron una ratificación de la confianza y un renacer de las expectativas antes que la expresión de una alegría extendida.

Con sentido común y recuerdos que erizaban la piel, se optó por juntar fuerzas y seguir caminando por el desierto hacia la Tierra Prometida. La alternativa era el presunto caos que llegaría como un tsunami el lunes subsiguiente si las urnas hubieran dicho otra cosa.

Aún no estando bien, ¿qué sentido tenía estar peor? ¿Para qué? Era una elección legislativa, no ejecutiva.

Lo que dijeron, en consonancia con esa lectura anticipada de un futuro que se espejaba en el pasado, fue “quiero creer”.

Ante la proximidad de un fin de año que podría haber sido dantesco y peligroso, se buscó recuperar ese “delicado encanto de la normalidad” que se había experimentado durante varios meses a finales de 2024 y comienzos de este mismo año.

El 2025 tuvo varios años en uno y la gente quiere ya bajarle la persiana a la escena y que la deje de incomodar y asustar.

La psiquis individual le está pidiendo a la colectiva que la deje por un rato en paz, que le permita vivir, mejor o peor, pero con una dosis mayor de calma.

Más adelante ya habrá tiempo para hacer nuevas evaluaciones. Por ahora, lo dicho y lo hecho, está.

La economía dual, la sociedad dual y el consumo dual han decidido dejar a un costado sus disonancias, por ahora. Sueñan con una configuración más homogénea que esperan comience a verse lo antes posible, al menos, como parte de una hoja de ruta que les permita seguir creyendo.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/economia/un-bonus-track-de-esperanza-nid17112025/

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