Un Mundial a los pies de Donald Trump y el premio FIFA de la Paz
La fiesta es del fútbol, pero el hombre que sería homenajeado jamás pateó una pelota. Recibirá, así lo sugieren todos, un novedoso “Premio FIFA de la Paz”. No importa su amenaza de invasi...
La fiesta es del fútbol, pero el hombre que sería homenajeado jamás pateó una pelota. Recibirá, así lo sugieren todos, un novedoso “Premio FIFA de la Paz”. No importa su amenaza de invasión a Venezuela, la matanza de un centenar de supuestos narcotraficantes en el Mar Caribe, su intervención en Latinoamérica “como si fuera un jefe de la mafia” (protección a los fieles, palo a los críticos), su aval a la masacre de Gaza, las visas negadas a delegaciones de países clasificados.
Y tampoco importa la ocupación militar de Washington, alegando una falsa inseguridad (la tasa de delincuencia es la más baja de los últimos treinta años). La capital de Estados Unidos será este viernes sede del sorteo del Mundial 2026. El homenajeado, no debería haber dudas, será el anfitrión Donald Trump. Y el premio “de la Paz” será entregado por Gianni Infantino, presidente de la FIFA. El hit futbolero de estos días en Argentina le cantaría: “Infantino botón, Infantino botón…”.
Infantino ya le había sonreído a Vladimir Putin para la Copa de Rusia 2018 y a los jeques en Qatar 2022, pero nunca, aunque la indignación hoy sea menor, fue todo tan obsceno como ahora. El Mundial inflado de 48 selecciones, 12 grupos y 104 partidos se celebrará en un país que, cuarenta días atrás, sacó a las calles a más de siete millones de personas, conmovidas por su presidente-emperador, que avasalla opositores, prensa e inmigrantes, dentro y fuera de su territorio, pero al que buena parte del mundo le rinde pleitesía.
También el fútbol se le arrodilla. La Conmebol y la Concacaf, según informes, quieren volver a entregarle a Estados Unidos la próxima Copa América de 2028, segunda consecutiva, pese al caos de la ultima edición de 2024, con estadios y césped inadecuados, calor bochornoso y una final Argentina-Colombia que lindó la tragedia en el Hard Rock Stadium de Miami.
El sorteo será en el Kennedy Center, histórico centro artístico público en Washington. Trump despidió a sus autoridades y puso a sus fieles. La FIFA, reveló Washington Post, lo alquiló a “costo cero”. “Donará casi siete millones de dólares”, replica el Kennedy, sin mostrar un solo documento. Es la misma FIFA que clasificó de prepo al Inter de Miami de Leo Messi al Mundial de Clubes, cuyo podio final (Chelsea campeón) sufrió una invasión insólita de Trump. La misma FIFA que días atrás cambió una suspensión de tres partidos que habría impedido iniciar el Mundial a Cristiano Ronaldo, visitante flamante de Trump en la Casa Blanca, en cena con el príncipe heredero saudí, Mohammed bin Salman, Infantino, Elon Musk y otros megamillonarios. “Las cosas pasan”, respondió Trump cuando le preguntaron por el asesinato por parte de agentes saudís del periodista Jamal Khashoggi. Ronaldo le regaló una camiseta con dedicatoria: “Al presidente Donald J. Trump, jugando por la paz”.
Si Barron (hijo de Trump y Melania) es fan de Ronaldo, Theodore James (nieto de nueve años de Trump) es fan de Messi. Salió a la cancha de la mano de Leo en un triunfo reciente de Inter de Miami ante Nashville. Es el hijo menor de Ivanka Trump y Jared Kushner. El yerno, asesor poderoso de Trump, fue clave para que Arabia Saudita quitara apoyo a la candidatura de Marruecos y liderara parte del voto árabe que ayudó a Estados Unidos a ganar la sede del Mundial 2026.
El sábado, al día siguiente del sorteo, Messi buscará en Miami su primera coronación como campeón de la MLS ante el Vancouver Whitecaps del alemán Thomas Müller. Messi y el Mundial como relanzamiento definitivo del negocio del soccer (todavía sin explotar). Y de Trump. Una teleplatea de seis mil millones de espectadores que, entre goles de Messi, Cristiano y compañía, verán al Estados Unidos imperial del “rubio teñido presidente kitsch, multimillonario que habla en nombre del pueblo”, como lo describió días atrás el filósofo francés Gilles Lipovetsky, “capaz de decir que llueve cuando hay sol”.
Dentro de la cancha, le costará a Mauricio Pochettino (DT argentino de la selección de Estados Unidos) cumplir con el mandato trumpiano de “America First”. Ni siquiera con asesoramiento de Claudio “Chiqui” Tapia, presidente jaqueado, obligado, si es que aún hubiese tiempo, a su propia versión de MAGA (Make AFA Great Again). Lo persigue el gobierno y lo investiga la justicia. Actor poderoso, pero secundario en la jungla global que ha secuestrado a la pelota. Trump siempre vio al deporte como escenario de batalla cultural, desde sus ataques a los deportistas “antipatriotas” que se arrodillaban como protesta, a su vínculo estrecho con la lucha libre.
Infantino lo sabe. Y lo explota. Lo visita más que cualquier otro presidente. Halaga su ego. Pidió, sin éxito, que le dieran el Nobel de la Paz. Tiene preparado para el viernes su propio homenaje: “Premio FIFA de la Paz – El fútbol une al mundo”. Reconocer a quienes “unen a las personas, brindando esperanza a las generaciones futuras”. Decisión unilateral de Infantino, cero consulta dentro de la FIFA. Entrevistado estos días por el diario El País, el gran cineasta Costa Gavras, activo a sus 92 años, describió a Trump como “la personalidad que mejor define nuestra época”. Le preguntaron si no haría un filme sobre él. “Ya lo hizo Charlie Chaplin”, respondió. ¿La película? “El Gran Dictador”.