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Un mundo de fantasía, ¿un mundo feliz?

Elon Musk acaba de plantear que en el futuro trabajar será opcional porque la inteligencia artificial será capaz de hacerlo todo. Casi en simultáneo, McKinsey publicó un trabajo de investigaci...

Un mundo de fantasía, ¿un mundo feliz?

Elon Musk acaba de plantear que en el futuro trabajar será opcional porque la inteligencia artificial será capaz de hacerlo todo. Casi en simultáneo, McKinsey publicó un trabajo de investigaci...

Elon Musk acaba de plantear que en el futuro trabajar será opcional porque la inteligencia artificial será capaz de hacerlo todo. Casi en simultáneo, McKinsey publicó un trabajo de investigación donde proyecta que el 57% de las horas trabajadas en EE.UU. serán reemplazadas por la IA. Jianwei Xun, el autor de Hipnocracia, considerado uno de los grandes libros de 2024, no existe.

En octubre pasado, la cadena británica Channel 4 presentó un documental titulado ¿Me quitará la IA mi trabajo? Lo condujo Aisha Gaban, una mujer de unos 40 años, elegante, seria, formada, asertiva. Al concluir, saludó con cortesía y dijo: “No existo”.

La cadena luego aclaró que se trataba de un experimento y que adoptar de manera regular un presentador generado por IA no estaba en sus planes por el momento. Lo cierto es que fue muy efectivo para generar impacto en una temática de época: hasta qué punto la IA podría afectar el mundo del trabajo. De hecho, mientras la conductora presentaba un análisis del tópico en diferentes sectores de la economía como el derecho, la música, la moda y la medicina, los espectadores no pudieron reconocer que se trataba de un ser digital.

Justamente, las autoridades del canal reconocieron que lo habían hecho para alertar sobre el potencial disruptivo que tiene la inteligencia artificial y con qué facilidad se puede engañar a la audiencia con contenido cuya veracidad no se puede verificar en tiempo real.

Ante las inmediatas críticas de carácter ético y profesional que brotaron como hongos, en una declaración formal de prensa, Louisa Compton, la jefa de noticias del canal, dijo: “Nuestra prioridad sigue siendo un periodismo de calidad, verificado, imparcial y digno de confianza. Algo que la IA no es capaz de ofrecer”.

De algo no hay duda: el mensaje llegó. Si lo que buscaban era instalar el tema, lo lograron.

Las personas suelen relacionar lo verdadero con aquello que experimentan en carne propia. Si ellos mismos, al ver el programa, no se dieron cuenta de que la presentadora era un invento digital, ¿a cuántos espectadores les habría pasado lo mismo? Es razonable suponer que a los suficientes como para que el experimento generara la tentación de ser llevado a la práctica real.

En épocas de las presiones competitivas que imponen tanto la irrupción de lo digital como una globalización “todos contra todos”, ¿hasta dónde ese u otro canal no evaluaría seriamente reducir costos reemplazando talentos humanos por creaciones digitales? ¿Y eso solo podría ocurrir en los medios, o también en otras disciplinas?

Pensar que a estas alturas cuando Chat-GPT ya tiene 800 millones de usuarios semanales y Gemini, 650 millones, los ciudadanos globales no están viendo en la IA tanto un socio como una amenaza es subestimar su inteligencia y su intuición.

Tal vez no se quiera hablar demasiado del tema, pero comienza a funcionar como un fantasma. Está ahí, latente, escondido, no se lo ve, pero se teme su posible presencia.

Por eso el informe de McKinsey, publicado a fines de noviembre pasado, fue muy explícito en señalar que el hallazgo de su investigación no significaba la desaparición masiva de puestos de trabajo, sino su necesidad de transformación.

Lo dicen allí de un modo claro y asertivo: “Esto no equivale a una sentencia de muerte para el empleo tal como lo conocemos. Al contrario, estamos ante el umbral de una reconfiguración masiva donde los trabajos no desaparecen, sino que mutan, evolucionan y se expanden hacia territorios donde la máquina es incapaz de aventurarse”.

Luego abordan con detalle y ejemplos varios el tema que más inquieta a los trabajadores actuales: la posibilidad de ser reemplazados por la IA.

Dicen los expertos de McKinsey que “la narrativa de la sustitución total ignora la complejidad inherente al trabajo del conocimiento. Un desarrollador de software que utiliza asistentes de código no escribe menos software; escribe software mejor y más ambicioso, dedicando menos tiempo a la sintaxis repetitiva y más a la arquitectura del sistema y la experiencia del usuario. La IA actúa como una palanca de Arquímedes para la productividad cognitiva, permitiendo que una sola persona mueva cargas de trabajo que antes requerían equipos enteros, pero esa persona sigue siendo indispensable para decidir dónde colocar el punto de apoyo”.

Por su parte, para seguir cargando las tintas sobre el tema, y como la tecnología no se detiene, sino que acelera, la misma plataforma que había desarrollado a Aisha Gaban presentó a Tilly Norwood, una actriz maquinal que tenía la intención y el objetivo de ser la próxima Natalie Portman o Scarlett Johansson.

Sus creadores, una empresa holandesa, la habían presentado a buscadores de nuevos talentos de la industria. Por supuesto, Norwood tenía redes sociales, con fotos, videos y todo lo demás. Solo que esta vez no ocultaron de qué se trataba, sino que lo que buscaron fue demostrar su capacidad de tener la “vibración de una chica común”.

Tilly “decía”: “Puede que sea IA, pero estoy sintiendo emociones muy reales ahora mismo. ¡Estoy muy emocionada por todo lo que viene!”.

Naturalmente, el escándalo en Hollywood no tardó en emerger. El sindicato de actores repudió públicamente el hecho. En su declaración oficial, dijo: “No es una actriz. No tiene experiencia vital en la cual pueda inspirarse, no transmite emociones y, por lo que hemos visto, al público no le interesa ver contenido generado por computadoras que no esté vinculado a la experiencia humana”.

También actrices muy famosas y consagradas, como Emily Blunt, hicieron declaraciones fuertes. En un pódcast de Variety, calificó la creación de “aterradora”. En su reacción explícita puede sentirse el orden de magnitud de lo sucedido. “¿Eso es una IA? ¡Dios mío, estamos perdidos! Eso da mucho miedo. Vamos, agencias, no hagan eso. Por favor, paren. Por favor, dejen de quitarnos la conexión humana”, manifestó con un crudo realismo la antagonista de Anne Hathaway en la exitosa película El diablo viste a la moda.

¿Está Emily Blunt siendo un poco exagerada? ¿Acaso está actuando? ¿O, en realidad, está siendo plenamente consciente de que “hay un elefante en la sala” y “todos” prefieren hacerse los distraídos?

Amores de silicio

Acorde con los datos publicados por Skim AI, una consultora enfocada en el futuro de la inteligencia artificial, durante 2024 las búsquedas de “AI Girlfriend” crecieron 525% en las principales plataformas, sobre todo en Google.

La ciencia ficción ya es ciencia fáctica. Lo que vimos en la tan fascinante como inquietante película Her, presentada en el Festival de Cine de Nueva York el 12 de octubre de 2013, protagonizada magistralmente por Joaquín Phoenix y la sensual voz de Scarlett Johansson, comienza a ser un hecho cotidiano para millones de personas. Promete serlo mucho más aún en el futuro cercano.

El informe anual de Skim señala una tendencia que lo confirma: varias investigaciones entre alumnos de secundaria y universitarios, así como encuestas en público general, confirman que, en los Estados Unidos, entre el 20 y el 25% de los jóvenes de entre 13 y 39 años están dispuestos a probar una relación con una novia o novio virtual. Muchos ya lo han hecho. Lo llaman compañía o compañeros virtuales.

Las plataformas de este nuevo nicho de negocios tecnológico no dejan de crecer. Ofrecen una amplia gama de servicios. Decodificando la propuesta de valor que se puede entrever en la sumatoria de promesas, lo que estarían encontrando los usuarios es, de un modo muy realista y “humano”, contención, buen trato, amabilidad, buena predisposición, ternura, atracción, disponibilidad permanente, simpatía y gratificación.

Por naturaleza, el ser humano desea lo que escasea. Atendiendo a esta máxima que nos define como especie, y considerando que los homo sapiens estamos dotados de consciencia sobre nuestra propia existencia, lenguaje, dimensión simbólica y capacidad de proyección e imaginación, resultaría demasiado simplista y reduccionista dejar el asunto a un lado suponiendo que se trata, únicamente, de un nuevo medio para canalizar deseos meramente sexuales.

Por lo que manifiestan los propios usuarios, de acuerdo con los reportes de las plataformas y otras investigaciones de campo, tal como se podía ver en Her, la búsqueda es de un orden superior. Excede un simulacro de lo “carnal” para adentrarse en las profundas complejidades de lo afectivo.

Muchos recurren a la ayuda de compañeros virtuales por falencias de diverso orden en los lazos reales. Algo que Sil Almada, fundadora de Almatrends, viene advirtiendo desde hace tiempo en sus trabajos sobre las nuevas generaciones. Ya sea por soledad, dolor, temor, vergüenza, enojo, resentimiento, curiosidad, comodidad, seguridad, seducción, descubrimiento, aprendizaje o una mezcla de algunos de esos factores, lo artificial estaría viniendo a cubrir un hueco generado por lo real.

Lo cierto es que tenemos frente a nuestras narices algo que, ya es evidente, excede, y por mucho, todo lo que hemos visto hasta ahora. Estamos entrando en una dimensión absolutamente desconocida.

La singularidad se acerca

Ray Kurzweil, uno de los fundadores de Singularity University, considerado el mayor futurólogo en inteligencia artificial, como todo tecnooptimista, no solo avala este nuevo tipo de vínculos “hombre/máquina”, sino que además los celebra como una solución muy eficiente para malestares contemporáneos que acechan a los ciudadanos globales. Entre ellos, la soledad, la ansiedad o el miedo.

Naturalmente, su predicción sobre la singularidad como destino de la especie luce ahora mucho más realista que cuando la publicó por primera vez, en 2005.

En La singularidad está más cerca, su último libro, publicado a nivel global en 2024, lo explica con claridad desde el inicio: “Nos fusionaremos con la inteligencia artificial y potenciaremos en millones de veces, a través del poder computacional, aquello que nos dio nuestra propia biología. Se expandirán nuestra inteligencia y nuestra conciencia de un modo tan profundo que hoy resulta difícil de comprender. Este evento es a lo que yo llamo la singularidad”.

Otros pensadores, como Yuval Harari, que a esta altura parecería estar pasando de “tecnoecuánime” a tecnopesimista, no están nada de acuerdo con esta perspectiva. A su juicio, se está subestimando cuántas estructuras de la condición humana podrían romperse en el proceso hasta esa singularidad que Kurzweil proyecta se concrete en 2045.

En uno de los posteos que realiza con regularidad en su cuenta de X, Harari volvió a recordar una de las ideas centrales de su pensamiento: “Los humanos dominamos el mundo porque sabemos, mejor que cualquier otra especie animal, cómo crear confianza entre extraños y cooperar en grupos numerosos, muy numerosos”. En otro de sus mensajes nos recordó que esa posibilidad de cooperación se logró a través de la posibilidad de contarnos historias. Ha repetido esta idea en cada uno de sus libros.

Adicionalmente, en otros dos textos breves, planteó que “nada en la historia es determinístico. Los seres humanos toman decisiones”. Y exhortó entonces a la humanidad a “tomar el control de la inteligencia artificial, porque si en lugar de hacerlo pelean entre ellos, será la inteligencia artificial la que tome el control sobre nosotros”.

Atendiendo a su planteo, es pertinente preguntarnos: seducidos por la novedad, la comodidad, la practicidad y la eficiencia, ¿le estamos cediendo nuestro ser y esos talentos que nos transformaron en una especie única, que nos hicieron ser lo que somos, a la inteligencia maquinal?

Si así fuera, en un futuro cercano ¿cambiará la condición que nos trajo hasta acá en el largo recorrido de 200.000 años del homo sapiens? ¿Qué tan preparados estamos para lidiar con eso?

Quizá las sabias palabras del sociólogo americano Richard Sennet, experto tanto en temas de la vida urbana como en la esencia del trabajo, nos ayuden a encontrar una hoja de ruta para avanzar en lo inédito e inexplorado.

En su ensayo El artesano, publicado en 2007, donde exploró qué significa para la condición humana su relación con el hacer, el generar y el producir, ya nos advertía que “es posible que el término ‘artesanía’ sugiera un modo de vida que languideció con el advenimiento de la sociedad industrial, pero es engañoso. ‘Artesanía’ designa un impulso humano duradero y básico: el deseo de realizar bien una tarea, sin más. El artesano representa la condición específicamente humana del compromiso”.

Este lúcido y sensible pensador concluía la idea con una recomendación que parecería haber sido hecha ayer: “El gran desafío que la sociedad moderna debe afrontar es pensar como artesanos que hacen un buen uso de la tecnología”.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/economia/un-mundo-de-fantasia-un-mundo-feliz-nid01122025/

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