¿Un papa francés después de casi siete siglos? El cardenal Aveline se afianza entre los papables a horas del cónclave
PARÍS.- El 24 de abril, en la iglesia de Saint-Louis-des-Français en Roma, fue celebrada una misa de acción de gracias presidida por el cardenal Jean-Marc Aveline. Concelebrada por otros tres ca...
PARÍS.- El 24 de abril, en la iglesia de Saint-Louis-des-Français en Roma, fue celebrada una misa de acción de gracias presidida por el cardenal Jean-Marc Aveline. Concelebrada por otros tres cardenales franceses, la ceremonia fue la ocasión para que el arzobispo de Marsella rindiera un inmenso homenaje a papa Francisco, cuyos funerales debían realizarse dos días después, confirmando además su posición de serio candidato al próximo pontificado.
Bajo la Apoteosis de San Luis, que decora el plafón de la nave de la iglesia francesa, la voz del cardenal Aveline resonó, solemne, describiendo el aura de Francisco, conservada hasta el último día.
“El papa Francisco tenía una estatura y una presencia que la debilidad de los últimos meses no consiguió doblegar. Todo lo contrario”, dijo, evocando sus recuerdos personales con el 266° papa de la Iglesia católica.
“Siempre recordaremos sus últimos actos (…) haciendo frente a los obstáculos de su enfermedad para dar una última bendición urbi et orbi. El cuerpo adolorido, pero el alma de misionero. Los gestos limitados, pero el corazón inmensamente abierto”, evocó, retomando los grandes temas defendidos durante 12 años de “un inmenso pontificado”, del rechazo de la guerra y del comercio de armas, de la atención a los pobres y a los migrantes y el respeto de la creación.
En estos últimos días, el nombre del cardinal Aveline es evocado cada vez con más frecuencia entre los “papabili”, esos cardenales que podrían convertirse en papa durante el cónclave que comienza este miércoles.
El arzobispo de Marsella, de 66 años, acumula en efecto muchas de las cualidades listadas por los cardenales interrogados estos últimos días por LA NACION: pastor, dotado de un enorme carisma, con un profundo conocimiento del islam y de los musulmanes, Aveline es un teólogo dotado de un agudo sentido político. Y si bien en Francia todos lo conocen, fue el viaje de papa Francisco a Marsella, en septiembre de 2023, que lo hizo entrar en el universo mental de los italianos, así como en el de los demás cardenales.
Desde entonces, ese fiel entre los fieles del papa Francisco, suscita el interés. Presente cada 15 días en Roma para participar en las reuniones del dicasterio (ministerio) responsable de elegir a los obispos de casi todo el mundo, Aveline practica, en la Ciudad Eterna, una discreción proverbial. No obstante, durante las congregaciones generales, el sábado 3 de mayo por la mañana, varios cardenales quedaron impresionados por su intervención. Tanto, que son muchos aquellos que ya no ocultan su preferencia por el prelado francés, confirmando así la posibilidad de que sea el próximo papa.
Hace pocos días (el 21 de abril), Aveline fue elegido presidente de la Conferencia Episcopal de Francia, después de haber rechazado ese cargo tres años antes. En el lenguaje opaco de la Iglesia, fue un signo a tener en cuenta en vista del cónclave de esta semana, pues significa que cuenta con el reconocimiento de sus pares, al menos de Francia.
Aveline es, en efecto, la estrella del catolicismo francés, una iglesia que ha perdido su aura entre escándalos de abuso sexual, descristianización del país, tentación de repliegue identitario y una confrontación con frecuencia difícil con el islam y el islamismo. En otras palabras, el cardenal es una esperanza para Francia que, históricamente considerada “la hija mayor de la Iglesia”, no ha tenido un soberano pontífice desde Gregorio XI, en el siglo XIV (1370-1377).
Sus admiradores le encuentran cierto parecido, incluso físico, con Juan XXIII, el “papa bueno” que cambió la cara de la Iglesia con la revolución del Concilio Vaticano II.
Hombre jovial, nacido en la ciudad argelina de Sidi Bel Abbès en 1958, en el seno de una familia de “pieds-noirs” —como se les llama a los franceses nacidos en el norte de África—, el cardenal creció en Marsella, en una barrio popular para agentes de los ferrocarriles franceses (SNCF) donde trabajaba su padre. Ordenado sacerdote en 1984, vivió casi toda su vida en esa metrópolis cosmopolita del sur de Francia, que hace algunas décadas se ha convertido en lugar de encuentro y confrontación entre una Francia tradicional y una inmigración musulmana, al cual se ha agregado un alto nivel de criminalidad.
El Papa Francisco, que conoció a Aveline por primera vez durante su viaje a Marruecos en marzo de 2019, apreciaba particularmente su compromiso en favor del diálogo interreligioso. Y gracias a esas excelentes relaciones, el arzobispo consiguió convencerlo de viajar a Marsella en 2023, en el marco de los Encuentros Mediterráneos sobre las Migraciones.
Pero todos esos signos prometedores están acompañados de una inquietante duda: ¿Aveline domina o no la lengua del Dante? Cuestión esencial para aquel que podría convertirse en el obispo de Roma.
En abril de 2023, cuando llegó a asumir sus funciones en la parroquia romana, Aveline había confiado a sus allegados que iba “por la lección N°13 del Assimil”, ese método destinado a aprender un idioma. Desde entonces, nunca se había expresado en italiano, reconociendo a veces hablar francés “porque mi italiano no es bueno”.
Fue para aclarar ese misterio que decenas de periodistas, entre los cuales se contaban cantidad de italianos, se presentaron el domingo 4 de mayo a Santa Maria ai Monti, la parroquia romana de Aveline. Y bien, el arzobispo de Marsella celebró la misa en un impecable italiano, leyendo —es verdad— su homilía en esa lengua e incluso bendiciendo con ella a los niños, al final.
“Con un acento francés, pero muy comprensible”, según un eminente vaticanista, que habría concluido pasablemente convencido: “Molto papabile”.