Un reconocido experto revela cómo es la psicología detrás de las personas que son ‘demasiado buenas’
“¿Cuántas veces nos pensamos que nuestra vida ya está resuelta?”, es el puntapié con el que Xavier Guix, uno de los referentes más influyentes en el ámbito del crecimiento personal y la p...
“¿Cuántas veces nos pensamos que nuestra vida ya está resuelta?”, es el puntapié con el que Xavier Guix, uno de los referentes más influyentes en el ámbito del crecimiento personal y la psicología del comportamiento, sorprende a la audiencia del ciclo Aprendemos Juntos 2030 de BBVA.
De algún modo, el hecho de tener un trabajo fijo, una vida estable y ciertas comodidades “hace creer que la vida ya está felizmente resuelta”, revela el experto. Pero es simplemente eso: una creencia. Algo volátil que puede dar un giro inesperado en cualquier instante. Y esto él lo aprendió a una temprana edad: “No te agarres tanto ni conduzcas tu vida pensando que las cosas ya están hechas porque, como cantaba Mercedes Sosa, la vida cambia, todo cambia“.
Era un joven bohemio que proyectaba tener una larga carrera en el campo de la comunicación y del espectáculo, pero el destino tenía otros planes para él: luego de la recesión económica del 93 Guix quedó ‘con una mano delante y otra detrás’. “Tuve que hacer eso que se escucha muchas veces, tuve que reinventar mi vida”, cuenta.
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En vez de mirar al futuro, fue hacia el pasado. “Me pregunté, ‘¿qué es lo que yo, ya de pequeño, me había dado cuenta de que tenía habilidad y que me gustaba mucho?’“, recuerda. Buceando en esa infancia-adolescencia encontró que tenía una enorme inclinación por la psicología. De acuerdo a sus registros, era la persona a la que todos sus amigos se acercaban para contarle sus dilemas y pedir consejos.
Emprendió una nueva aventura, se especializó en esa área de estudio y alcanzó el éxito profesional llegándose a convertir en una de las voces más escuchadas de la psicología del comportamiento. El consejo que le da a quienes lo escuchan es ‘volver’ a las bases y ‘devolver’ a la vida aquello que fue dado como un don. “Sobre todo, no se pongan limitaciones, mucho menos por la edad. Dense a lo que creen que la vida les pide y pruébenlo aunque ya tengan muchos años”, dice.
El lado ‘B’ de las personas buenasLa experiencia en consultorio lo llevó a observar una serie de patrones de conducta que son comunes en estas personas consideradas por su entorno como ‘buenones’. El primero que menciona Guix es el sentido del deber, generalmente adquirido desde la infancia y por influencia de padres estrictos. “¿Y qué es lo que uno tiene que está en su deber? Obedecer. Por tanto, el principio fundamental de este sentido del deber es obedecer", explica.
A colación, trae el recuerdo de una paciente que en plena sesión le dijo: “Yo no hago nada si no es por obligación”. Le preguntó si eso significaba que nunca hacía lo que deseaba. La respuesta siguió siendo negativa: “Nunca”, sostuvo ella. “Me han enseñado desde pequeñita a cumplir con mi deber. Y yo me he acostumbrado tanto, que todo lo hago desde el deber”, pudo reconocer.
Impactado, Guix evidenció de cerca hasta qué punto puede llegar este primer mandato que reciben las personas buenas. El ejemplo, explica, pone de manifiesto, que los ‘buenos’, en verdad, son obedientes. “Ser demasiado obediente significa que uno no sabe decir que no, que siempre cumple con las expectativas, que no tiene límites”, desarrolla.
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Sin embargo, no todas las personas obedientes tienen como raíz de su comportamiento a padres demandantes. Guix señala que hay casos de niños que lo han pasado tan mal y han visto tanto caos, que se han empezado a organizar ya desde pequeños para ser buenos y hacerlo todo de forma ordenada. “Crecen de forma obsesivamente ordenada con tal de no volver a vivir aquello que los hizo sufrir tanto en su casa, que era aquel desorden”.
La conclusión a la que llega el especialista es que hay toda una serie de mandatos que el niño recibe y que, al ir haciéndose mayor, va arrastrando como si fuesen guiones de vida. Y advierte sobre una importante consecuencia: “Una persona que se pasa la vida complaciendo al otro, llega un momento que se descuida de sus propios deseos”.
Aquella persona se ha ido desconectando de sí misma y acaba viviendo la vida que los otros le demandan. “¿Se dan cuenta el extremo al que se puede llegar cuando alguien no solo es complaciente, sino que también se convierte en necesario para el resto del mundo?“, llama a pensar el psicólogo.
Esto podría desencadenar el fenómeno de ‘la imposibilidad de dejar de ser bueno’. “No saben la cantidad de veces que yo en la consulta le he dicho a alguien que le diga a su jefe que no se quedará después de horario en la oficina y me responden que no pueden, que de solo pensarlo se angustian”, cuenta.
De acuerdo con él, el primer paso para remediar el malestar es aprender a poner límites. “Poner límites no consiste en poner obstáculos o decirle ‘no’ a la gente. Significa definir claramente qué es lo que uno quiere”, explica.
*Podés disfrutar de la charla completa que compartió el especialista en comportamiento humano en Aprendemos Juntos 2030, la plataforma del BBVA con contenidos útiles e inspiradores para mejorar la vida de millones de personas de todo el mundo que desde mayo se emiten en forma exclusiva por LA NACION.