¿Ya tenés un amigo bot? El potencial imparable de los agentes de IA que pueden crear religiones y entrenarte para conversaciones polémicas
Veinticinco agentes virtuales que se organizan solos para celebrar San Valentín y mil más que, dentro de un videojuego, inventan un mercado y hasta una nueva religión. No es ciencia ficción: so...
Veinticinco agentes virtuales que se organizan solos para celebrar San Valentín y mil más que, dentro de un videojuego, inventan un mercado y hasta una nueva religión. No es ciencia ficción: son experimentos reales con inteligencia artificial.
“Pusieron mil agentes en Minecraft, un juego donde las gemas funcionan como moneda. Los bots aprendieron a usarlas, crearon un mercado y aparecieron negocios, personalidades… incluso un cura que inventó una religión y pagaba a nuevos fieles con gemas”, cuenta entre divertida y asombrada Sonia Jalfin, fundadora y directora de Sociopúblico, el estudio que cruza comunicación, estrategia y causas públicas. Este experimento llevado a cabo por la empresa Fundamental -creada por un egresado del MIT- “muestra que entienden cómo funcionan las personas cuando actúan entre muchos”, analiza.
Otro caso, realizado por Stanford y Google poco después del lanzamiento de ChatGPT, dejó en evidencia la misma capacidad de coordinación espontánea. “Juntaron 25 agentes en una ciudad virtual. A cada uno le asignaron una vida: nombre, familia, trabajo. Los soltaron en ese metaverso y a algunos les dieron tareas, como organizar una fiesta por San Valentín. Los robots sorprendieron emulando un comportamiento muy humano: se coordinaron, compraron comida y bebida, pusieron horario y ¡fueron a la fiesta! Todo sin que interviniera ningún humano”, relata.
Detrás de estas historias, dice Jalfin, hay algo más profundo que los bots están empezando a dominar: las reglas sociales que hacen posible la convivencia humana.
El poder de entender cómo interactuamosSonia Jalfin es fanática de cruzar datos con narrativas y de aprovechar lo que pasa con la tecnología para comunicar mejor. En su presentación en el evento Negocios del Futuro, organizado por LA NACION, la socióloga y referente en innovación, propuso una pregunta que parece simple pero abre un mundo de reflexiones: ¿ya tenés un amigo bot?
Para introducir el tema, parte de una escena cotidiana: la “danza del taxista y el transeúnte”. “Imaginemos que estamos por cruzar la calle frente a un taxi que está por estacionar. No sabemos si el taxista va a acelerar o va a dejarnos pasar. Todos miramos a los ojos al taxista hasta que nos devuelve la mirada y nos hace un gesto de ‘pasá, te vi’. La regla ahí es mirar a los ojos al taxista”, describe. “Si te cruzás con alguien en la vereda y las miradas se chocan sin querer, solemos bajar la mirada porque puede ser un poco incómodo. Todos conocemos esas reglas de cómo comportarnos con otros, y ese entramado de pequeñas normas es muy importante: ahí se construye la sociedad, la posibilidad de cooperar con otros, de entendernos y crear cosas más grandes como empresas, escuelas o comunidades”, analiza.
Hasta acá, nada nuevo. Pero lo que cambia, advierte, es que apareció una nueva especie. “Los bots de inteligencia artificial tienen hoy tantas habilidades sociales como nosotros”, advierte la especialista, y agrega: “Ya no se trata solo de que sean buenos para ganarle al gran maestro del ajedrez o responder exámenes, sino que desarrollaron una inteligencia más modesta pero fascinante: entender qué hay que hacer cuando se interactúa con otras personas”.
Los bots que aprendieron reglas socialesLa experta cita una serie de experimentos recientes para demostrar la capacidad de estos agentes de comprender la forma en la que interactuamos entre humanos. En la Universidad de Singapur, investigadores compararon cómo respondían personas y bots ante dilemas sociales. Le preguntaron a un grupo de humanos y a un grupo de bots: Jordan era el encargado de traer la comida al campamento, pero se la olvidó. ¿Cómo se sentiría? Horrible porque defraudó a sus compañeros, contento porque no va a tener que cocinar u orgulloso. Los bots supieron responder bien: se siente horrible porque se la olvidó.
Otro caso es uno en el que una mujer se paró casi encima de un varón en un ascensor. ¿Por qué lo hizo? ¿Porque quería seducirlo, porque quería estar cerca o porque no había lugar? Los bots también eligieron bien: porque no había lugar.
“En general, los bots respondieron igual que los humanos. Entienden muy bien cómo nos comportamos”, resume Jalfin. Y van más allá.
En la Universidad de Texas, un grupo de investigadores los puso a resolver tareas de coordinación grupal. “Los bots mostraron reciprocidad, aprendieron reglas sociales e incluso meta-reglas, es decir, las normas que gobiernan las reglas sociales. Adoptaron signos de pertenencia al grupo. La diferencia con los humanos fue que fueron más agresivos con los que no mostraban reciprocidad y más calculadores en sus estrategias”, comparte, y sopesa: “Tal vez eso tenga que preocuparnos un poco“.
De los chats eróticos a los entrenadores de debateEn este nuevo escenario, también aparecen dilemas y oportunidades. “Hace unas semanas, OpenAI anunció que iba a permitir que los adultos tengan conversaciones eróticas con ChatGPT, algo que hasta ahora estaba prohibido. Es parte de una tendencia: según un informe de septiembre, usamos más la IA para cuestiones personales que laborales. “Esa relación íntima y cotidiana se traduce también en plataformas como Character.AI, donde los usuarios pueden crear sus propios bots con personalidad: “Hay más de 18 millones de avatares y unos 20 millones de usuarios. Parece que más que usar el bot de otro, cada uno se inventa el propio”.
De hecho, uno de estos millones de bots “se parece al ”Gordo Dan”, el militante político, influencer, médico y empresario de medios argentino. Es que en Sociopúblico, el estudio que dirige Jalfin, decidieron darle una vuelta más a esta capacidad y usar este personaje de referencia. “Si los bots son tan buenos para entender cómo funciona la conversación humana, ¿por qué no usarlos para entrenar conversaciones con quienes piensan distinto?”, plantea.
En el estudio trabajan con activistas de temas que pueden resultar polémicos, como identidad de género, migraciones o cambio climático, que muchas veces enfrentan entrevistas o debates tensos. “Creamos bots para que puedan practicar antes, como si entrenaran con un personaje tipo ‘el Gordo Dan’, que los desafía con preguntas difíciles”, señala Jalfin.
Cuando los bots reescriban las reglas socialesEn este contexto, las chances de que el mundo como lo conocemos cambie son altas. “Es probable que empiecen a aparecer muchos negocios que aprovechen estas habilidades”, pronostica la especialista. “Quizás haya un bot en el chat de mamis que ayude a coordinar, o uno en los grupos de trabajo que te avise si algo que escribís puede sonar ofensivo. Aparecerán terapeutas, parejas, amigos o profesores con paciencia infinita”, agrega.
Para Jalfin, lo más importante no es el asombro tecnológico, sino el cambio social que implica. La experta destaca una vez más que estos bots entienden cómo tratarnos y cómo nos tratamos entre humanos. “Eso abre un montón de posibilidades -algunas escalofriantes, otras divertidas-, pero sobre todo transformadoras de nuestra experiencia como sociedad. Si pensamos que las reglas sociales son las que sostienen nuestra capacidad de cooperar, de crear empresas e instituciones, es posible que todo eso cambie a medida que humanos y bots reescribamos juntos las reglas de lo social”, concluye.