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David Altman. “Boric trató de evitar que votaran los inmigrantes venezolanos porque votan a la derecha”

“En Chile, el déficit fiscal no fue un tema en las elecciones; nadie va a hacer la locura argentina”, dice. "...

David Altman. “Boric trató de evitar que votaran los inmigrantes venezolanos porque votan a la derecha”

“En Chile, el déficit fiscal no fue un tema en las elecciones; nadie va a hacer la locura argentina”, dice. "...

“En Chile, el déficit fiscal no fue un tema en las elecciones; nadie va a hacer la locura argentina”, dice. "El tema de equilibrar desequilibrios, de las cuentas en orden y prolijas es transversal en la enorme mayoría de las candidaturas”, confirma. “Kast pasó al balotaje porque se limpió de la mochila valórica y no abrió la boca sobre aborto, matrimonio gay y derechos sexuales. Se concentró en el despilfarro de los dineros públicos, la seguridad y la inmigración ilegal”, explica y sigue. “Dijo que, por más que gane, no va a volver a revisar el aborto por tres causales”, ejemplifica. “La seguridad por lejos el tema que más preocupa a los chilenos entendida en sentido amplico, como control territorial e inmigración ilegal. Chile es el segundo país de América Latina con mayor cantidad de inmigrantes”, dice. “En 2021, el tercio de centro apoyó masivamente la candidatura de Boric porque se tenía a un Kast parado en los pedales. Hoy ese centro apoyó a la derecha. Lo que implosionó fue el centro. No es que Chile se enfachizó, no se enderechizó”, sostiene. “Hoy la división que opone el estallido de 2019 a la primera convención constituyente determina y explica el voto mucho más que la polarización Pinochet vs anti Pinochet con el plebiscito del ´88”, analiza. “El 60 por ciento del electorado chileno no había nacido en 1988, o eran menores de edad”, agrega. “Para entender los resultados de la elección, no podemos desentendernos de lo que pasa desde hace seis años, desde 2019, el estallido, más los errores propios de este Gobierno”, subraya. “Votó el 85 por ciento del electorado. Esta es la primera elección presidencial y legislativa con este régimen”, precisa. “El voto obligatorio tiene un componente republicano al darle presencia y voz a todos”, explica. “Chile siempre fue un país conservador a pesar de tener mayorías circunstanciales de izquierda”, concluye.

Desde Santiago de Chile, el respetado politólogo David Altman estuvo en La Repregunta. Altman es experto en política comparada y calidad de las democracias. Es profesor de Ciencia Política en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Es doctor en Ciencia Política por la Universidad de Notre Dame, en Estados Unidos.

¿Chile gira a la derecha o no tanto? ¿Por qué el centro votó a Boric, de izquierda, en 2021 pero ahora más del 50 por ciento votó a la derecha? Voto obligatorio histórico, ¿mejora la representación? ¿Cambia el perfil electoral de Chile? ¿Por qué los chilenos castigaron a la izquierda en la primera vuelta presidencial? Inseguridad e inmigración, ¿por qué fueron “los” temas de campaña en Chile? Equilibrio fiscal, ¿la bandera que nadie desafía? Legalización del aborto, ¿qué haría Kast si gana el balotaje? Pinochet vs. anti-Pinochet, ¿una dicotomía que ya no explica a Chile? Estallido social de 2019 vs. proceso constitucional, ¿el ciclo que explicar mejor al votante chileno? Parisi, el tercer candidato más votado, ¿es el Milei que se viene en Chile? Altman hizo su análisis

Aquí, algunos pasajes destacados de la entrevista.

Chile. ¿Izquierda fuera de juego? ¿Se viene un giro a la derecha… o no tanto?

-Surgieron resultados interesantes en la primera vuelta de la elección presidencial de Chile, con la candidata Jeannette Jara, del Partido Comunista, y con José Antonio Kast por el Partido Republicano, la derecha o derecha conservadora, según definen algunos. ¿Qué quiere decir esto? ¿La experiencia de la izquierda en el poder, con Gabriel Boric, no fue tan prometedora? Una experiencia que también integró al Partido Comunista porque no olvidemos que Jara fue la ministra de Trabajo de la Presidencia Boric hasta mediados de este año.

-Hay varias cosas interesantes que se juntan y a veces no se ven con tanta claridad. En estas elecciones, hubo tres cosas que llamaron poderosísimamente la atención. Esta es la primera elección presidencial en la historia de Chile con voto obligatorio y registro e inscripción automática. Había un conglomerado de mucha gente que no se sabía de antemano cómo se comportaría electoralmente. Era muy difícil decodificar cómo votaría. Por otro lado, sorprende lo mal que le fue a la candidata oficialista Jeannette Jara, que sacó 26 por ciento. El delta entre Jara y Kast, menos de tres puntos, fue muy bajo. Y lo que se conoció como el voto oculto, casi el 20 por ciento de los votos, fue para (Franco) Parisi, un candidato muy difícil de ubicar en el continuo izquierda-derecha, que está haciendo aguas. No digo que no exista esa distinción porque sigue siendo un atajo, pero es un atajo muy empedrado: ya no es tan evidente qué es derecha, qué es de izquierda.

“Hoy la división que opone el estallido de 2019 a la primera convención constituyente determina y explica el voto mucho más que la polarización Pinochet vs anti Pinochet con el plebiscito del 88″

-¿Pero Jara, del Partido Comunista, es la izquierda?

-Sí, por supuesto que es la izquierda. Y no cabe duda de que Kast también es la derecha. Pero hoy hay que ser cuidadoso con esos matices. Si miramos a Europa hoy, vamos a ver una plétora de partidos políticos que son muy pro injerencia del Estado en el mercado, con fuerte pirámide impositiva, de derechos individuales, cosas que son naturalmente de la izquierda pero eso para nosotros. Por ejemplo, lo que hoy se conoce en la literatura como el “welfare chauvinism”, el bienestar nacionalista. Hay muchos partidos que hoy consideramos de derecha, pero si vamos a su política, hacen cosas de izquierda en algunos puntos. En otros aspectos, no: nada de considerar a los inmigrantes o gente distinta. Entonces esto de izquierda o derecha sí funciona, pero hay que tomarlo con pincitas y siendo bastante cuidadoso: no viaja también como viajaba en la posguerra.

Chile y el milagro de la disciplina fiscal, ¿estuvo en riesgo con la izquierda? ¿Lo rescata la derecha?

-Concentrémonos en la izquierda chilena. Desde la Argentina, una de las cuestiones que se ve con mucho interés es una cierta continuidad entre la derecha y la centro derecha chilena y la centro izquierda y la izquierda chilena en términos de una visión macroeconómica de responsabilidad fiscal. La candidata Jara estuvo subrayando la necesidad de “responsabilidad fiscal”, pero el gobierno de Boric incurrió en déficit fiscal, que terminó en 2024 en 2,7 por ciento, y también va hacia el déficit en este año. ¿El bajo porcentaje que obtuvo Jara tiene que ver con eso, con una ruptura del pacto de la izquierda en relación al equilibrio fiscal o hay otras cuestiones?

-No. Hay millones de otras cuestiones. El déficit fiscal pesa en los círculos intelectuales; se discute en los diarios especializados. Se discute si es mayor o menor, si hay que bajarlo un poco, pero no fue un tema en la elección. No fue tema. Nadie habló de eso. Es algo absolutamente marginal.

-¿El déficit fiscal es algo marginal porque Chile ya alcanzó una especie de naturalización del equilibrio fiscal o de una inflación bajo como norma?

-No, para nada. El milagro chileno al que vos te estás refiriendo dejó de existir en 2010-2015. Abarcó los primeros veinticinco años de la transición durante los gobiernos de la Concertación. Pero una vez que llega Bachelet por segunda vez a la presidencia, en adelante, eso se desdibuja, y ya no existe más. No significa que no haya una preocupación y que el mundo macroeconómico no esté con la lupita mirando y siguiendo estos indicadores. Pero el milagro chileno dejó de existir, por lo menos, hace diez años.

-Entiendo que en términos de las expectativas de Chile dejó de existir, pero en términos de la enunciación política, tanto la izquierda o la centroizquierda como la derecha o la centroderecha siguen prometiendo electoralmente que van a sostener el equilibrio fiscal. Cuando Boric llegó al poder, lo dejó muy claro. Lo hemos hablado, David.

-Sí, pero un poco más de déficit, un poco menos de déficit no es un tema hoy. Se sabe que hay buenos equipos económicos en todos lados, que más o menos van a tener esto bajo control. No se va a hacer la locura argentina. No se va a marchar por ese lado.

-Pero es una diferencia importante porque la izquierda en la Argentina no tiene como desiderátum la disciplina fiscal. Eso es interesante.

-Estamos hablando de la izquierda chilena y eso se asume como importante, y todos lo asumen así, pero no fue un tema de campaña. Los temas de campaña fueron el ahorro que proponía uno de los candidatos, Kast, que hablaba de 6 mil millones de dólares de recorte en determinado tiempo. No quedaba muy claro dónde recortaría ni cómo, pero su planteo era que había despilfarro y mala asignación pública. Jara lo trató de apretar por ese lado. Pero el tema de equilibrar desequilibrios, de las cuentas en orden y prolijas es transversal en todo el país, en la enorme mayoría de las candidaturas. Tuvimos ocho candidatos presidenciales en esta vuelta.

Jara: ¿por qué el oficialismo de izquierda sacó tan pocos votos?

-¿Entonces por qué Jara tuvo tan bajo porcentaje? Ese porcentaje, 26 por ciento, ¿se considera tan bajo para ser del Partido Comunista?

-Jara no fue la candidata del Partido Comunista. La izquierda y la centro izquierda hicieron una primaria en la que compitió Jara contra Carolina Tohá, la ministra del Interior del presidente Boric. Tohá representaba el ADN del espíritu concertacionista y del milagro chileno, del Chile de la transición hasta el Chile de 2015 -2020. Si bien Jara proviene de la militancia del Partido Comunista y Carolina Tohá, del Partido por la Democracia (PPD), que es Concertación pura, se enfrentaron en la interna. Jara ganó esa primaria con un enorme gap respecto de Tohá. Desde ese momento, Jara no se pinta de comunista y su impronta no es del Partido Comunista, aunque indiscutiblemente es del Partido Comunista. Pero ella es la candidata del gran bloque de izquierda y centroizquierda del oficialismo. No es la candidata comunista. En Chile, la derecha trata de subrayar ese aspecto por el cuco comunista, pero Jara se propone como una candidata más abierta, mucho más abrazadora de la diversidad enorme que hay en ese mundo de la izquierda y de la centroizquierda chilena.

-Importantísima esa precisión. ¿El escaso 26 por ciento que obtuvo se debe a que, en algunos temas, rompe esa transversalidad de la centroizquierda? Por ejemplo, en la Argentina resonaron mucho sus declaraciones sobre Cuba. Jara planteó que el bloqueo es lo que genera problemas en Cuba y que es una democracia que tiene que generar sus propias soluciones.

-Sí, hay millones de temas. No sé exactamente si el resultado se debe a la mala performance del oficialismo, a las declaraciones sobre Cuba, cosa que no creo, o a temas que vienen de antes, lo que fue toda esta administración. Hay muchos eventos que fueron significativos, simbólicamente muy duros, que hicieron que la oposición al oficialismo sobrepasara el 70 por ciento del voto, una locura. La performance de Jara fue patética frente a las expectativas que las encuestas de opinión pública daban, o que ella misma tenía. Al final, el 70 por ciento del voto fue anti-oficialista, de oposición de alguna naturaleza. La centroderecha y la derecha más pura solas tienen más del 50 por ciento de los votos si sumás Matthei, Kast y Kaiser, los tres candidatos que van de la centroderecha a la derecha. Si a eso le sumás el 20 por ciento que sacó Parisi, ahí llegaal 70 por ciento, más otros pequeños partidos de oposición.

Chile y la alternancia ideológica. Estallido de 2019 vs. Pinochet, ¿qué mueve el voto?

-¿Hubo un castigo a la gestión de Boric? Y si es así, ¿qué castigó la ciudadanía?

-Sí, hay varias cosas que están jugando. Primero, desde 2009, en todas las elecciones presidenciales, hay alternancia de poder. No ha habido consistencia ideológica: no se dio una continuidad de la misma coalición de una administración .

-Usted se refiere a una alternancia ideológica.

-La sucesión fue: primera presidencia de Bachelet, primera de Piñera, segunda de Bachelet, segunda de Piñera y después, Boric. Ahora todo indicaría que se vuelve a la derecha, con todas las salvedades que mencioné al principio. Pero la alternancia es clarísima. Hay un problema. Hay varios temas jugando. No tengo la varita mágica, así que no sé cuál es el más importante. Pero primero está el tema de la sucesión de alternancias. Otro factor es la propia performance de Chile en los últimos años, desde el estallido social de 2019 al día de hoy. Te voy a decir algo: no me equivoco si digo que hoy la división o el clivaje formado por el estallido de 2019 vs la primera convención constituyente determina y explica el voto mucho más que el clivaje Pinochet vs anti Pinochet con el plebiscito del 88.

-Usted se refiere al estallido de 2019 en la presidencia de Piñera, con crisis en las calles de Santiago de Chile, versus la Convención Constituyente de 2022.

-Ese ciclo que va de 2019 a 2022 marca y explica mejor la conducta política de los chilenos hoy que el plebiscito de 1988 Pinochet vs anti Pinochet, que pierde la dictadura.

-Quiero entender ese proceso. La Asamblea Constituyente quedó muy virada hacia la izquierda y produjo una constitución muy de izquierda que finalmente fue rechazada de manera rotunda en el plebiscito. Esa Constitución de súper izquierda fracasó. Y después, cuando se votó un nuevo proceso constitucional para la formación de un Consejo constituyente, para ir avanzando de a poco, el resultado fue un Consejo de derecha. ¿Usted se refiere a ese proceso como explicativo del presente de Chile?

-Ese proceso explica hoy el modo en que votó la gente, cómo se para ese ciudadano frente al estallido social, al ciclo de reforma constitucional, un ciclo que fue extremadamente traumático. Todavía no nos damos cuenta de lo traumático que fue y del impacto que tuvo ese proceso en el presente. Kast lo ha explotado razonablemente bien. Todo eso explica mucho más el presente que lo que pasó a fines de la dictadura en el año ‘88. No te olvides otra cosa: el 60 por ciento del electorado chileno no había nacido en 1988, o eran menores de edad. Esa gente está mucho más marcada por lo que pasó hace cinco años que por lo que pasó a fines de la dictadura. No digo que la dictadura no sea importante y que se borre de la historia: indiscutiblemente hay mucha gente para la que la oposición dictadura vs. anti dictadura, Pinochet vs. anti-Pinochet dejó cicatrices y es esperable que sea así. No cabe la menor duda de la importancia de esa parte de la historia, pero ahora, para explicar el fenómeno de las últimas elecciones, sirve mucho más el estallido social de 2019.

-Muy importante: Pinochet vs. anti Pinochet no es la foto adecuada para ver el Chile de hoy.

-Esa dicotomía perdió calidad de foco en relación a lo que fue el ciclo del estallido.

¿Chile se derechizó, o no?

-Para entender claramente cuál es la nueva foto, el clivaje, como usted plantea, o la dicotomía o la oposición más relevante hoy: es un Chile muy girado a la izquierda vs uno más conservador y girado a la derecha. Y va ganando el giro a la derecha.

-No necesariamente. Chile sigue siendo el país de los tercios. Un tercio de izquierda, un tercio de centro y un tercio de derecha. En 2021, el tercio de centro apoyó masivamente la candidatura de Boric porque se tenía a un Kast parado en los pedales, para decirlo de una forma muy coloquial. Hoy en día ese centro apoyó a la derecha. Lo que implosionó fue el centro. No es que Chile se “enfachizó”; no es que Chile se “enderechizó”. Hay ciertos temas que son más de la derecha, como la seguridad y la inmigración ilegal, que estuvieron en el tapete en la cotidianidad de toda la campaña y se volvieron transversales. Eso estuvo tanto en el tapete de la izquierda como en el de la derecha. No hay dueño. Es verdad que los sectores de Kast y Kaiser se sentían más cómodos trayendo ese tema que los sectores de la izquierda.

-¿Esa es una preocupación real de los chilenos, de la sociedad chilena? En comparación con otros países de América Latina, el crecimiento de la inseguridad es bajo, pero en términos de la historia de Chile, creció. En relación a la inmigración, con el tren de Aragua y los fogonazos de violencia que ha protagonizado, se suman a ese cuadro. ¿Eso preocupa efectivamente en Chile?

-Sí, totalmente. Es por lejos el tema que más preocupa a los chilenos, pero por lejos, años luz por delante. Me refiero a la seguridad ampliamente entendida que involucra control territorial e inmigración ilegal. No te olvides otro detalle: Chile es el segundo país de América Latina con mayor cantidad de inmigrantes. Y otra particularidad chilena: en Chile, después de cinco años de vivir en el país, los residentes permanentes pueden votar en todos los niveles de gobierno. Estamos hablando de casi un millón de venezolanos. No en vano, el mismo gobierno de Boric, atentando contra principios democráticos, trató de evitar que votaran. Propuso que para este ciclo, en vez de ser cinco años de residencia permanente, se exigieran diez años. Esto va contra todo principio democrático; implica quitar los derechos. Detrás de esa propuesta, había un cálculo electoral indiscutible. ¿Por qué? Porque la enorme mayoría de los votantes venezolanos tiende a preferir la derecha como reacción a su experiencia en Venezuela. Por suerte, una comisión en el Senado y la Suprema Corte y mucha gente se metieron en este debate y esto no se activó para esta elección. Pero el cambio ya está hecho. Es más, en un principio el oficialismo prefería que no votaran en las presidenciales. En fin, hubo varios intentos. Para entender los resultados de la elección, no podemos desentendernos de lo que pasa desde hace seis años, desde 2019 y el estallido, más los errores propios de este Gobierno.

De 2019 a 2025. ¿Más insatisfacción que satisfacción de las demandas sociales? Los errores de Boric

-¿La memoria del estallido sigue vigente porque siguen vigentes las deudas que se reclamaban en ese estallido?

-Chile no cambió estructuralmente en términos de pensiones, de salud, educación, de transporte, de vivienda, de la política social. No ha habido cambios significativos. Se mejoró en alguna cosita, pero Chile sigue siendo el mismo. Entonces mucha gente está con bronca; eso no cabe la menor duda. Pero en esta elección la discusión fue otra. La discusión es cómo solucionas el asunto, si saliendo a la calle tirando cóctel molotov o de otra forma. Y no digo que sea una pura y exclusiva dicotomía acá como lo mira uno o como lo mira el otro.

-Pero Boric no logró responder a esa demanda.

-Ciertamente, no. Esas son demandas que necesitan cien años para ser respondidas.

-Entiendo, pero me refiero a si la sociedad pudo ver al menos el inicio de un camino con algún proyecto o ley, con un rumbo claro y premiarlo. No lo premió; lo castigó.

-En algunas cosas hubo cierto grado de mejoría como en ajustes de pensiones, en reformas impositivas, pero no ha habido un cambio que la gente diga “wow, qué cambio”. Y es más, hubo muchos errores garrafales que les costaron muy caros.

-¿Por ejemplo?

-Empiezo con el principio: el buenismo con el conflicto mapuche. La primera ministra del Interior, Izkia Siches, fue en helicóptero a la Araucanía y la sacaron a balazos. Siches decía que como nunca se había tratado de negociar, esto era una cuestión de voluntad. Un voluntarismo ingenuo: fue a negociar, pero la sacaron literalmente a balazos, balas al helicóptero, le disparaban desde abajo. Otro error fue el indulto a la primera fila; eso le costó muchísimo al presidente Boric.

-¿Qué es “la primera fila”?

-Era la primera línea de combate en el estallido social, los que andaban cubiertos, los que tiraban un cóctel molotov, los que se agarraban a piñas con los carabineros. Era un grupo bastante violento. Mucha de esta gente fue capturada, fue presa. Y Boric indultó a una docena, muchos de los cuales tenían sangre en las manos. Eso le costó carísimo. Y la otra cosa que le costó carísimo, y fue el golpe de knockout al presidente Boric, fue pegar su agenda al resultado del plebiscito de 2022 que debía aprobar o rechazar la Constitución. El presidente Boric quedó totalmente offside. Quedó como un pato cojo. Hubo otros tipos de errores como la soberbia woke de su ministro Giorgio Jackson, que decía públicamente que sus principios eran superiores a todos los que les habían precedido. Pensarlo es una cosa, pero decirlo…

“Para entender los resultados de la elección, no podemos desentendernos de lo que pasa desde hace seis años, desde  2019, el estallido, más los errores propios de este Gobierno”

¿Boric no la vio? El giro a la izquierda que no fue

-Cuando se refiere a la Convención y al plebiscito de 2022 y el modo en que impactó en el gobierno de Boric, ¿en qué sentido lo plantea? ¿Cuál fue el resultado y en qué sentido Boric pega su agenda a ese resultado?

-Boric jugaba todas sus cartas a que el plebiscito salía a favor y salía fácil. Pero fue totalmente lo opuesto. El plebiscito rechazó la Constitución por 62 a 38 por ciento. Fue una paliza.

-Salió en contra de la Constitución de izquierda.

-Una Constitución que tenía errores por todos lados. Era un collage de retazos, de demandas pegadas; no era consistente.

-¿Boric había pegado su línea de su gestión a ese tipo de mirada sobre Chile?

-Sí, totalmente y estaba jugado al ciento por ciento. Fue tal el knockout que lo dejó como pato cojo. Es una expresión que usamos en la ciencia política: un presidente que no tiene mucho margen a futuro. De hecho, el Gobierno recién se estabiliza cuando entran Mario Marcel y Carolina Tohá, del ADN más puro de la Concertación, como ministro de Hacienda y ministra de Interior respectivamente. Fue la tabla de salvataje. Ahí se intenta hacer un viraje un poco más sobrio, un poco más ordenado, pero ya estaba todo el pescado vendido.

-¿Marcel venía del gobierno de Piñera, donde había sido presidente del Banco Central, no?

-Marcel es un técnico de la Concertación, pero de años. Es el hueso duro de la Concertación. Y Carolina Tohá también.

Chile. ¿Dónde queda la derecha? De Kast a Kaiser

-Vayamos a la derecha. En la Argentina, hay una mirada sobre José Antonio Kast, y también sobre Matthei, otra candidata del cuadrante de derecha: se pone foco en sus visiones muy amigables con la figura de Pinochet, aunque después se desdicen o dejan de mencionar el tema cuando la opinión pública chilena reacciona. Pero cada tanto vuelven a una mirada nostálgicade esa figura. Y además Kast está en contra de la legalización del aborto. ¿La derecha de Kast es una derecha o una ultra derecha en esos temas sociales y es liberal en los temas económicos? ¿O los temas sociales no jugaron en esta agenda, excepto la inmigración y la seguridad?

-Una de las razones por las cuales Kast pasó al balotaje es que se limpió de la mochila normativa, valórica y no abrió la boca sobre aborto, matrimonio gay y derechos sexuales. Se concentró, fue casi monotemático, en el despilfarro de los dineros públicos, la seguridad y la inmigración ilegal. Fue mucho más inteligente. En parte, no sé si estaba pensado o no, pero la estrategia fue que se moviera un poco más al centro so peligro de que por la derecha se le escapara un Kaiser, que fue lo que pasó: Kaiser terminó enarbolando la bandera más normativamente conservadora. Pero Kast ahora está en un momento mucho más monotemático en relación al despilfarro, ajuste fiscal, crecimiento económico por un lado, seguridad e inmigración ilegal por el otro. Eso fue su campaña.

-Las redes sociales reviven momentos de otras épocas y en la vorágine de las elecciones nunca queda claro si corresponden al presente o al pasado. Los debates en los que se ve a Kast estar en contra de la legalización del aborto, inclusive en una violación, ¿son del pasado y no se dieron en este año?

-No fueron este año.

-Interesante. En la Argentina hay una revisión de la figura de Kast que toma esas visualizaciones.

-También uno podría levantar videos de Jara saludando a Fidel. Hay una cuestión de sinceridad y de ser razonables en la discusión. Es claro que Kast dejó de lado esa mochila normativa y la minimizó lo más que pudo. Matthei jugó mucho más con el centro; intentó jugar con el centro, con la centroderecha y le fue espantoso. Matthei representa el ADN de las élites políticas. Y en cierto sentido, Jara también: ojo porque Jara es la élite política. Matthei se asocia un poco más con la élite económica. En estas elecciones también hay algo de resultado anti élite, de querer caras nuevas.

Parisi, ¿el Milei que le toca a Chile en el futuro?

-Me interesa ese punto en particular. Sorprendió el tercer puesto de Parisi. Es el líder del Partido de la Gente. Tiene un programa que se llama Bad Boys. Es un personaje muy atípico. ¿Parisi es la representación de la búsqueda del outsider fuera de la casta política y de la casta dirigencial chilena?

-En cierto sentido, sí. Sorprendió ampliamente el resultado de Parisi: era el voto oculto que nadie vio, el voto bronca. Fue como un: “Tomá Parisi. ¿No les gustas? Dos Parisi te doy”. Parisi se presenta así: “ni facho ni comunacho”. Es bien anti extremos. Apunta y toca botones muy queridos para un electorado muy poco politizado que, si la inscripción no fuese automática y el voto no fuera obligatorio, no habría ido a votar. Pero se vio forzado a ir a votar. Parisi captó eso. Propuso sacarles el IVA a los medicamentos; sacarles el IVA a los pañales de los ancianos; políticas muy puntuales, muy de nicho, pero que ciertamente fueron súper seductoras, lo suficiente para sacar el 20 por ciento del electorado, que es un disparate.

-También propuso un límite a los salarios de los funcionarios.

-También pedía y reclamaba eso. Ahora, después del resultado del domingo, cuando se le preguntó qué opinaba de los resultados, más allá de una catarsis anti encuestas de opinión pública, dijo que no iba a llamar a votar a ninguno de los candidatos, que son los candidatos los que tienen que ir a charlar con él, que se tienen que ganar los porotos o se tiene que ganar los votos. Dice que no tiene capacidad de decirle a la gente del Partido de la Gente que vote una u otra cosa. Ellos van a tener que sufrirla en la cancha y ganar. Es el gran misterio de esta votación.

Chile y el voto obligatorio. ¿La verdadera revolución chilena?

-Esa agenda tan puntual de Parisi, respondiendo a necesidades muy concretas de la gente, me hace acordar al triunfo de Mamdani en Nueva York, con políticas muy de bolsillo, de necesidades de jardín de infancia, etcétera: explora ese vínculo con necesidades materiales de los vecinos, del ciudadano vecino. La cuestión son los que no votan: ¿la obligatoriedad del voto cambia el perfil del votante y del mapa político en Chile? ¿Cuántos votaron comparados con las elecciones que no eran obligatorias?

-El doble. Ahora votó el 85 por ciento del electorado, cosa que en cualquier país con voto obligatorio es muy razonable,

-En la Argentina, con voto obligatorio histórico, está bajando ese porcentaje y está lejísimo del 80 por ciento.

-Chile, con el 85 por ciento, se acerca más al Uruguay que a la Argentina. O sea, 13 millones de votantes.

-En 2022, en el plebiscito de salida de la Constitución, que terminó con su rechazo, también hubo una participación del 85 por ciento.

-Sí. Y también fue voto obligatorio. Pero esta es la primera elección presidencial y legislativa con este régimen. Nunca antes hubo una elección presidencial con voto obligatorio. La elección de Boric fue con el 50 y poco por ciento de participación. Como elección ejecutiva y legislativa, esta es la primera que tiene inscripción automática y voto obligatorio. Y por eso las encuestas de opinión pública fallaron, porque en un plebiscito es relativamente más fácil pronosticar un resultado porque hay una pregunta y una respuesta por sí o no. En este caso, eran muchos candidatos, perfiles bien distintos, todo el país. Ahí es donde estaba el gran misterio.

-Es interesante porque es el outsider Parisi el que se queda con buena parte del voto de ese nuevo votante que antes no votaba porque no estaba obligado, y no el “loco” Kaiser, Johannes Kaiser, el más folclórico y más radical de la derecha,

-El más radical, más que folclórico. Legislativamente no le fue tan mal. Es una persona más radical en todas sus posturas, inclusive a nivel de diseño gráfico de su campaña, muy inspirado en el Partido Popular suizo de derecha dura. Hay un póster muy famoso, muy conocido, que recorrió el mundo, con unas ovejitas blancas pegándole a unas ovejitas negras, que eran sacadas de la bandera suiza. Kaiser hizo algo muy parecido. Alimentó esa retórica. Tácticamente, Kast fue muy sabio en intentar liberarse de este componente normativo valórico. Dijo que, por más que él ganara, no iba a volver a revisar el aborto por tres causales: lo dijo explícitamente en el debate. A ese nivel la jugaron razonablemente bien. La que la tiene realmente difícil es Jara.

-Desde 2023, cuando se conforma el Consejo Constituyente para seguir avanzando más gradualmente con la reforma constitucional, es la derecha más derecha la que queda a cargo de ese Consejo. Ahora tenemos un congreso chileno con un peso mayoritario de derecha…

-No. En la Cámara de Diputados, la derecha no tiene mayoría: quedó con 76 de 155. Necesitaban 77 para tener mayoría en caso de que vayan todos los legisladores para aprobar ley normal. Y ciertamente quedaron muy lejos de las reformas constitucionales. En un momento se habló de una posible avalancha de la derecha. Pero no, quedaron lejísimo. Y en cierto sentido agradezco, desde la perspectiva de equilibrio de poderes, que nadie tenga mayorías claras y tenga que negociar mucho. El Senado quedó 25 y 25 y en Diputados, el partido bisagra es el Partido de la Gente, el de Parisi. Eso es preocupante. Uno no sabe mucho de ese partido. Cuando Parisi eligió seis legisladores en la elección pasada, terminó con cero legislador: se le fueron todos los legisladores del partido, que se desmoronó. Ahora eligió 14 y vamos a ver qué pasa. Todo indica que hay un aprendizaje y que posiblemente aguante. ¿Ahora, cómo se van a comportar? Nadie lo sabe, pero el Parlamento está partido y por suerte nadie tiene mayoría. Eso involucra negociación. Y para un demócrata, eso siempre es bueno.

-En el estallido de 2019, una interpretación fue que la calle estaba tomada por esos chilenos que no tenían voz. ¿La obligatoriedad del voto le da voz a esa ciudadanía que no participaba de las elecciones y ahora sí se le está escuchando, por ejemplo, vía la representación de Parisi?

-No quiero decir que Parisi represente a los desafectados del estallido social, pero el voto obligatorio tiene este componente republicano al darle presencia y voz a todos. En qué medida cada uno de los conglomerados políticos materializa esa voz, eso se ve en los resultados electorales. Ahí vemos cuánto sacó uno y cuánto sacó el otro. El voto obligatorio tendió a ser una demanda más bien de la centroizquierda y del mundo concertacionista. Ese mundo obligó a que el voto de salida del plebiscito de salida de 2022 fuese con voto obligatorio. Es una demanda demócrata cristiana y de la Concertación y del presidente Boric. Paradójicamente, en el voto de 2022 hubo un intento movilizador y robusto desde la derecha, porque sabían que cuanto más gente participara, más gente iba a rechazar la Constitución. Y del otro lado, hubo un intento desmovilizador desde la izquierda porque sabían que cuanto más gente, peor les iba a ir. Y les fue horrible. Había una derecha tratando de movilizar y una izquierda tratando de desmovilizar. Eso no está en ningún libro, pero es algo súper interesante.

-Muy interesante. Parece la demostración de que cuanto más se moviliza la sociedad chilena en elecciones porque son obligatorias, más de derecha se muestra.

-Es que el asumir que la gente es de izquierda no es una ingenuidad de acá a la China. El asumir que la gente de derecha es la misma ingenuidad de acá a la China. La gente es gente. No se puede calzar a la ciudadanía porque la gente es progreporque la ciudadanía es así. La ciudadanía puede ser terriblemente conservadora o terriblemente progresista, o terriblemente una cosa o terriblemente la otra. La gente, y cada uno de nosotros, tiene un lado positivo, un lado negativo, atribulado, simpático, un lado antipático. La gente es inconsistente por esencia y es bueno que sea así.

-Pero hay una consistencia hacia la derecha en el voto de salida del plebiscito constitucional, con el rechazo a la Constitución de izquierda, que es un rechazo por derecha, y ahora este voto de centro derecha que parece mayoritario.

-Sí, pero no nos hagamos trampas al solitario porque Boric también ganó con amplias mayorías.

-Pero no era voto obligatorio.

-No, no era obligatorio. Es verdad.

-Con mayor representación, parece que Chile está confirmando una cierta mayoría conservadora de derecha.

-Chile siempre fue un país conservador, a pesar de tener mayorías circunstanciales de izquierda. Chile es un país más católico, más clasista, menos integrado socialmente

-Más jerárquico.

-Con una economía más jerárquica, con una economía más de mercado. Lo comparo con el Uruguay y somos bichos muy distintos. Entonces no me sorprende tanto lo de Chile, pero hay cambios, hay matices, hay toques distintos y por eso estamos charlando, tratando de meterle condimento para entender qué es lo que está pasando.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/agencias/david-altman-en-chile-el-deficit-fiscal-no-fue-un-tema-en-las-elecciones-nadie-va-a-hacer-la-locura-nid23112025/

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