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Hacer que la Argentina crezca de nuevo

La Argentina no necesita que nadie le diga qué hacer. Tiene economistas sobresalientes de sobra, empezando por el presidente Javier Milei, para llevarla a la prosperidad. Dicho esto, las sugerenci...

Hacer que la Argentina crezca de nuevo

La Argentina no necesita que nadie le diga qué hacer. Tiene economistas sobresalientes de sobra, empezando por el presidente Javier Milei, para llevarla a la prosperidad. Dicho esto, las sugerenci...

La Argentina no necesita que nadie le diga qué hacer. Tiene economistas sobresalientes de sobra, empezando por el presidente Javier Milei, para llevarla a la prosperidad. Dicho esto, las sugerencias respetuosas de economistas extranjeros, sin intereses políticos ocultos, no pueden hacer daño y pueden ayudar a sostener el asombroso progreso económico que la administración ha logrado hasta la fecha. LA NACION describió recientemente algunas de mis sugerencias, por lo cual estoy profundamente agradecido. Quiero ampliar esta descripción, pero primero debo hacer una aclaración importante. El artículo me cita diciendo: “Este país necesita que alguien le diga qué hacer. Es hora de ser adulto”. Dije muchas cosas en mi entrevista de dos horas con LA NACION. Y es común que las opiniones se parafraseen. Pero me parece importante aclarar esas palabras que entiendo son un malentendido de la traducción, ya que estoy muy lejos de analizar la realidad desde la cúspide de la arrogancia. El artículo es excelente en lo demás. Sin embargo, quiero agregar detalles clave sobre mis puntos de vista respecto de cómo la Argentina puede asegurar un crecimiento económico rápido y sostenible, puntos de vista que expresé también recientemente en el Financial Times (FT).

Tengo una larga carrera en economía y he asesorado a muchos países. Mi estrecha amistad con el exministro de Economía Domingo Cavallo me llevó a prestar mucha atención a la economía y la política de la Argentina y a realizar varios viajes a su hermoso país a lo largo de los años. Lo visité a principios de la década de 1990 para discutir la convertibilidad. Regresé en 2002 en medio de la crisis financiera. Y volví hace unas semanas para observar de primera mano la emocionante, aunque muy dolorosa, transformación económica que se está llevando a cabo. Vine, no por invitación del Gobierno, sino para visitar a Domingo y hablar con académicos. Para mi gran deleite, pude reunirme con muchos de los principales responsables políticos del país. Dicho esto, el plan que propuse en el FT es puramente mío. Queda por ver si será adoptado por los gobiernos de Estados Unidos y la Argentina.

La Argentina tiene un potencial tremendo, pero su economía ha pasado un siglo en caída libre. Hay muchas pruebas irrefutables. Todas están referenciadas en estas dos frases, que escuché repetidamente de los taxistas: “Pero no entendés. Esto es Argentina”. Los taxistas tenían razón. Yo no entiendo. El pasado de la Argentina no dicta su futuro. La Argentina puede escapar de su pasado, para siempre, impulsando la dolarización planeada por el presidente Milei. Hacerlo requiere varias cosas. La primera: aproximadamente US$30.000 millones para comprar los pesos en circulación al tipo de cambio vigente. Esos dólares pueden ser proporcionados por Estados Unidos, no como un préstamo, sino como una subvención condicionada a cinco elementos. Estos elementos garantizarán que la Argentina nunca más necesite ganar dinero creando dinero.

La primera es adoptar la Banca de Propósito Limitado (LPB por sus siglas en inglés), que transforma gradualmente todos los bancos y otras corporaciones financieras en lo que se conoce como “equity-financed mutual fund companies” (compañías de fondos mutuos financiadas al cien por cien con capital propio). Los detalles se proporcionan aquí. Pero la LPB elimina todo apalancamiento del sistema financiero. En lugar de pedir prestado, los bancos recaudan fondos para invertir vendiendo acciones a los fondos mutuos que comercializan. Estados Unidos tiene aproximadamente 10.000 de estas entidades, más del doble que el número de bancos apalancados. Ni un solo fondo mutuo financiado con capital propio fracasó en la Gran Recesión, por una simple razón. No debían nada a nadie. Con la LPB, la Argentina nunca necesitaría imprimir dinero para rescatar bancos en una crisis financiera. De hecho, dado que la crisis financiera se define por las quiebras bancarias, la Argentina nunca experimentaría otra crisis financiera.

La otra razón para imprimir dinero es pagar gastos que no pueden cubrirse con impuestos. Sin la máquina de imprimir, será imposible imprimir dinero. Estados Unidos, bajo mi plan, reembolsaría a la Argentina por diluir las tenencias de dólares de los argentinos a través de la inflación. Pero esos pagos serían menores. La segunda condición propuesta para la subvención de US$30.000 millones es que la Argentina reforme radicalmente su insostenible sistema previsional. Los detalles están aquí. La idea es simple. El sistema existente se cerraría, en el margen. Todos los beneficios acumulados se pagarían a medida que vencieran. Pero nadie acumularía beneficios adicionales.

En cambio, los trabajadores aportarían el 10% de su salario a cuentas de seguridad personal (PSA por sus siglas en inglés), y el gobierno proporcionaría aportes equivalentes a los más pobres, a las personas con discapacidad y a desempleados. Los aportes se dividirían 50-50 entre cónyuges. Todos los aportes se agruparían y se invertirían, sin costo alguno, en un índice global de acciones, bonos y fondos de real estate. El sistema previsional sería administrado por el Banco Mundial, que sería el custodio y fideicomisario de las cuentas. Dado que los activos de los trabajadores se mantendrían en el extranjero, ningún gobierno argentino en el futuro podría confiscarlos. Esto, entonces, no es en absoluto una repetición de la anterior reforma previsional fallida de la Argentina. Dado que los pagos de prestaciones disminuirían gradualmente a cero, el gobierno reduciría inmediatamente el impuesto de pensiones actual del 27% al 20% y lo reduciría lentamente a partir de ahí, asegurándose de que el valor presente de los ingresos por impuestos sobre la nómina cubriera el valor presente de los beneficios acumulados.

Las otras tres condiciones son la reforma del mercado laboral para reducir drásticamente el mercado informal de la Argentina, reformas fiscales y de gastos provinciales, y la adopción de contabilidad de sostenibilidad fiscal a largo plazo, llamada contabilidad de brecha fiscal. Se requeriría que la Argentina adopte políticas que eliminen la brecha fiscal del país, es decir, que aseguren que los impuestos cubran el gasto en valor presente.

Estados Unidos tiene un gran interés en el éxito económico de la Argentina. Por lo tanto, este plan novedoso pero sencillo debería ser de gran interés para los presidentes de ambos países. La adopción del plan reduciría inmediatamente el riesgo país de la Argentina, permitiéndole endeudarse durante la transición a tasas de interés mucho más bajas. También estimularía una inversión extranjera masiva en el país. Esto es exactamente lo que la economía exige: argentinos invirtiendo en el extranjero para diversificar sus inversiones y extranjeros invirtiendo en la Argentina para ayudar a crecer el país.

Como dijo J.R.R. Tolkien: “No todo lo que es oro reluce”. La Argentina, con un poco de ayuda de su amigo y un liderazgo firme y sensato, es un verdadero milagro económico en ciernes.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/economia/hacer-que-la-argentina-crezca-de-nuevo-nid28112025/

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