Dejar atrás, mudarse, un nuevo nacimiento
Estamos de mudanza. Una frase que, cualquiera sea el interlocutor, despertará en él la más sentida de las compasiones. “¡Cómo te entiendo! Lo acabo de pasar (en realidad, aún lo estoy pasan...
Estamos de mudanza. Una frase que, cualquiera sea el interlocutor, despertará en él la más sentida de las compasiones. “¡Cómo te entiendo! Lo acabo de pasar (en realidad, aún lo estoy pasando) con mi madre”, me dijo hace unos días una colega y amiga, que me refirió además uno de los sentimientos más comunes en estos casos, tanto que es precisamente lo que me está pasando desde hace poco más de dos meses. Lo peor, amigos, es que en mi caso se trata de dos mudanzas seguidas, o una mudanza en dos etapas, como podrán observarlo ahora.
Igual que le sucedió a la madre de mi amiga, nos estamos achicando de una casa familiar, tres hijos, escritorios, cuarto de entretenimientos, jardín e ainda mais, a un departamento de dos dormitorios y un pequeño escritorio para el matrimonio. Ah, y el gato. Con una escala intermedia en un dos ambientes, dado que ya habíamos vendido la casa y aún no teníamos destino final.
Conclusión: la mitad de las cosas no entran y varias de las que sí entrarían queríamos cambiarlas después de tantos años. ¿Queríamos? La hora del desprendimiento, “soltar” (como si fuera tan fácil).
“Porque sé que la tengo”, estalló la señora mayor ante mi amiga y sus hermanas cuando trataron de convencerla de que se desprendiera de una mesa ratona, preciosa, pero de otra época. Un argumento casi imposible de refutar. Sé de lo que hablo.
Cajas y cajas de fotos en papel (familiares de mis padres y suegros, familiares con nuestros hijos, vacaciones, recitales, marchas políticas, búsquedas creativas, si se me permite...). “¿Para qué las guardás? Todo eso ya pasó”, disparó mi mujer. No tuve respuesta, al menos ninguna más convincente que la que expresó aquella dama. Aunque, debo admitirlo, algo de razón tenía, y lo que realmente quería conservar fue convenientemente digitalizado. El resto, no puedo confesarlo sin que surja la tristeza. Pero solté.
Con los muebles no fue tan difícil, al menos en lo emocional. Pero sí en la operación. Ya saben: por ejemplo, ese aparador con placa de mármol macizo y puertas labradas de más de cien años que está en la familia desde los tiempos de la abuela de mi esposa y “seguramente vale cientos o miles de dólares”. Nadie, o casi nadie, lo quiere. Y se lo llevaron por unos pocos pesos después de mucho insistir. Por suerte no llegó al guardamuebles donde tenemos la casa desarmada.
Hasta el momento del traslado definitivo, en pocos días, venimos descartando varias cosas que tampoco pudimos colocar en la previa. Ejército de Salvación, hijos, una sobrina y amigos van de a poco vaciando ese contenedor que alberga años de recuerdos.
¡Los discos de vinilo!!! De vuelta, la pregunta sin respuesta, o sin respuesta lógica o racional. Quiero tenerlos, en el sentimiento de un dinosaurio como yo son una muestra (para mí, fundamental) de arte de una época. Por supuesto, ocupan un espacio desmesurado para estos tiempos. Ahora, la música está en cualquier plataforma de streaming (a las que estoy suscripto). No toda, desde ya. Pero ¿qué hacemos con el arte de tapa, aquello que los músicos quisieron expresar además de las canciones? ¿Qué sería del álbum debut de Almendra sin el hombre triste de la tapa? ¿De Nevermind, de Nirvana, sin el bebé subacuático? ¿Y el prisma multicolor de Dark side of the moon? Para no hablar de los fab four cruzando Abbey Road por el paso de cebra londinense.
Lo único que pude hacer hasta ahora fue guardarlos por separado: los discos que quedarán en casa y los que, quizás alguna vez, trate de vender, ahora que volvió el furor.
Con los libros pasó algo parecido. Gran parte fueron donados. Otros tantos estarán en la renovada biblioteca.
Lo cierto es que ya falta menos, casi nada. En pocos días los nervios serán por elegir dónde va cada cosa, cómo nos acomodamos en ese nuevo espacio, interno y externo. Dejamos el suburbio, la ciudad volvió a ser nuestra. Allá vamos.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/cultura/dejar-atras-mudarse-un-nuevo-nacimiento-nid17062025/