Dos fogonazos de Hernán López Muñoz, las armas de Argentinos Juniors para vencer a Vélez y meterse en cuartos
El “semillero del mundo” de un lado; la “fábrica” de juveniles más prolífica del fútbol nacional en los últimos tiempos del otro. Dos universidades con idéntico respeto por la pelota ...
El “semillero del mundo” de un lado; la “fábrica” de juveniles más prolífica del fútbol nacional en los últimos tiempos del otro. Dos universidades con idéntico respeto por la pelota pero diferentes concepciones a la hora de pensar y elaborar el juego. Históricamente, más amigo de juntar pases por abajo para generar los ataques el Bicho; por lo general más directo el Fortín, aunque guiado por altas dosis de pragmatismo para adecuarse a lo que pide cada momento de un partido. Los dos, en todo caso, aventajados estudiosos de tácticas, posiciones y movimientos desde la cuna de los jugadores, con conocimientos que se transmiten a los que van llegando desde otros clubes.
Guillermo Barros Schelotto y Nicolás Diez encajan casi a la perfección en esa visión académica del fútbol, y sus equipos pisan el césped con mecanismos aprendidos y aceitados, ya sea para ir hacia adelante o anular al rival. En situaciones semejantes solo pueden pasar tres cosas: que del duelo de saberes surja un partido atractivo por el alto nivel de juego; que una individualidad o un detalle imprevisto cambie el rumbo del desarrollo y del resultado; o que de tanto análisis previo todo resulte demasiado trabado, y en consecuencia, bastante aburrido.
Vélez y Argentinos Juniors ofrecieron ráfagas de las dos últimas opciones. Ni uno ni otro supieron cómo resolver los problemas que les planteó el adversario en los 45 iniciales; y el acierto de un par de jugadores bastaron para modificar el rumbo y decidir el choque sobre el cuarto de hora de la segunda mitad.
En el reiterativo y algo tedioso primer tiempo, fracasó el local con la idea de apretar bien arriba a los de La Paternal para impedirles su salida bien trenzada desde atrás y no tuvo más remedio que agruparse en los últimos 20 metros de la cancha para evitar sofocones. De esa manera, el arco de Gonzalo Siri le quedó a años luz de distancia, y salvo por un doble cabezazo de Florián Monzón y Manuel Lanzini que el guardameta visitante desvió al córner a los 20, no pudo ni manejar la pelota ni salir con claridad de contraataque.
A base de insistencia y seguridad en sí mismo, con el criterio de Nicolás Oroz en el reparto del balón y las trepadas de los laterales, Argentinos logró el objetivo de adueñarse del dominio. Sin embargo, siempre careció de justeza en el anteúltimo pase. O en el remate, como le ocurrió a Tomás Molina a los 34, cuando pisó la pelota al querer empujar un centro de Sebastián Prieto.
La eficacia la encontraría el Bicho en un destello de cuatro minutos tras el descanso. A los 11, Siri le negó dos veces el grito a los hinchas locales ante sendos disparos de Monzón y Tomás Galván. En la acción siguiente, robó Federico Fattori, puso la cortada hacia Hernán López Muñoz, que descubrió un hueco en medio de los centrales de Vélez y clavó el zurdazo junto al palo derecho de Tomás Marchiori. Un ratito más tarde fue Molina el que habilitó el pique al vacío de López Muñoz, que la picó con exquisitez sobre la salida del arquero.
El 2-0 desarmó por completo al Fortín. Si no había tenido claridad de mitad de campo hacia adelante, la desventaja le oscureció del todo el horizonte. La justificada expulsión de Agustín Bouzat y el enojo exagerado contra Andrés Merlos (los gritos contra la AFA y el recelo hacia el arbitraje se habían dejado oír desde antes del comienzo y se fueron multiplicando a medida que aumentaba la desesperación por la derrota), atentaron contra cualquier opción de remontada. Incluso tuvo mala suerte el local en un remate de Monzón que devolvió el travesaño.
El fútbol estudiado y prolijo de Argentinos volvió a sentar cátedra para subirse a los cuartos de final del Clausura. Vélez despidió el año maldiciendo a Merlos y a Claudio Chiqui Tapia. Esta vez no fueron ellos los culpables de la derrota. Al Fortín le faltaron fútbol, variantes e individualidad, fue menos que su rival y perdió. Así de simple, así de fácil.