La nueva meca del consumo gourmet
NUEVA YORK.– “Tengo tanto frío y tanta hambre”, declaró a los medios una chica enfundada en varias capas de ropa vieja, los dientes castañeteando, mientras esperaba comida. No estaba en un...
NUEVA YORK.– “Tengo tanto frío y tanta hambre”, declaró a los medios una chica enfundada en varias capas de ropa vieja, los dientes castañeteando, mientras esperaba comida. No estaba en una fila para un albergue, ni para una entrega de alimentos de una iglesia, ni se preparaba para las colas sovietóideas que muchos ya dan por descontadas si finalmente se abren los mercados administrados por el Estado que el próximo alcalde prometió en campaña. Estaba en el barrio más cool de Tribeca, a pasos de los edificios nuevos más caros de la ciudad, esperando que abriera sus puertas Meadow Lane.
La joven —cuyas prendas eran, por supuesto, “vintage”— formaba parte de los cientos de neoyorquinos que habían peregrinado desde la madrugada, componiendo una hilera que daba vuelta a la manzana. Todos aguardaban lo mismo: las 11 en punto, cuando el supermercado gourmet —la nueva sensación creada por el tiktoker Sammy Nussdorf— levantara la persiana y permitiese acceder a sus codiciados chicken nuggets orgánicos y gluten free, vasos de caldo de caracú o matcha lattes del color exacto del algoritmo. Todo relativamente básico, sí, pero ofrecido a precios estratosféricos.
Nueva York siempre fue la ciudad de las filas: para un bagel de moda, para conseguir mesa en un restaurante imposible o para un sample sale, esas ventas especiales donde las marcas de lujo liquidan prototipos y excedentes. El fin de semana anterior, por ejemplo, hubo gente acampando frente a Starbucks para comprar unos vasos con forma de osito.
Nueva York siempre fue la ciudad de las filas: para un bagel de moda, para conseguir mesa en un restaurante imposible o para un sample sale, esas ventas especiales donde las marcas de lujo liquidan prototipos y excedentes
Pero en pleno 2025, cuando los titulares hablan de una crisis del costo de vida —que, según los analistas, impulsó el triunfo del socialista Zohran Madhami—, la imagen de cientos de jóvenes esperando comida carísima en temperaturas bajo cero, con el viento golpeándoles la cara, se convirtió en una paradoja urbana considerable.
Nussdorf era un conocido inversor de capital de riesgo antes de volverse un gurú de las redes. Logró que la tienda tuviera una clientela fiel incluso antes de abrir un local físico, y varios de sus videos degustando el menú de platos para llevar se volvieron virales. En la fila se repetían ciertos perfiles: creadores de contenido ansiosos por registrar la experiencia; universitarios aprovechando un recreo entre clases; profesionales aplicando una interpretación generosa del trabajo remoto. Para evitar desmanes, la tienda había contratado guardias de seguridad que parecían modelos.
En la fila se repetían ciertos perfiles: creadores de contenido ansiosos por registrar la experiencia; universitarios aprovechando un recreo entre clases; profesionales aplicando una interpretación generosa del trabajo remoto
Mientras los clientes avanzaban hacia las cajas con sus enormes canastas de mimbre blanco —nada de changuitos de metal ni cestas plásticas, por supuesto— las cifras empezaban a multiplicarse. Muchos admitían sin pudor que no tenían presupuesto. Uno de los productos más pedidos fue un jugo rosa hecho con sandía, coco, frutillas, lima y sal del Himalaya. Los chicken nuggets eran “gluten free pero sin gusto a gluten free”, una frase que bastó para que el frenesí se desatara. La gente arrasó. Literalmente. Pasado el fin de semana ya no quedaba nada.
El furor por Meadow Lane fue tal que, cuando esta cronista llegó el lunes para ver de qué se trataba, el supermercado había tenido que cerrar sus puertas por desabastecimiento. No importó: la escena alcanzó para detectar —entre la masa de gente a puro desazón por haber quedado afuera— cuáles serán las tendencias del invierno. (Las oficinas de Vogue, dicho sea de paso, están a pocas cuadras, y sus cronistas ya declararon que el merchandising de la tienda es “lo que hay que tener”). Se multiplicaban las carteras blancas en plena temporada fría, las botas de cowboy bien gastadas, los tapados largos de cuero con bordes y cueros de pelo, y —entre ellos— pantalones de oficina combinados con camperas de preadolescente con corderito. Un estilo fin del mundo pero con presupuesto, que aun sin presupuesto puede reproducirse. De la gorrita con el logo de la marca, recomendada con entusiasmo por Vogue, esta cronista —aunque la próxima logre llegar cuando el supermercado esté abierto— igual, seguramente, pasa.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/conversaciones-de-domingo/la-nueva-meca-del-consumo-gourmet-nid23112025/