Corrientes de un misterio íntimo
Todo empezó con una imagen y muchas preguntas. Mientras Milagros Mumenthaler caminaba por Ginebra, la ciudad en la que creció y a la que vuelve seguido, se imaginó a una mujer que se tiraba a la...
Todo empezó con una imagen y muchas preguntas. Mientras Milagros Mumenthaler caminaba por Ginebra, la ciudad en la que creció y a la que vuelve seguido, se imaginó a una mujer que se tiraba a las aguas heladas del lago. Esa ensoñación quedó grabada en la mente de la guionista y directora, hasta que la fusión con una inspiración literaria la configuró como el puntapié hacia la creación de su tercera película, Las corrientes.
El enigma alrededor de ese acto impulsivo por parte de su protagonista es el punto de partida del film, que actualmente está en cartel en la Argentina, luego de haberse presentado en prestigiosos festivales de cine como los de Toronto, Hamburgo, Viena, Nueva York y San Sebastián, en donde fue premiado; además de participar de la muestra de cine argentino Fuera de campo, que se realizó este mes en Mar del Plata.
Con una elegancia que nada tiene que ver con lo superficial y un entendimiento del cine como un espacio para preguntar e investigar más que para dictaminar respuestas, Mumenthaler perfecciona en Las corrientes esas mismas virtudes que ya estaban de manifiesto en sus películas anteriores, Abrir puertas y ventanas y La idea de un lago.
En una conversación con La Nación, la directora cuenta que la lectura del libro La mujer temblorosa, de Siri Hustvedt, en el que la autora indaga sobre un evento de disociación entre su cuerpo y su mente, encendió nuevas ideas sobre lo que atraviesa esa mujer que imaginó sumergida en aguas heladas.
Con una elegancia que nada tiene que ver con lo superficial y un entendimiento del cine como un espacio para preguntar e investigar más que para dictaminar respuestas, Mumenthaler perfecciona en Las corrientes esas mismas virtudes que ya estaban de manifiesto en sus películas anteriores, Abrir puertas y ventanas y La idea de un lago
“Decidí que lo que hace Lina (la protagonista) es como un un acto inconsciente de lo que se llama en psicología ‘un pasaje al acto’, y a partir de ahí, fui desarrollando a ese personaje y pensando esta historia”, explica Mumenthaler durante la entrevista, en la que reflexiona sobre la cuidadosa construcción de su nueva película, una coproducción argentina-suiza.
El enigma de ese acto impulsivo de la protagonista se va profundizando en el desarrollo de la película, a la que se podría describir como un thriller introspectivo. Lina (Isabel González Solá) es una mujer joven y exitosa, que parece tenerlo todo resuelto, y, sin embargo, algo no está bien en su vida.
“Había esta idea de que el personaje, de alguna manera, cumple con todos los mandatos sociales: éxito profesional, una hija saludable, un marido que la quiere, una vida casi deseada por cualquiera –dice Mumenthaler–. Y, sin embargo, es como que algo no va. Me gusta esta idea de que para Lina los planetas nunca se llegan a alinear. Y entonces, ¿por qué a ella no le pasa? Pero también puede suceder en un montón de mujeres, de personas, sin que haya respuestas tan concretas. En Lina las hay, si bien no se saben cien por ciento, pero hay pistas. Uno puede pensar en una infancia traumática, una persona desclasada, que tuvo que hacerse valer bastante para estar en el medio en el que se mueve, y hay fragilidades que van quedando en ella, a pesar de todas las capas que se va poniendo”.
Al regresar a Buenos Aires de un viaje a Ginebra, en el que recibe un premio por su trabajo, Lina navega como puede la vida cotidiana con su marido, interpretado por Esteban Bigliardi, y su pequeña hija, a la vez que lidia con los cuestionamientos que su mente y su cuerpo le obligan a enfrentar.
“Me gusta esta idea de que el cuerpo tiene memoria –dice la directora–. Sobre todo, en la vida en esta sociedad tan hiperconectada, donde todo el tiempo parece que hay que estar rindiendo. No sé adónde va, ¿no? Pero hay poco tiempo de detención, de decir qué es lo que uno disfruta. Y con Lina, para mí es revelador cuando ella tiene esas especies de proyecciones, fugas, en las que se va con otros personajes y uno podría pensar, ‘Ah, desearía una vida que tenga cosas maravillosas’. Y, en el fondo, son pequeñeces: una mujer que se toma su tiempo para ir a cantar en un coro; o una chica que llega a su casa y, espontáneamente, puede llamar a un vecino y pasar un buen rato. Ahí uno se da cuenta de que ella ni siquiera eso puede”.
El film juega con el enigma, no solo por los elementos misteriosos de lo que aqueja a su protagonista, sino también desde la puesta en escena. La historia de Lina podría contarse como un drama, pero Mumenthaler utiliza recursos propios de una película de suspenso, pero una en la que el misterio a develar es interno.
“Si bien no es una película de género, no se inscribe en un género concreto, es verdad que hay algo del thriller psicológico, que estaba rondando –dice la directora–. De pensar todo el tiempo en cómo generar tensión, que es también un poco lo que le pasa a Lina”. El uso de la música y la elección de planos va construyendo ese suspenso y, por momentos, remite a las películas de Alfred Hitchcock, aunque no haya ningún crimen en la narración.
“El propio peligro es ella misma, de alguna manera –explica Mumenthaler–. Pero no hay un peligro que viene de afuera. Por ahí eso se diferencia. Es un personaje que agarramos en un momento donde queda suspendida, está como en una especie de deriva activa, me gusta llamarla, porque no es que está tirada. Está todo el tiempo accionando, y si no es en acciones físicas, es con su cabeza. Es un personaje que está en una y está un poco corrida. Como que no puede estar cien por cien en su realidad o cotidiana. Siempre hace el esfuerzo por estar conectada, pero le cuesta”.
El film juega con el enigma, no solo por los elementos misteriosos de lo que aqueja a su protagonista, sino también desde la puesta en escena. La historia de Lina podría contarse como un drama, pero Mumenthaler utiliza recursos propios de una película de suspenso, pero una en la que el misterio a develar es interno
La directora describe a la protagonista como un personaje nostálgico y señala que esa característica era algo que le interesaba. Los espacios elegidos para filmar y la forma de hacerlo también son una forma de darle materialidad a esa nostalgia.
“Si bien la ciudad un elemento que aparece fuertemente en la película, siempre estamos en lugares que están un poco suspendidos en el tiempo –dice Mumenthaler–. Desde la arquitectura del departamento de Pilar (uno de los personajes), hasta la corsetería. Había algo, revisando las películas clásicas, que era interesante porque son películas donde el plano tiene un valor como muy fuerte. Y es verdad que en el cine de hoy se se pierde un poco el valor del plano. Hitchcock obviamente es el maestro, pero después uno ve, por ejemplo, El padrino. Todo el inicio de El padrino es tan perfecto. Cada plano, lo que está mostrando tiene un porqué. Siento que en el cine eso se fue perdiendo, son otras formas de contar. Cuando revisábamos estas películas, o toda esa primera secuencia de Los pájaros, de Hitchcock, por un lado parece tan extraño ver una película filmada así, ¿no? Cuando hablaba con el director de fotografía me decía, ‘Pero ya eso es raro para una película hoy en día’. Entonces pensamos que, por ahí, en ese corrimiento en el que está Lina todo el tiempo, podemos usar algo que reivindicara un poquito un cine clásico”.
El cuidado en la construcción de la realidad de Lina es parte clave del desarrollo del personaje. Se trata de un universo anclado en una realidad concreta, Ginebra y Buenos Aires en la actualidad, pero en la que no hay un solo elemento estético que no esté curado, ningún color que no evoque una sensación. Como su protagonista, el mundo que habita también está un poco corrido de lo real.
“Hay algo que se fue construyendo, diría naturalmente, pero desde un conocimiento del personaje –cuenta la directora–. Fue muy trabajado y me gusta también esta idea, que por ahí es un poco fantasiosa, de que los personajes en un momento ya tienen vida propia. Y piden por sí solos cosas. También hubo algo muy interesante que hice cuando quería trabajar en relación a Lina con su madre: fui a ver a Nora Moseinco, que es una gran maestra de la actuación. Ella había leído el guion y había hecho un ejercicio muy introspectivo. No es una meditación, porque estás realmente pensando en algo; yo fui porque quería ahondar en el universo de la madre y, de repente, ahí se me vino como un estado. Enseguida sentí frío. Como imaginarse en un lugar y sentir que hacía frío. Pero no frío porque es invierno, sino frío por las texturas. Entonces de repente pensé, bueno, todo es plástico, el piso son baldosas. Eso me definió. Uno después adapta, porque pasaron otras cosas también. Pero, a veces, son cosas así que te permiten también definir ciertos detalles o ciertos espacios”.
Para encontrar una actriz que pudiera expresar la complejidad de Lina con la misma sutileza con la que trabaja desde otros aspectos de la puesta en escena, Mumenthaler buscó una intérprete argentina, pero que viviera en otro país. Así encontró a Isabel Aimé González Solá, una actriz mendocina que vive desde hace muchos años en Francia, quien interpreta a Lina con una expresividad magnífica.
“Me parecía interesante que fuera una actriz que viviese afuera, que no tenía la argentinidad tan a flor de piel –dice la directora–. Alguien que uno lo pone en esta ciudad y hay algo que no está cien por ciento en su elemento. Buscamos en distintas agencias afuera una actriz argentina; en Francia había dos, y una era Isabel. Después fuimos trabajando un montón. Mucho lo físico, diría. No sé si entramos tanto en lo psicológico; sí le di libros, lecturas que me parecían interesantes”.
Además de hacer un trabajo con una coach vocal sobre su acento y para buscar el tono exacto para la voz de Lina, González Solá recibió de parte de la directora una serie de textos como inspiración para el trabajo actoral
“Le di bastantes lecturas, como El corazón del daño, de María Negroni, porque me parecía muy interesante cómo transmitía el libro ciertas vivencias hacia la madre –dice Mumenthaler–. Después nos encontramos con un libro de Joyce Carol Oates, Mujer de barro, que era muy gracioso porque era re Lina, ¡es increíble! Me parece que las referencias así siempre están buenas, aportan un universo, también para el actor, de herramientas para ir trabajando”.
En la elección de los actores que forman el elenco del film y las interpretaciones que ellos aportan no hay notas discordantes. Es notable el grupo de actrices, formado por Claudia Sánchez, Ernestina Gatti, Jazmín Carballo, Sara Bessio y Susana Saulquin, quienes interpretan personajes que funcionan como espejos, más o menos distorsionados, en los que Lina ve posibles reflejos.
Esteban Bigliardi, uno de los actores más destacados del cine argentino en la actualidad, modula la fuerza de su presencia escénica para lograr dar con el tono justo para el personaje del marido de la protagonista, un hombre que no puede acceder del todo a lo que le pasa a ella.
“No puede porque ella le da pocas pistas y, por otro lado, también se hace el desentendido –dice Mumenthaler, sobre este personaje–. Pero porque creo que como pareja se les viene un poco abajo si blanquean todo. Bueno, a cualquier pareja le puede pasar también. De repente, si sacás todos los trapos a relucir, bueno, ¿qué pasa? Es un personaje que está claro que la quiere, que la desea, y también creo que algo le gusta ese costado misterioso de su mujer, un poco su incomodidad, de dónde viene Lina. Es como que lo hace diferenciarse socialmente a él también”.
Nada es azaroso en el trabajo que la guionista y directora hizo con los actores y la puesta en escena en Las corrientes. Todo está pensado, aunque no resuelto.
Esa forma abierta hacia el espectador resultó en la diversidad en la recepción en los distintos festivales internacionales en los que se presentó, de acuerdo con el tipo de público.
“A veces el espectador necesita entender todo y se siente un poco incómodo –cuenta Mumenthaler–. Eso depende mucho del público, ahí se nota. Hay festivales que son más cinéfilos y que, por ahí, están más acostumbrados a estar en un lugar más pantanoso, por decirlo de alguna forma, y se sienten OK con eso. Pero es difícil medir. De repente hay gente muy emocionada con la película, llorando, temblando y gente más indiferente. Tampoco es una película que busca el consenso común en la emotividad”.
No se trata de un sistema cerrado, sino que Las corrientes invita al espectador a hacer su propia lectura y entregarse a las derivas del film, como explica su directora: “Es una película obviamente abierta, para que también el espectador, como un poco lo que hace el propio personaje, pueda dejarse llevar por las distintas corrientes de la película”.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/conversaciones-de-domingo/corrientes-de-un-misterio-intimo-nid23112025/